74
El túnel que conectaba la mansión con el centro de entrenamiento estaba frío, oscuro y en silencio.
Qhuinn agradeció el hecho de estar a solas. Nada peor que estar rodeado de gente feliz cuando uno se siente miserable. Cuando llegó a la puerta que daba al fondo del armario de la oficina tecleó el código, esperó a que la cerradura se abriera y empujó la puerta. Después de pasar frente a aquellas estanterías llenas de útiles de oficina y bolígrafos, atravesó la otra puerta y rodeó el escritorio. Segundos después pasó frente al cuarto de pesas, pero esa noche no quería hacer más ejercicio. Después de lo que la Hermandad le había hecho, estaba tieso y le dolía todo el cuerpo, en especial los brazos, debido a la fuerza con que se había agarrado de aquellas clavijas.
Joder, todavía tenía las manos entumecidas y cuando flexionó los dedos, pensó que eso era lo que debían sentir las personas que sufrían de artritis.
Se detuvo de nuevo al llegar a la clínica. Y cuando se disponía a arreglarse la ropa, antes de entrar, se dio cuenta de que todavía iba desnudo, cubierto solo por aquel manto.
Daba igual. No pensaba volver a la casa para cambiarse.
Después de golpear suavemente en la puerta del cuarto de recuperación, dijo:
—¿Luchas? ¿Estás despierto?
—Entra —le respondió una voz ronca.
Qhuinn tuvo que prepararse mentalmente antes de entrar. Y después se alegró de haberlo hecho.
Acostado en la cama, con la cabeza ligeramente levantada, Luchas todavía parecía estar al borde de la muerte. Aquella cara inteligente y joven que Qhuinn recordaba estaba llena de arrugas y tenía una expresión lúgubre. Por otro lado, estaba horriblemente delgado. Y esas manos…
Por Dios, las manos.
Y él que pensaba que las suyas estaban doloridas.
Qhuinn carraspeó.
—Hola.
—Qué tal.
—Bueno, ¿cómo te encuentras?
Vaya pregunta. El tío se enfrentaba a una perspectiva de muchas semanas de descanso en cama y luego meses de terapia física, y aun así tendría mucha suerte si alguna vez podía volver a sostener un bolígrafo.
Luchas hizo una mueca de dolor al tratar de levantar los hombros a manera de respuesta.
—Me sorprende que hayas venido.
—Bueno, tú eres mi… —Qhuinn se contuvo. De hecho, él y Luchas ya no eran parientes—. Quiero decir… sí.
Luchas cerró los ojos.
—Yo siempre he sido y siempre seré sangre de tu sangre. Ningún trozo de papel puede cambiar eso.
Qhuinn clavó los ojos en esa maltratada mano derecha con su anillo.
—Creo que padre no estaría de acuerdo contigo.
—Él está muerto. Así que su opinión ya no es relevante.
Qhuinn parpadeó.
Al ver que Qhuinn no decía nada, Luchas abrió los ojos.
—Pareces sorprendido.
—No te ofendas, pero nunca esperé oír eso de tus labios.
El macho señaló su cuerpo hecho pedazos.
—He cambiado.
Qhuinn estiró el brazo y acercó una silla para sentarse, luego se restregó la cara. Había bajado hasta allí porque visitar a un hermano que acaba de regresar de la muerte era la única razón remotamente aceptable para abandonar una fiesta en su honor.
Y él no estaba dispuesto a pasar la noche viendo a Blay y a Saxton juntos.
Pero ahora que estaba allí, no creía estar en condiciones de mantener una conversación.
—¿Qué sucedió con la casa? —preguntó Luchas.
—Ah… nada. Después de… lo que ocurrió, nadie la reclamó y yo no tenía derechos sobre ella. Cuando revirtió a Wrath, él me la devolvió. Pero, oye, es tuya. No he vuelto a entrar en ella desde que fui expulsado.
—No la quiero.
Bueeeeeeno, otra gran sorpresa. De niño, su hermano solía hablar sin parar de todo lo que quería hacer cuando fuera mayor: los estudios, la importancia social, asumir la posición de su padre…
El hecho de oírlo diciendo que no quería la casa era como oír a alguien rechazando un trono. Inimaginable.
