60

Cuando Qhuinn volvió a tomar forma, su linterna iluminó la última cabaña. Esta vez no esperó a los demás, sino que caminó derecho hacia la puerta, la cual estaba intacta y cerrada con llave…

La primera señal de que ahí había algo raro fue el rústico picaporte de la puerta: cuando Qhuinn lo agarró, una carga eléctrica de baja intensidad entró por su mano y subió hasta el brazo.

Retiró la mano de inmediato. Sus instintos se activaron con una señal de alarma.

—¿Qué pasa? —preguntó Rhage, que llegaba en ese momento hasta el pequeño pórtico.

Qhuinn miró a su alrededor y vio que Blay y John estaban avanzaban hacia ellos.

—No lo sé.

Rhage se acercó a la puerta y tuvo la misma reacción.

—¡Mierda! —exclamó, al tiempo que daba un paso atrás.

—Sí, lo sé —murmuró Qhuinn, mientras retrocedía y revisaba el exterior de la cabaña con la linterna.

Las dos ventanas que había a cada lado de la entrada estaban tapadas con tablas y, al caminar alrededor para revisar el costado de la estructura, Qhuinn vio que las ventanas laterales también estaban cubiertas.

—A la mierda con esto —gruñó Rhage y entonces dio tres pasos hacia atrás y cargó contra la puerta, usando el hombro como si fuera un ariete.

Y se rompieron los paneles de madera…

Entonces una luz cegadora encendió la noche iluminando el bosque como si hubiese estallado una bomba y convirtiendo en una escena de cine la imagen de Rhage saliendo despedido hacia atrás.

Mientras Blay y John corrían a ver cómo estaba Rhage, Qhuinn se inclinó hacia delante y estiró el brazo para tocar el marco, al tiempo que se preparaba para recibir una descarga de un par de cientos de voltios de quién sabe qué.

Sin embargo, su mano solo atravesó el aire, pero debido al impulso que llevaba su cuerpo, Qhuinn se fue literalmente de bruces y tuvo que enrollarse como un ovillo para evitar aterrizar sobre la cara. Un instante después se levantó del suelo de un salto y aterrizó en cuclillas, con un arma en una mano y la linterna en la otra.

Algo olía muy mal.

—Detrás de ti —dijo Blay, al tiempo que un segundo rayo de luz se unía al de Qhuinn.

El aire que circulaba por la cabaña era curiosamente tibio, como si hubiese un calentador en alguna parte, aunque eso no era posible. No había electricidad ni un tanque de gas. Y se veía que nadie había pasado por allí desde hacía tiempo, a juzgar por la capa de polvo que cubría las tablas del suelo y las delicadas telarañas que colgaban del techo, tan inmóviles como pesadas lianas.

—¿Qué es eso? —preguntó Blay.

Cuando Qhuinn movió su luz, frunció el ceño. Contra la pared del fondo había un montón de lo que parecían ser bidones de aceite, todos apilados uno contra otro, como si tuvieran miedo y se hubiesen reunido allí para protegerse mutuamente.

Qhuinn se acercó, sin dejar de mover la linterna para formar círculos con su luz, y volvió a fruncir el ceño cuando le echó un buen vistazo a los bidones. Ninguno tenía tapa y la luz de la linterna parecía reflejarse sobre una especie de aceite.

—¿Qué… diablos es esto?

Entonces se inclinó sobre el que tenía más cerca e inhaló profundamente por la nariz. Al sentir en las fosas nasales el impacto del hedor de los restrictores, y considerando que la luz no parecía penetrar la superficie del líquido, Qhuinn supo que aquello solo podía ser una cosa: algo que, con toda seguridad, no servía para alimentar un calentador ni un generador.

Era sangre del Omega.

—Detrás de ti —dijo Rhage al entrar a la cabaña.

Un suave silbido anunció que John también acababa de entrar.

—¿Eso es lo que creo que es? —murmuró Blay plantándose junto a Qhuinn.

Qhuinn se puso la linterna en los dientes y estiró la mano. Cuando su piel hizo contacto con aquel líquido viscoso, algo salió del bidón…

—¡Mierda! —gritó y dio un salto hacia atrás.

Su linterna aterrizó en el suelo y salió rodando hacia un lado, pero el rayo de la linterna de Blay siguió iluminando lo que se había movido.

Era un brazo.

Había alguien dentro del bidón.

—Por Dios —dijo Blay entre dientes.

Detrás de ellos, la voz de Rhage resonó con alarma.

—¿V? Necesitamos refuerzos aquí. Ya.

Qhuinn se agachó y agarró la linterna. Al volver a enfocar la luz sobre el líquido aceitoso, observó cómo aquel antebrazo volvía a moverse como a cámara lenta justo debajo de la superficie, asomando solamente la muñeca y el dorso de la mano…

Algo brillo fugazmente y captó la atención de Qhuinn. Entonces movió el rayo de luz y se inclinó todavía más sobre el bidón.

La mano no era una mano normal: tenía las articulaciones deformadas y le faltaban varios dedos completos y partes de los que quedaban, como si la hubiesen pasado por una batidora…

En ese momento algo volvió a brillar en medio de aquella cloaca llena de sangre del Omega.

Era… ¿un anillo?

—Espera, espera, Qhuinn… Tienes que retroceder…

Qhuinn hizo caso omiso de la recomendación y siguió acercándose cada vez más…

Y más.

Al principio no pudo creer lo que estaba viendo. Sencillamente no podía ser un anillo con un sello de familia.

