69

La vida de Qhuinn dio otra vuelta de tuerca cerca de quince horas después de que perdiera la virginidad. Más tarde pensaría que aquello de que todo solía llegar en tríos era cierto. Pero mientras todo se desarrollaba, en lo único en lo que podía pensar era en sobrevivir a la debacle…

En algún momento durante las horas del día, Qhuinn y Blay se despertaron y se separaron para tomar cada uno su camino.

Qhuinn habría preferido regresar a la casa principal con Blay, pero primero tenía que pasar por la habitación de Luchas y Blay se moría por regresar a su cuarto y darse una ducha. Y en cierto sentido eso favoreció a Qhuinn, porque de esa manera tuvo la oportunidad de pasar también a visitar a Layla.

Su hermano y la Elegida seguían igual: los dos habían dormido bien y Luchas tenía mejor color. En cuanto Layla, fue la primera vez que percibió el embarazo al entrar en su habitación. Las hormonas saltaron a su encuentro en cuanto cruzó la puerta y él se quedó inmóvil al sentir la fuerza del cambio.

Lo cual había sido realmente genial.

No fue tan genial, sin embargo, pasar frente a la puerta del cuarto de Blay y no poder entrar… para dormir otro rato juntos.

En lugar de eso, Qhuinn terminó encerrado dentro de las cuatro paredes de su habitación. Y solo.

Acostado. En la penumbra. Entrando y saliendo de la tierra de los sueños, durante las dos horas que quedaban antes de que sirvieran la Primera Comida.

Así que cuando la puerta se abrió de par en par y entró a su cuarto una fila de machos altos y con capuchas negras, el pasado y el presente se fusionaron y se volvieron tan intercambiables que el ataque de la Guardia de Honor salió de la tumba de su memoria y aterrizó justo en su habitación de la mansión.

Sin saber si estaba soñando o algo de aquello era real, lo primero que pensó era que se alegraba de que Blay no estuviese con él. Su amigo ya lo había encontrado una vez muerto al borde de una carretera y nadie necesitaba revivir algo así.

Su siguiente pensamiento fue que no iba a rendirse y se llevaría por delante a todos los que pudiera, antes de que sus atacantes terminaran con él.

Así que Qhuinn lanzó un grito de guerra y saltó de la cama para adoptar una posición de ataque tan poderosa que en efecto logró tumbar a los dos machos que iban adelante. Luego giró sobre sus piernas y empezó a dar patadas y a golpear a todo el que se le acercaba y sintió una breve satisfacción al notar que sus objetivos maldecían y trataban de quitarse de su alcance…

Después sintió que algo lo agarraba del pecho por detrás y lo levantaba con tanta fuerza que sus pies se elevaron del suelo, mientras su cuerpo trazaba un inmenso círculo y…

Holaaaa, pared.

La fuerza del impacto hizo que reconsiderara la brillante idea de repeler el ataque. Su cara, su pecho y sus caderas se estrellaron con tanta fuerza contra la pared de yeso que dejaron en el muro una impresión en 3-D de su silueta.

Sin embargo, Qhuinn apoyó las manos en la pared de inmediato, listo para saltar hacia atrás…

Pero la mano que se cerró sobre su nuca y lo mantuvo en su lugar parecía hecha de acero puro. Qhuinn no pudo, literalmente, mover ni uno solo de sus músculos, mientras su cuerpo se negaba a dejarse dominar…

—Tranquilo, cabrón. Cálmate antes de que me vea obligado a hacerte daño.

El sonido de la voz de Vishous no tenía ningún sentido.

Entonces Qhuinn vio por el rabillo del ojo cómo todas esas capuchas negras formaban un círculo a su alrededor y lo rodeaban con la misma intensidad que la mano que lo mantenía inmóvil.

Pero los machos no lo estaban atacando.

—Relájate —le dijo V al oído—. Respira conmigo, vamos, ya. Respira. Nadie te va a hacer daño.