—¿Alguna vez te han torturado? —murmuró Luchas.
Qhuinn pensó en su infancia. Luego en la Guardia de Honor. Pero no quería joder más a su hermano.
—He recibido varias palizas.
—Me imagino. ¿Y qué pasó después?
—¿A qué te refieres?
—¿Cómo volviste a la normalidad?
Qhuinn flexionó sus manos doloridas, mientras se miraba los dedos, intactos a pesar de los dolores. Su hermano ya no podría contar hasta diez: sanar era una cosa, pero la regeneración era otra cosa completamente distinta.
—Ya nunca vuelves a la normalidad —se oyó decir Qhuinn—. Simplemente… sigues adelante, porque es lo único que puedes hacer. Lo más difícil es estar con otra gente, es como si los demás estuvieran en una longitud de onda distinta pero solo tú lo supieras. Ellos hablan sobre su vida y los problemas que tienen y tú simplemente los dejas hablar. Es un lenguaje por completo distinto y tienes que recordar que solo puedes responderles en su lengua materna. Resulta muy difícil relacionarse con los demás.
—Sí, eso es verdad —dijo Luchas lentamente—. Muy cierto.
Qhuinn se volvió a restregar la cara.
—Nunca pensé que tendríamos algo en común.
Pero tenían algo en común. Cuando Luchas lo miró, aquellos ojos perfectamente parejos se cruzaron con los ojos disparejos de Qhuinn y la conexión se estableció al instante: los dos habían vivido un infierno y esa experiencia era más poderosa que el ADN que compartían.
Era tan extraño.
Y curioso. Qhuinn pensó que ese día estaba destinado a encontrar familiares en todas partes.
Excepto en el único lugar que deseaba.
Cuando el silencio se impuso y solo se oía el ritmo constante de los monitores que había junto a la cama, Qhuinn se quedó un rato más. Él y su hermano no hablaron mucho, pero estaba a gusto. Eso era lo que él quería. No estaba listo para hablarle a Luchas sobre Layla y el bebé y suponía que era muy significativo que Luchas no le hubiese preguntado si se había apareado. Y, naturalmente, no podía ni mencionar el tema de Blay.
Sin embargo, era agradable sentarse así con su hermano. La gente con la que crecías tenía algo especial, esas personas que habías visto durante tu infancia, la gente que habías conocido desde siempre. Aunque el pasado fuese un caos, a medida que envejecías empezabas a alegrarte de que esos hijos de puta todavía estuvieran por ahí en el planeta.
Eso te daba la ilusión de que la vida no era tan frágil como en realidad era… y, en ocasiones, era lo único que te ayudaba a sobrevivir.
—Será mejor que me vaya para que puedas descansar —dijo Qhuinn, mientras se frotaba las rodillas para despertar las piernas.
Luchas giró la cabeza sobre la almohada.
—Curiosa forma de vestir, ¿no?
Qhuinn miró el manto negro.
—Ah, ¿esto? Me lo acabo de echar por encima.
—Parece un atuendo ceremonial.
—¿Necesitas algo? —Qhuinn se puso de pie—. ¿Comida?
—Estoy bien. Pero gracias.
—Bueno, avísame si necesitas algo, ¿vale?
—Eres un tío muy decente, Qhuinn, ¿lo sabías?
Qhuinn sintió como si su corazón dejara de latir y luego volviera a palpitar con más fuerza. Esa era la frase que siempre usaba su padre para describir a los machos honorables… Era el elogio máximo, el mejor, el equivalente a un abrazo y un apretón de manos de cualquier otro tío.
—Gracias, hermano —dijo Qhuinn con voz ronca—. Tú también.
—¿Cómo puedes decir eso? —Luchas se aclaró la garganta—. ¿Cómo puedes decir eso, por Dios santo?
Qhuinn exhaló con fuerza.
—¿Quieres saber por qué? Pues bien, te lo diré. Tú eras el favorito. Yo era la peste. Éramos los dos extremos en la escala de aquella casa. Pero ninguno de los dos tenía ninguna oportunidad. Tú no eras más libre que yo. Tú no tenías ningún control sobre tu futuro, estaba predeterminado desde el nacimiento y, en cierto sentido, mis ojos disparejos fueron la posibilidad de salir de aquella prisión, porque hicieron que él no se preocupara por mí. ¿Que mi padre me jodió la vida? Sí, claro, pero al menos yo tuve la oportunidad de decidir lo que quería hacer y adónde quería ir. Tú… nunca tuviste ni la más mínima oportunidad. No eras más que una ecuación matemática que él tenía resuelta desde la concepción, con todas las respuestas predeterminadas.
