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—Sí, claro que puedes entrar a verlo. Está un poco adormilado, pero consciente. —La doctora Jane sonreía, lo que parecía un buen augurio.
Qhuinn se acomodó los pantalones sobre las caderas y se metió la camiseta. Sin embargo, no quiso ceder a la tentación de alisarse el pelo y obligó a sus brazos a permanecer quietos, aunque sus manos se morían por hacer las veces de un peine.
—¿Se pondrá bien?
La doctora asintió con la cabeza, mientras empezaba a desatarse la mascarilla que le colgaba del cuello.
—Hemos tenido que extraerle el bazo para detener la hemorragia interna. También hemos hecho una exhaustiva exploración de sus otros órganos y parecen estar bien. Creemos que tu hermano permaneció en una especie de éxtasis dentro de ese bidón de aceite, de modo que la sangre del Omega lo conservó en su estado actual, a pesar de las heridas. Si lo hubiesen dejado fuera, estoy segura de que habría muerto.
Una maldición que producía un milagro, pensó Qhuinn.
—¿Y no está contaminado?
Jane se encogió de hombros.
—Su sangre es roja y no parece que haya rastros del Omega en él… pero no sabemos, es la primera vez que tratamos un caso así.
—Bien. Muy bien. —Qhuinn miró de reojo hacia la puerta de la sala de recuperación—. Perfecto.
Hora de entrar, se dijo. Vamos…
Sus ojos se clavaron en los de Blay. Durante las cuatro horas de la intervención quirúrgica, Blay había ido y vuelto varias veces, tomándose cortos descansos en el garaje para fumar. Pero siempre regresaba.
Dios, parecía agotado.
¿Acaso se había fijado en él desde que V salió y los encontró…?
Por Dios, qué mal rato habían pasado.
—Voy a entrar —dijo Qhuinn.
Pero solo se puso en movimiento cuando vio que Blay asentía con la cabeza.
Al empujar la puerta, lo primero que sintió fue ese olor a antiséptico que asociaba con las contusiones posteriores a los combates. Después oyó el sutil silbido que emitía el monitor que estaba junto a la camilla, en el centro de la habitación, y el sonido de las teclas del ordenador en el que estaba escribiendo Ehlena.
—Te dejaré solo un momento —dijo ella con amabilidad y se levantó.
—Gracias —contestó Qhuinn.
Cuando la puerta se cerró tras la enfermera, Qhuinn se volvió a arreglar la camisa, aunque no era necesario.
—¿Luchas?
Mientras esperaba a que su hermano respondiera, miró a su alrededor. Los desechos de la cirugía, las gasas ensangrentadas, los instrumentos quirúrgicos, los tubos de plástico… todo había desaparecido y solo quedaba aquel cuerpo inmóvil cubierto de sábanas blancas y una bolsa roja de plástico que daba fe de todas las horas que habían pasado trabajando allí.
—¿Luchas?
Qhuinn se acercó y bajó la mirada hacia la camilla. Joder, por lo general no tenía problemas con su tensión arterial, pero cuando le echó un vistazo a la cara de su hermano, todo empezó a darle vueltas y entonces recordó lo alto que era… y lo lejos que estaba el suelo si se caía.
Los ojos de Luchas se abrieron fugazmente.
Grises. Sus ojos eran grises y todavía lo eran.
Qhuinn se estiró para acercar un taburete con ruedas y, cuando se sentó, no supo qué hacer con los brazos, las manos… la voz.
Jamás había pensado que volvería a ver a un miembro de su familia. Y eso desde antes de los ataques, cuando fue expulsado de su casa.
—¿Cómo te sientes? —Vaya pregunta tan estúpida.
—Él… me… mantuvo…
Qhuinn se acercó, pero, maldición, la voz era tan débil y ronca que era casi inaudible.
—¿Qué?
—Él… me… mantuvo… vivo…
—¿Quién?
—… gracias… a… ti.
—¿De quién estás hablando? —Era difícil imaginarse que el Omega tuviera una vendetta contra…
—Lash…
Al oír ese nombre, Qhuinn enseñó los colmillos. Ese maldito primo suyo, que no solo había resultado un impostor, sino una especie de hijo trasplantado del Omega. De pequeño, el hijo de puta era un engreído detestable. Como pretrans, en el programa de entrenamiento, le había hecho la vida imposible a John Matthew. ¿Y después de la transición?
Su verdadero padre había regresado a buscarlo y lo había recibido en su seno, como resultado de lo cual se había desatado un infierno. Lash había sido el líder de los ataques de hacía dos años. La Sociedad Restrictiva llevaba siglos luchando por descubrir los enclaves vampiros, y nunca los habría descubierto de no ser por ese cabrón. Debido a que había sido adoptado por una familia aristocrática sabía exactamente adónde enviar a los asesinos, y lo había hecho. El resultado fue una masacre. Las clases altas quedaron diezmadas.