La charla funcionó y aquella voz serena logró llegar hasta el fondo de su cerebro. Y Qhuinn se relajó. Después empezó a temblar.

—¿Vishous?

—Sí. Soy yo, amigo. Tienes que seguir respirando.

—¿Quién… más?

—Rhage.

—Butch.

—Phury.

—Zsadist.

—Tohr.

Las voces coincidían todas con los nombres, mientras su tono profundo y serio se decantaba en su cerebro y lo ayudaba a volver a una realidad que no tenía nada que ver con el pasado.

Y luego, la última voz fue como el último peldaño de la escalera que lo sacó de aquella espiral mental y lo devolvió a la realidad.

—Wrath.

Qhuinn trató de volver la cabeza para mirar al rey, pero el puño de V se lo impedía.

—Voy a soltarte, amigo, ¿vale? —dijo V—. Pero tienes que prometerme que vas a cuidar tus modales.

—Sí.

—A la de tres. Uno. Dos. Tres…

Vishous dio un salto hacia atrás y aterrizó en una posición de combate cuerpo a cuerpo: con los brazos arriba, los puños listos y un perfecto equilibrio. A pesar de que la cara del hermano estaba oculta por la capucha, Qhuinn se pudo imaginar su expresión. Y no le cabía ninguna duda de que, si llegaba a hacer algún movimiento, tendría un nuevo encuentro con la pared y, la verdad, ya la conocía suficientemente bien, gracias.

Qhuinn se sintió como quince centímetros más delgado.

Entonces soltó una maldición y se dio la vuelta lentamente, mientras mantenía las manos donde la Hermandad pudiera verlas.

—¿Me estáis echando de la casa?

No tenía ni idea de qué sería lo que había hecho esta vez, pero con su historia y su facilidad para enervar a la gente, a propósito y por defecto, podía ser cualquier cosa.

—No, idiota —dijo V con una carcajada.

Repasó con la mirada aquel círculo de figuras solemnes y encapuchadas, tratando de identificar a cada uno ellos. Esos eran los tíos con los que combatía hombro con hombro, los que siempre le protegían y a los que él protegía cuando era necesario. Eran los tíos con los que vivía y trabajaba.

Entonces ¿qué diablos estaba sucediendo?

La tercera figura de la izquierda levantó entonces un brazo y un dedo largo apuntó directamente al centro del pecho de Qhuinn.

Al ver ese gesto, Qhuinn regresó de inmediato a la cabina de aquel Cessna, concluido ya con éxito el terrible aterrizaje, con Zsadist vivo y a salvo y el objetivo cumplido… justo al preciso momento en que aquel macho lo señaló de la misma manera que lo estaba haciendo ahora.

Y luego Wrath dijo en Lengua Antigua:

—Se te hará una pregunta. Una vez y solo una vez. Y tu respuesta debe soportar la prueba del tiempo, desde este mismo momento hasta el final de su estirpe. ¿Estás preparado para oír la pregunta?

Qhuinn sintió que el corazón se le aceleraba y miraba a uno y otro lado porque no podía creer que eso fuera…

Solo que… ¿cómo era posible? Considerando su linaje y aquel defecto físico, no sería legal que alguien como él…

De repente pensó en la imagen de Saxton trabajando todas esas noches en la biblioteca.

Puta… mierda.

Tantas preguntas: ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? ¿Qué había de John Matthew, cuyo pecho ya exhibía, mágicamente, la marca de la Hermandad?

Las preguntas se agolpaban en su cabeza, y para ninguna tenía respuestas. Qhuinn sabía que tenía que contestar pero, mierda, no podía…

De repente pensó en su hija con una súbita claridad y recordó la imagen que había visto en la puerta del Ocaso.

Volvió a mirar a cada uno de los encapuchados. Qué ironía, pensó. Hacía casi dos años le habían enviado una Guardia de Honor para garantizar que él supiera que su familia no lo quería. Y ahora estos machos con capuchas negras habían venido a invitarlo a un grupo distinto, cuyo vínculo era tan fuerte como el de la sangre.