Luchas volvió a cerrar los párpados y se estremeció.
—No dejo de darle vueltas a esa idea. Todos esos años mientras crecíamos, desde mi primer recuerdo… hasta lo último que vi aquella noche cuando… —Luchas tosió, como si le doliera el pecho, o tal vez porque su ritmo cardiaco se había alterado un poco—. Yo lo odiaba. ¿Sabías eso?
—No. Pero no puedo decir que me sorprenda.
—No quiero volver a esa casa nunca más.
—Entonces no tienes que hacerlo. Pero si lo haces… iré contigo.
Luchas miró a Qhuinn con curiosidad.
—¿Lo dices en serio?
Qhuinn asintió con la cabeza. Aunque no tenía ninguna prisa por recorrer aquellas habitaciones para bailar con los fantasmas del pasado, iría a la casa si Luchas quería hacerlo.
Dos supervivientes de regreso en la escena del crimen que los había marcado.
—Sí, en serio.
Luchas sonrió, aunque la expresión de su rostro ya no se parecía en nada a lo que solía ser. Pero eso estaba bien. A Qhuinn le gustaba mucho más así. Era un rostro honesto. Frágil, pero honesto.
—Te veo luego —dijo Qhuinn.
—Sí, eso sería… genial.
Qhuinn dio media vuelta, empujó la puerta y…
Blay lo estaba esperando en el corredor, sentado en el suelo, mientras se fumaba un cigarrillo.
‡ ‡ ‡
Cuando Qhuinn salió del cuarto de su hermano, Blay se puso de pie y apagó el Dunhill en el borde del vaso que tenía en la mano. No sabía qué esperar de Qhuinn en ese momento, pero ciertamente no esperaba encontrarse con aquello: el guerrero se veía tenso y descontento, a pesar del increíble honor que acababa de recibir. Pero, claro, pasar un rato con tu hermano moribundo no era precisamente una ocasión muy feliz.
Y Blay no era estúpido. Saxton estaba de regreso en la casa, otra razón para el descontento de su amante.
—Pensé que te encontraría aquí —dijo Blay, al ver que Qhuinn ni siquiera lo saludaba.
De hecho, los ojos verde y azul de Qhuinn recorrieron el corredor, fijándose en casi todo menos en él.
—Y… ¿cómo está tu hermano? —preguntó Blay.
—Vivo.
Blay supuso que eso era lo mejor que podían esperar por el momento.
Y también supuso que eso era todo lo que Qhuinn tenía intenciones de decir. Tal vez no debería haber bajado a buscarlo.
—Yo… ah… quería felicitarte.
—Gracias.
Muy bien, Qhuinn seguía sin mirarlo. En lugar de eso tenía la mirada fija en dirección a la oficina, como si mentalmente ya estuviera atravesando por la puerta de cristal para entrar por el armario y desaparecer…
—Así que esta es una fecha histórica —Blay hizo el ademán de sacar otro cigarrillo del paquete, pero se contuvo—. Una verdadera primera vez.
—Sí, últimamente hemos tenido muchas primeras veces por aquí —dijo Qhuinn con sarcasmo.
—¿A qué te refieres?
—Nada. No es relevante.
Por Dios, pensó Blay, no debería haber bajado a buscarlo.
—¿Podrías mirarme? ¿O acaso te molesta tanto hacerlo?
Aquellos ojos disparejos lo miraron con furia.
—Ya te he visto, ¿contento? También he visto a tu amante. ¿Vas a contarle que follaste conmigo mientras estaba ausente? O quizás prefieres guardar ese pequeño secreto. Sí, sshhhh, no le digas nada a mi primo, podría enfadarse.
Blay apretó los dientes.
—Maldito mojigato.