Pero al parecer papi y su hijo adorado se pelearon al cabo de un tiempo.
Mierda, la idea de que Lash hubiese torturado a su hermano hacía que deseara matarlo de nuevo.
Luchas gruñó y respiró profundamente. Qhuinn levantó una mano para… darle un golpecito en el hombro o algo. Pero no siguió adelante con sus intenciones.
—Escucha, no tienes que hablar.
Aquellos ojos grises inyectados se clavaron en los de Qhuinn.
—Él me mantuvo… vivo… gracias a… lo que yo… te hice…
Qhuinn vio cómo su hermano comenzaba a llorar en la camilla, mientras sus emociones se desbordaban por sus mejillas, en una combinación de arrepentimiento, dolor físico y, seguramente, cierta somnolencia causada por los sedantes que le habían dado.
Porque a Qhuinn le costaba trabajo creer que su hermano pudiera hacer una demostración como esa en circunstancias normales. Así no era como los habían educado. La etiqueta siempre estaba por encima de las emociones.
Siempre.
—La Guardia de Honor… —Luchas empezó a llorar más fuerte—. Qhuinn… Lo siento tanto… lo siento…
«¡Esperad! ¡No hay que matarlo!».
Fueron las palabras de su hermano aquella terrible noche.
Qhuinn parpadeó y regresó a la noche de aquella paliza a un lado de la carretera, rodeado por aquellos machos con capuchas negras que le daban patadas y lo golpeaban mientras él trataba de protegerse la cabeza y los testículos.
Creyó morir. Incluso llegó a verse a las puertas del Ocaso… donde vio a su hija.
Era curioso comprobar cómo todos los procesos completaban un ciclo. Y cómo algunas tragedias podían conducir a cosas buenas.
Qhuinn se decidió por fin a tocar a su hermano y le puso sobre el hombro la mano con la que manejaba la daga.
—Ssshhhh… está bien. Estamos bien, ya pasó…
Qhuinn no estaba seguro de que eso fuera cierto, pero ¿qué otra cosa le podía decir a su hermano moribundo?
—Él quería… convertirme… —Luchas respiró profundo—. Y me sacó de allí… Luego… desperté en los bosques… Sus machos me golpearon… me hicieron cosas… me metieron en esa… sangre… Luego me quedé esperando… a que regresaran… pero nunca volvieron…
—Estás a salvo aquí. —Eso fue lo único que se le ocurrió decir—. No te preocupes por nada. Nadie podrá acercarse a ti.
—¿Dónde… estoy?
—En el centro de entrenamiento de la Hermandad.
Los ojos grises de Luchas se abrieron como platos.
—¿De verdad?
—Sí.
—Y… —La expresión de Luchas cambió y sus atractivos rasgos se contrajeron un poco más—. ¿Qué pasó con mahmen? ¿Papá? ¿Solange?
Qhuinn solo negó con la cabeza.
Y en respuesta oyó un súbito cambio en esa frágil voz.
—¿Estás seguro de que están muertos? ¿Seguro?
Como si su hermano no quisiera que ninguno de ellos sufriera lo que él había sufrido.
—Sí, estamos seguros.
Luchas suspiró y cerró los ojos.
Mierda. Qhuinn se sentía mal por mentir, pero a pesar del hecho de que los monitores que rodeaban la cama sugerían que su hermano continuaba estable, si llegaba a morirse no quería enviarlo a la tumba pensando que, después de lo que le habían hecho a él, nadie podía estar seguro de cuántos más habrían sido secuestrados… ni cuándo…
En medio del silencio que siguió, Qhuinn miró la mano de su hermano. Todavía llevaba el anillo del sello, quizás porque tenía el nudillo tan hinchado que habrían tenido que cortarlo para quitárselo.
El escudo que estaba grabado en la superficie dorada contenía los símbolos sagrados que solo podían identificar a las Familias Fundadoras. Y, sí, rayos, era totalmente descabellado, y muy inapropiado, codiciar esa maldita joya, pues después de todo lo que había sucedido lo normal sería que solo sintiera asco al verla.
Pero, claro, tal vez solo era una reacción instintiva, un eco de todos esos años que había pasado esperando obtener uno igual.
—¿Qhuinn?
—¿Sí?
—Lo siento…
Qhuinn negó con la cabeza, aunque Luchas tenía los ojos cerrados.
—No te preocupes por nada. Estás a salvo. Estás de regreso. Y todo va a salir bien.