—Mierda, sí —dijo Qhuinn—. Preguntad.

‡ ‡ ‡

El primer indicio que tuvo de que algo grande estaba pasando fueron las pisadas frente a su puerta. Blay estaba frente al espejo, afeitándose, cuando oyó las pisadas por el corredor de las estatuas, pesadas, repetitivas… muchas pisadas.

Tenía que ser la Hermandad.

Luego, cuando se inclinó sobre el lavabo para quitarse de las mejillas los restos de la espuma de afeitar, oyó que algo duro caía en el suelo del cuarto de al lado… ¿o tal vez era algo contra la pared? Blay estaba seguro de que el ruido venía de la habitación de Qhuinn.

Entonces cerró los grifos del lavabo, cogió una toalla y se la envolvió alrededor de las caderas antes de salir corriendo de su cuarto para dirigirse a…

Blay frenó en seco. La habitación de Qhuinn estaba a oscuras, pero gracias a la luz que entraba desde el corredor se podía ver… un círculo de capuchas negras alrededor de Qhuinn. Y su amigo estaba contra la pared.

Lo único que se le ocurrió fue que una segunda Guardia de Honor había ido a atacar a Qhuinn… aunque sabía con total certeza que los que estaban bajo esas capuchas eran los hermanos. Tenían que ser los hermanos…

La voz de Vishous resolvió el enigma y Blay escuchó entonces sus palabras lentas y nítidas.

Luego soltaron a Qhuinn. Cuando se dio la vuelta estaba blanco como el papel, temblando de la cabeza a los pies, y permanecía desnudo en medio de aquellas figuras encapuchadas.

Wrath interrumpió el silencio y la profunda voz de barítono del rey invadió la oscuridad diciendo: Se te hará una pregunta. Una vez y solo una vez. Y tu respuesta debe soportar la prueba del tiempo, desde este mismo momento hasta el final de su estirpe. ¿Estás preparado para oír la pregunta?

Blay se puso sobre la boca la mano con la que sostenía la daga. Esto no podía ser… ¿o sí? ¿Estaban invitando a Blay a formar parte de la Hermandad de la Daga Negra?

Al instante, Blay armó todas las piezas del rompecabezas: Saxton trabajando durante todos esos meses; los actos de heroísmo de Qhuinn; el hecho de que le hubiesen informado a John de que Qhuinn ya no era su ashtrux nohtrum.

Wrath había cambiado las Leyes Antiguas.

Puta mierda.

Y luego las palabras de Qhuinn: «Mierda, sí. Preguntad».

Blay no pudo evitar sonreír mientras regresaba a su habitación. Solo Qhuinn podía ser tan tosco.

Cuando cerró la puerta, Blay se quedó allí, esperando. Unos momentos después, aquellas pisadas volvieron a pasar frente a su habitación, por el corredor, y enseguida desaparecieron… cambiando para siempre la historia.

En todos los siglos de existencia de la Hermandad nunca habían introducido a nadie que no fuera hijo de un hermano y una hembra del linaje de las Elegidas. Qhuinn era técnicamente un aristócrata: incluso a pesar de haber sido repudiado por su familia y a pesar de su «defecto», su estirpe era la que era. Pero no tenía la clase de ADN, ni el nombre guerrero que tenían los otros.

Y sin embargo regresaría a la mansión como un macho entre iguales, siempre y cuando sobreviviera a la ceremonia.

Se alegraba de que Luchas estuviera vivo para verlo. Eso sería muy importante para Qhuinn.

Blay se vistió. Cuando revisó su móvil vio el mensaje general que había enviado Tohr y que decía que nadie saldría al campo de batalla esa noche… y que ahora tendrían dos nuevos compañeros en la casa: las Sombras irían a vivir a la mansión.