—¿Perdón? Yo no soy el que tiene novio…
—¿De verdad pretendes decirme que no te importa que se sepa lo que hay entre nosotros? Como si cuando Vishous salió por esa puerta —dijo Blay y señaló con el índice hacia el corredor— no hubieras saltado como si tuvieras el culo en llamas. ¿De verdad quieres fingir que te sientes muy orgulloso de estar follando con un tío?
Por un momento Qhuinn pareció sorprendido.
—¿Crees que esa fue la razón? Y no… déjame pensar, ¿tratar de respetar el hecho de que tú le estabas poniendo los cuernos al amor de tu vida?
A esas alturas, los dos estaban inclinados hacia delante en actitud de desafío y sus voces subían y bajaban, resonando por todo el maldito corredor.
—Vete a la mierda. —Blay hizo un gesto brusco con la mano—. Esto es una gilipollez. ¿Ves? Ese siempre ha sido tu problema. Nunca has querido salir del armario…
—¿Salir del armario? ¿Como si fuera gay?
—¡Te acuestas con machos! ¿Qué diablos crees que significa eso?
—Ese eres tú… tú te acuestas con machos. A ti no te gustan las hembras…
—Tú nunca has sido capaz de aceptar quién eres —gritó Blay—, ¡porque le tienes miedo al qué dirán! ¡El gran iconoclasta, el señor de los piercings, el joven traumatizado por su puñetera familia! ¡La verdad es que eres un maldito marica y siempre lo has sido!
Qhuinn estaba tan furioso que Blay pensó que iba a darle un puñetazo… y, joder, se moría de ganas de que Qhuinn le diera un puñetazo para poder tener el placer de devolvérselo.
—Te voy a decir una cosa, para que te quede muy claro —rugió Qhuinn—. A mí no me metas en tus rollos. Tú mantén tu mierda en tu lado de la cancha. Y eso incluye a mi primo y el hecho de que le fuiste infiel.
Blay levantó las manos y tuvo que pasearse un poco porque sentía que ya no aguantaba más.
—Sencillamente no puedo más. No soy capaz de volver a pasar otra vez por lo mismo contigo. Tengo la impresión de que me he pasado la vida entera solucionando tus puñeteros problemas…
—Si soy gay, ¿por qué diablos eres tú el único macho con el que he estado en la vida?
Blay se quedó quieto y solo miró fijamente a Qhuinn, mientras por su cabeza pasaban imágenes de todos esos hombres que Qhuinn se había follado durante años. Por amor de Dios, Blay todavía recordaba a cada uno de esos hombres, aunque sin duda Qhuinn los había olvidado. Podía recordar sus caras. Sus cuerpos. Sus orgasmos.
Todos recibiendo lo que él se moría por tener y que, sin embargo, Qhuinn se negaba a darle.
—¿Cómo te atreves? —dijo Blay—. ¿Cómo cojones te atreves a decir eso? ¿O acaso se te ha olvidado que conozco bien tu historia sexual? Me vi obligado a contemplarla durante mucho más tiempo del que hubiese deseado. Y, francamente, no era tan interesante… y tú tampoco lo eres.
Al ver que Qhuinn se ponía pálido, Blay empezó a sacudir la cabeza.
—Estoy harto. Estoy completamente harto de esto. El hecho de que no seas capaz de aceptarte a ti mismo te va a joder lo que te queda de vida, pero ese es tu problema, no el mío.
Qhuinn lanzó una maldición.
—Nunca pensé que diría esto… pero la verdad es que no me conoces.
—¿Que no te conozco? Yo creo que es al contrario, imbécil. Tú eres el que no se conoce a sí mismo.
Blay esperaba que esas palabras dispararan una especie de explosión, una emoción dramática y desbordada.
Pero no.
Qhuinn solo se cuadró, levantó la cabeza y habló de manera controlada.
—Me he pasado este último año tratando de descubrir quién soy en realidad, más allá de las fanfarronadas, sin máscaras…
—Entonces te puedo decir que has perdido el tiempo, que has pasado trescientas sesenta y cinco noches perdiendo el tiempo. Pero al igual que todo lo demás, ese es tu problema.
Y al terminar esas palabras, Blay soltó una maldición, dio media vuelta y se marchó… sin mirar atrás. Ni siquiera sabía hacia dónde dirigirse, nadie le esperaba en ninguna parte.