Al ver que el pecho de su hermano se elevaba y se contraía de nuevo como si se sintiera aliviado, Qhuinn se restregó la cara y pensó que nada de lo que estaba sucediendo le gustaba. Ni el estado en que se encontraba su hermano ni su regreso.
Por supuesto, se alegraba de que estuviera vivo. Pero hacía mucho tiempo que había cerrado la puerta a todos los recuerdos de su vida familiar y los había relegado al fondo de su archivo mental. Archivados para siempre, con la intención de no volverlos a sacar de allí nunca más.
Y ahora… ¿qué podía hacer?
Uno nunca sabe lo que la vida le tiene reservado.
Lo malo era que a él siempre acababa atizándole, inevitablemente, en donde más le dolía.
‡ ‡ ‡
Cuando oyó un silbido suave, Blay se sobresaltó.
—Ah, hola, John.
John Matthew levantó la mano a manera de saludo.
—¿Cómo va todo? —dijo por señas.
Blay se encogió de hombros y pensó que ya iba siendo hora de que se levantara del suelo. Tenía dormido el trasero, lo cual significaba que era hora de dar otro paseo.
Blay gruñó mientras se ponía de pie y estiraba la espalda.
—Supongo que todo está bien. Luchas estaba despierto después de la cirugía, así que Qhuinn está con él ahora.
—Ah, rayos.
John se acomodó contra la pared. Estaba vestido con ropa de casa y todavía llevaba el pelo mojado. También tenía la marca de un mordisco en el cuello.
Blay desvió la mirada. Abrió la boca para decir algo. Pero se quedó sin palabras.
Con el rabillo del ojo vio que John decía por señas:
—¿Y cómo está Saxton?
—Ah, bien. Está bien… tomándose unas pequeñas vacaciones.
—Ha estado trabajando muy duro.
—Sí, así es. —Blay se sintió raro al ocultarle algo a John. Aparte de Qhuinn, John era el amigo más cercano que había tenido, aunque también se habían alejado un poco durante el último año—. Pero regresará dentro de unos días.
—Debes echarlo mucho de menos.
John también desvió la mirada, como si supiera que estaba presionando demasiado.
Lo cual tenía lógica. Blay siempre se había mostrado reacio a hablar sobre su relación y solía desviar la conversación hacia otros temas.
—Sí.
—¿Y cómo está Qhuinn? No quiero entrometerme, pero…
Blay solo volvió a encogerse de hombros.
—Lleva un rato ahí dentro. Supongo que eso es bueno.
—¿Luchas va a sobrevivir?
—Eso lo dirá el tiempo, pero al menos parece que la cosa va bien. —Blay sacó el paquete de tabaco y encendió un cigarrillo. Al ver que no había más conversación, dijo—: Escucha, perdona que esté tan callado.
La verdad era que aquella mordedura en el cuello de John era un recordatorio de lo que tendría que hacer al cabo de un rato. Y no le apetecía que se lo recordaran.
La voz de Qhuinn resonó en su cabeza: «Podríamos ir juntos».
¿Qué demonios era lo que había aceptado hacer?
—Estás estresado —dijo John mientras se concentraba en la puerta de la sala de recuperación—. Todos estamos estresados. Todo esto es… estresante.
Blay frunció el ceño. Algo pasaba, su amigo estaba muy raro.
—Oye, ¿tú estás bien?
Después de un momento, John dijo:
—La otra noche sucedió una cosa muy rara. Wrath me llamó a su oficina y me dijo que Qhuinn ya no seguiría siendo mi ahstrux nohtrum. Al principio me alegré, es genial, me parece perfecto… Pero luego lo pensé mejor. Qhuinn no me ha dicho nada y no sé si yo debería decirle algo a él. Tampoco sabía que eso fuera posible, quiero decir dejar de ser mi ahstrux nohtrum. Cuando todo esto comenzó nos dijeron que era algo permanente. Por otra parte, a lo mejor ha pedido renunciar y se lo han permitido, o tal vez sea por su asunto con Layla. Pensé que no iban a aparearse.
Blay maldijo entre dientes.
—No tengo ni idea.
Mierda, era probable que Qhuinn estuviese considerando el tema del apareamiento, y quizás esa era la razón por la que se había molestado tanto al verse descubierto por V.
Ahora que el embarazo iba por buen camino, Qhuinn y Layla tal vez podrían emparejarse…
En ese momento se abrió la puerta y Qhuinn salió de la sala de recuperación. Parecía que acababan de darle una paliza.
—Hola, John, qué tal.
Los dos machos se abrazaron para saludarse. Qhuinn miró a Blay de reojo, pero luego siguió conversando con John.
Un momento después John se marchó y ellos volvieron a quedarse solos.
—¿Estás bien? —preguntó Qhuinn.