Pero ¿qué otra cosa podía ser? Estaba puesto en el dedo índice, el único que permanecía en su lugar. Y era dorado; aun en medio de aquel aceite negro se podía distinguir su brillo amarillento. Y el anillo tenía un sello en el cual había grabado un…

—Qhuinn —gritó Rhage—. Aléjate ya de ahí…

El brazo volvió a moverse y aquella pálida mano se asomó a través de la superficie del líquido, como si fuera la mano de un espectro saliendo de la tumba…

La sangre del Omega se escurrió hacia abajo, revelando el sello del anillo…

—Qhuinn, no estoy jugando…

De repente estalló en la cabaña un ruido que lo invadió todo.

Y Qhuinn no se dio cuenta de que fue el grito que salió de su propia garganta.

‡ ‡ ‡

Blay pensó que lo que había dentro del bidón había agarrado a Qhuinn y que esa era la razón del grito de su amigo. Así que saltó instintivamente y agarró a Qhuinn de la cintura, plantándose en el suelo como un ancla y tirando hacia atrás.

Pero lo que salió de aquel bidón fue algo que acecharía las pesadillas de Blay durante años… Más bien durante décadas.

De hecho, lo que había dentro del bidón no fue lo que agarró a Qhuinn, sino todo lo contrario. Y mientras Blay tiraba hacia atrás, una figura masculina fue saliendo del bidón, al tiempo que la sangre del Omega se esparcía por todas partes, salpicando las tablas de madera del suelo, las botas y los pantalones de Blay y empapando a Qhuinn.

Qhuinn tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar aquel brazo. Tiró la linterna y el arma para poder agarrarlo con las dos manos, pero se le escurría, sus manos resbalaban en ese brazo húmedo.

Debido a la fuerza del tirón…

El bidón se cayó hacia un lado y el macho que estaba dentro quedó tendido a sus pies.

Nadie se movió. Fue como si se hubiesen quedado congelados en una pintura.

Blay reconoció de inmediato al macho.

No podía creerlo.

Los muertos regresando al mundo de los vivos… por decirlo de alguna manera.

Qhuinn se puso en cuclillas y tocó los hombros del macho. Luego pronunció el nombre de su hermano con voz ronca:

—¿Luchas?

La respuesta fue inmediata. Las manos de su hermano empezaron a girar lentamente, mientras sacudía las piernas destrozadas y trataba de mover el cuerpo desnudo. Tenía la piel cubierta de heridas y magulladuras y la luz de las linternas destacaba cada contusión, cada herida y cada moretón, mientras la sangre del Omega se escurría poco a poco por aquella piel pálida.

Por Dios, ¿qué le habían hecho? Tenía un ojo horriblemente hinchado y la boca torcida, como si lo hubiesen golpeado con insistencia en la cara. Cuando hizo una mueca, pudieron ver que, al parecer, le habían dejado todos los dientes, pero esa era, más o menos, la única concesión que habían hecho con él.

—¿Luchas? —Qhuinn no podía creer lo que estaban viendo sus ojos—. ¿Puedes hablarme?

Silencio. Solo se oyó la voz de Rhage al teléfono.

—¿V? En serio, tenemos una situación muy grave aquí. ¿En cuánto tiempo… qué? No, de ninguna manera. Te necesito ya. No, a ti. Y también a Payne. —Hollywood miró a Blay y a John y, modulando las palabras con los labios, les preguntó—: ¿Sabéis quién es el macho?

Blay tuvo que aclararse la garganta antes de responder con voz temblorosa:

—Es… el hermano de Qhuinn.

Rhage parpadeó. Y sacudió la cabeza. Luego se inclinó hacia delante.

—Perdón, ¿qué has dicho?

—Es su hermano —repitió Blay, esta vez con voz clara.

—Por Dios… —murmuró Rhage y luego entró en acción—. Ya, V. Ya.

—Luchas, ¿puedes oírme? —Qhuinn seguía intentando comunicarse con su hermano sin éxito.

Vishous irrumpió en la cabaña un segundo después. El hermano estaba lleno de salpicaduras de sangre de restrictor y estaba sangrando debido a una herida que tenía en la cara. También respiraba como un tren de carga y llevaba una daga negra en la mano.

Tan pronto vio lo que había en el centro del grupo, se detuvo en seco.

—¿Qué demonios es eso?

Rhage se apresuró a hacerle una seña horizontal sobre la garganta para evitar más comentarios. Luego agarró a V del brazo y lo arrastró a un lado. Cuando los dos regresaron, V no mostraba ninguna emoción.

—Voy a echarle un vistazo —dijo.

Qhuinn solo siguió hablándole a su hermano, enganchando una palabra con otra, aunque aquello no tuviera mucho sentido. Pero, claro, hasta donde todo el mundo sabía, su hermano había muerto en los ataques, junto con la madre, el padre y la hermana de Qhuinn. Así que, sí, eso era más que suficiente para que hasta Shakespeare empezara a balbucear.

Solo que… era imposible, pensó Blay. Había cuatro cadáveres en la casa y Luchas estaba entre ellos.

Blay lo sabía bien pues él había ido a identificarlos.

Blay puso una mano sobre el hombro de Qhuinn.

—Oye.

Qhuinn dejó de hablar y levantó lentamente la vista hacia Blay.

—No me responde.

—¿Podrías dejar que V lo examine un momento? Necesitamos una opinión médica. —Y quizás mucho más para poder entender qué rayos estaba sucediendo ahí—. Vamos, quédate aquí conmigo.

Qhuinn se enderezó y retrocedió un poco, pero no mucho, y nunca dejó de mirar a su hermano.

—¿Lo convertirían en restrictor? —dijo, y cruzó los brazos mientras se inclinaba de nuevo—. ¿Crees que es eso? ¿Que lo convirtieron en restrictor?

Blay negó con la cabeza y deseó poder mentir.

—No lo sé.