Joder, si la definición de locura era hacer la misma estupidez una y otra vez y esperar un resultado diferente, entonces él había perdido la cabeza hacía años. Por el bien de su salud mental, por su bienestar emocional, por su vida misma, tenía que mandar todo esto a…
Qhuinn lo agarró de un brazo con tanta fuerza que lo hizo girar y luego acercó su cara furiosa a la de Blay.
—Nunca vuelvas a darme la espalda así.
Blay experimentó una infinita sensación de agotamiento.
—¿Por qué? ¿Porque tienes algo más que decir? ¿Algo que descubriste sobre ti mismo y que se supone que pondrá en su lugar todas las piezas del rompecabezas? ¿Una gran confesión que va a enderezar la nave y hará que el sol vuelva a brillar? Tú no eres capaz de ver más allá de tus narices y yo ya no soy tan ingenuo.
—Quiero recordarte algo —rugió Qhuinn—. Yo intenté que lo nuestro funcionara. Intenté que tuviéramos una oportunidad.
Blay abrió la boca con asombro.
—¿Que intentaste que lo nuestro funcionara? ¿Estás de coña? ¿Tú crees que follar conmigo para vengarte de tu primo es entablar una relación? ¿Crees que un par de polvos a escondidas es una especie de romance?
—Era lo único que podía hacer. —Aquellos ojos disparejos recorrieron la cara de Blay—. No estoy diciendo que fuera un gran romance, pero te busqué porque quería estar contigo fuera como fuese.
—Pues felicidades. Y ahora que los dos hemos tenido la oportunidad de degustar la mercancía, te puedo decir con plena certeza que tú y yo no estamos hechos para estar juntos. —Cuando Qhuinn empezó a maldecir, Blay se pasó la mano por el pelo y sintió deseos de arrancárselo de la cabeza—. Escucha, si esto te ayuda a dormir mejor, y no creo que te desvele más de un día, puedes decirte que hiciste lo que pudiste, pero que no funcionó. ¿Yo? Yo prefiero ser realista. Lo que ocurrió entre nosotros es exactamente lo que has hecho con todos esos desconocidos con los que has follado en la vida. Sexo, solo sexo. Y aquí llegamos al final.
Los ojos de Qhuinn brillaron con rabia.
—No has entendido nada de lo que te he dicho.
—Entonces estás alucinando, aparte de ser un mentiroso.
—La gente cambia. Ya no soy así, y mucho menos contigo.
Dios… era un triste alivio pensar que, afortunadamente, Qhuinn nunca había llegado a decirle eso antes.
—¿Sabes? Hubo una época en la que habría caído rendido a tus pies al oír algo como eso —murmuró Blay—. Pero ahora… lo único que veo es a ti saltando despavorido tan pronto como alguien sale por una puerta y nos encuentra juntos. ¿Dices que reaccionaste así por respeto a Saxton y a mi relación con él? Bien. Pero yo estoy bastante seguro… No, estoy completamente seguro, de que si analizas tu reacción un poco más, descubrirás que tuvo mucho más que ver contigo que con tu primo. Te has odiado durante tantos años que no creo que seas capaz de amar de verdad a nadie, ni que tengas idea de quién eres. Espero que algún día lo averigües, pero yo no quiero ser parte de esa búsqueda… te lo prometo.
Qhuinn sacudió la cabeza.
—Tal parece que lo tienes todo muy claro.
—No es tan difícil de entender.
—Solo para que lo sepas, yo estaba enamorado de ti.
—Durante tres días, Qhuinn. ¡Tres días! Tres días durante los cuales hubo tantos dramas que Guerra y paz parece un cuento para niños. Eso no es amor. Eso es buen sexo para olvidarse de que la vida es una mierda.
—Yo no soy gay.
—Bien. Entonces eres bisexual. Eres un tío curioso. Un tío al que le gusta experimentar. Como quieras. No me importa. En realidad ya no me importa nada. Yo sé quién soy y así es como quiero vivir mi vida. Tú tienes otra manera completamente distinta de ver las cosas. Buena suerte. Ya se ve que te va muy bien así.
Y con esas palabras, Blay volvió a marcharse.
Y esta vez… Qhuinn lo dejó ir.