Era evidente que esa era la pregunta del momento.
—De hecho, yo iba a preguntarte lo mismo. ¿Cómo está Luchas? —Blay se agachó para apagar el cigarrillo contra la suela de su bota.
Pero antes de que Qhuinn pudiera responder, Selena salió por la puerta de la oficina, como si la hubiesen llamado. La Elegida caminó hacia ellos con elegancia y decisión, mientras que su tradicional túnica blanca flotaba alrededor de sus piernas.
—Saludos, excelencias —dijo al acercarse—. La doctora Jane me indicó que alguien requería de mis servicios.
Blay sintió deseos de darse un puñetazo. Eso era lo último que él…
—Sí, nosotros dos —respondió Qhuinn.
Blay cerró los ojos mientras sentía un súbito arrebato interior. La idea de ver a Qhuinn alimentándose era como una droga para su sangre que amenazaba con endurecer su polla en un instante. Pero en realidad no era…
—Podemos hacerlo aquí, si te parece —murmuró Qhuinn.
Bueno, eso era mejor que en una habitación. Así sería más profesional, ¿verdad?
Además, necesitaba alimentarse. Y sin duda Qhuinn también, después de tanto drama junto.
Blay arrojó la colilla del cigarrillo en una papelera y siguió a Qhuinn y a la Elegida, que avanzaban presurosos por el pasillo. Los tenía a los dos delante de los ojos pero no podía ver más que a Qhuinn; no vio ninguno de los movimientos de la Elegida porque su mirada estaba fija en el cuerpo de su amigo, desde aquellos hombros, hasta aquellas caderas… y el trasero…
Muy bien, eso tenía que acabarse de una vez por todas.
Solo necesitaba recuperar el control, alimentarse lo más rápido que pudiera y excusarse para desaparecer enseguida.
Quizás el plan funcionara.
Luego atravesaron una puerta. Conversación. Sonrisas de cortesía, aunque no tenía ni idea de lo que le habían preguntado ni lo que había contestado.
Ah, una de las habitaciones de la clínica, pensó Blay. Eso estaba pero que muy bien. Un entorno antiséptico. Solo tomar la vena y proceder con una función biológica que no necesariamente tenía que llevar a otra…
—¿Perdón? —dijo la Elegida y lo miró con desconcierto.
Genial. Había estado hablando en voz alta, pero no sabía desde hacía cuánto.
—Lo siento —dijo Blay con gentileza—. Pero la verdad es que estoy hambriento.
—En ese caso, ¿quieres ser el primero? —preguntó Selena.
—Sí, que él vaya primero —respondió Qhuinn, al tiempo que se recostaba contra la puerta.
Bueno, allá vamos, pensó Blay. Todo estaba arreglado. Cuando Qhuinn comenzara, él se marcharía.
Blay dio un paso al frente, indeciso, sin saber muy bien dónde colocarse. Selena resolvió rápidamente el problema acercando una silla y poniéndola junto a la cama. Perfecto, Blay se subió a la cama; su peso aplastó el colchón mientras los resortes crujían. Y luego su mente se cerró, lo cual fue un alivio. Cuando Selena estiró el brazo y se levantó la manga blanca, el hambre saltó a la palestra y el vampiro sintió cómo se alargaban sus colmillos y su respiración se volvía más pesada.
—Por favor, toma todo lo que desees —dijo ella con cortesía.
—Te doy las gracias por este regalo, Elegida —respondió él en voz baja.
Blay se inclinó hacia delante y la mordió con tanta delicadeza como pudo. Al primer contacto con la sangre se dio cuenta de que había pasado demasiado tiempo. Así que dejó escapar un aullido, mientras su estómago rugía y los instintos tomaban el control de sus actos. Empezó a chupar cada vez más deprisa al tiempo que sentía cómo el poder que llegaba a su estómago se iba distribuyendo por todo su cuerpo…
Entonces miró a Qhuinn.
Y en medio de la bruma que llenaba su cabeza se dio cuenta vagamente de que, de nuevo, otro de sus planes salía volando por la ventana. De hecho, eso de ir juntos a alimentarse había sido muy mala idea, si realmente no quería volver a estar con Qhuinn. Porque ya era bastante difícil actuar con lógica cuando se trataba de emociones encontradas, pero ¿sumadas al deseo sexual, magnificado por la sangre que estaba tomando?
En realidad él era el imbécil más imbécil de todos. De verdad.
Y eso se volvió especialmente cierto cuando vio cómo el miembro de Qhuinn empezaba a inflarse detrás de la bragueta de sus pantalones.
Mierda.
Mierda.
Joder, uno de estos días tendría que tener los cojones de marcharse. De verdad.
Ay, MIERDA.