Genial. Considerando el malestar que reinaba entre la aristocracia y aquel atentado contra la vida de Wrath, no había nada mejor que tener a esos dos asesinos viviendo bajo su mismo techo. Y si sumábamos las monerías de Lassiter, eso significaba que el rey contaba con un trío de tíos con ciertas capacidades extraordinarias para protegerlo.

Con suerte, Trez y iAm se volverían invitados permanentes.

Blay salió de su habitación y bajó las escaleras. Desde luego no se sorprendió al ver a los doggen corriendo por todas partes y preparando una fiesta.

Estaba deseando que todo volviera de nuevo a la normalidad.

Y, joder, cómo desearía tener algo en lo que ocuparse.

Como sabía que no debía acercarse a Fritz para ofrecerle ayuda con los preparativos, decidió dirigirse a la sala de billar, tomó un taco y organizó las bolas. Estaba poniendo tiza al taco cuando sonó la campana de la puerta del vestíbulo.

—Yo abro —gritó Blay y se llevó el taco con él. Antes de abrir miró la pantalla del monitor de seguridad.

Saxton estaba en la escalera de entrada. Tenía muy buen aspecto, descansado y saludable.

Blay le abrió.

—Bienvenido.

Saxton se quedó sorprendido al verlo, pero se recuperó rápidamente con una sonrisa.

—Hola.

Blay no sabía si debían abrazarse o no. ¿O tal vez tenían que darse un apretón de manos?

—Tenemos que dejar esta tensión —declaró Saxton—. Ven aquí.

—Sí, lo sé.

Después de un abrazo rápido, Blay tomó las maletas Gucci y los dos subieron por la gran escalera, uno junto al otro.

—Tienes buen aspecto, ¿qué tal las vacaciones? —preguntó Blay.

—Espléndidas. Fui a ver a mi tía… La única que todavía me habla, ¿recuerdas? Tiene una casa en Florida.

—Florida es un lugar peligroso para los vampiros. No hay muchos sótanos.

—Ah, pero ella vive en un castillo de piedra. —Saxton hizo una seña con la cabeza hacia el vestíbulo—. No se parece en nada a esto. Las noches son tibias, el océano es magnífico y la vida nocturna es…

Al ver que Saxton dejaba la frase en el aire, Blay lo miró.

—Está bien, déjalo. Me alegra que te hayas divertido. De verdad.

Saxton lo miró fijamente y luego murmuró:

—Tú también has estado ocupado, ¿no es cierto?

Maldición. Como era pelirrojo, Blay tenía una piel muy clara, y siempre se ponía colorado como un tomate. Ahora sentía la cara tan encendida como si estuviera en llamas.

Pasaron frente al estudio de Wrath y siguieron caminando por el corredor de las estatuas. Saxton se rio.

—Me alegro por ti… y no voy a hacer ninguna pregunta.

Saxton lo sabía, pensó Blay.

—Sí. Así es.

—¿Qué tal si me cuentas los últimos chismes? —dijo Saxton al entrar en su habitación—. Tengo la impresión de que he estado ausente durante una eternidad.

—Bueno… pues prepárate.

Luchas. Trez y iAm. Qhuinn y la inducción.

Cuando Blay terminó de contar, Saxton estaba sentado en la cama, con la boca abierta.

—Pero tú sabías lo de Qhuinn, ¿no? —dijo Blay.

—Sí, lo sabía. —Saxton se arregló el corbatín, aunque el nudo estaba tan apretado que se veía perfectamente simétrico—. Y tengo que decir que, aunque no sé tanto como tú acerca de sus aptitudes en el campo de batalla, todo lo que he oído sugiere que es un honor bien merecido. Entiendo que tuvo un papel muy importante cuando sacaron a Wrath con vida de aquel atentado.

—Sí, es muy valiente, eso es cierto.

Entre otras cosas.

Blay miró hacia el corredor, recordando la imagen de aquellas figuras encapuchadas que rodeaban a su amigo. ¿Qué demonios irían a hacerle?