56
Blay paseaba nervioso por su habitación. Aunque estaba vestido para salir a combatir, no iría a ninguna parte. Ninguno de ellos saldría esa noche.
Después de la reunión del Consejo, Tohr había ordenado que la Hermandad se quedara en casa por si acaso. Rehv estaba hablando uno por uno con los distintos miembros del Consejo para hacerse una idea de la posición en que se encontraba la glymera. Pero como no podía aparecer con un grupo de hermanos tras él —al menos, no si quería conservar cierta apariencia de civismo—, ellos tenían que mantenerse alejados. Y teniendo en cuenta el clima político que se respiraba, era importante que los refuerzos estuvieran preparados por si el Reverendo los necesitaba.
Aunque Rehv ya no usaba ese nombre…
La puerta de su habitación se abrió de par en par sin que mediara una llamada, un saludo, nada.
Qhuinn se plantó en el umbral, respirando agitadamente, como si hubiese atravesado el pasillo corriendo.
Maldición, ¿tal vez Layla había perdido al bebé finalmente?
Aquellos ojos disparejos miraron alrededor.
—¿Estás solo?
¿Por qué demonios preguntaría…? Ah, sí, Saxton. Claro.
—Sí.
El macho dio tres pasos hacia el frente, levantó una mano… y le dio a Blay el beso más apasionado del mundo.
Un beso de aquellos que recuerdas toda tu vida por la conexión tan absoluta que produce cada detalle. Desde la sensación del cuerpo del otro contra el tuyo, pasando por la tibieza de los labios del otro sobre los tuyos, hasta el poder y el control de todo el gesto, todo queda grabado en tu mente para siempre.
Blay no hizo ninguna pregunta.
Tan solo se quedó allí, deslizó los brazos alrededor de Qhuinn y le dio la bienvenida a aquella lengua que entró dentro de su boca, devolviendo el beso, aunque no entendía cuál era el motivo.
Probablemente debería preguntar. Probablemente podría tratar de apartarse.
Debería, podría…
En fin.
Blay tenía vaga conciencia de que la puerta estaba abierta, pero no le importó, aunque el asunto podía volverse demasiado indiscreto en cualquier instante.
Solo que Qhuinn pisó los frenos de repente, dio por terminado el beso y se apartó.
—Lo siento. No he venido para esto.
El guerrero todavía estaba jadeando y eso, así como el brillo de aquella increíble mirada, fue casi suficiente para que Blay dijera algo como: «Está bien, pero ¿podríamos terminar lo que empezamos primero?». Lo pensó mejor y no lo dijo.
Qhuinn se volvió y cerró la puerta. Luego metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de cuero, como si supiera que, de no hacerlo, terminara otra vez aferrado a Blay.
A la mierda con esos bolsillos, pensó Blay mientras trataba de disimular la erección que tenía entre las piernas.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—Sé que fuiste a ver a Payne.
Las palabras resonaron con nitidez y resultaron ser lo único para lo que Blay no estaba preparado. Así que rompió el contacto visual y empezó a pasearse de nuevo.
—Tú salvaste el embarazo —afirmó Qhuinn con un tono demasiado cercano a la reverencia como para que Blay pudiera sentirse cómodo.
—¿Layla está bien?
—Tú salvaste el…
—Fue Payne.
—La hermana de V me ha dicho que nunca se le habría ocurrido intentarlo si tú no hubieras ido a hablar con ella.
—Payne tiene un talento magnífico…
De pronto Qhuinn se atravesó en su camino, como una sólida pared de músculos imposible de evadir. En especial cuando el macho levantó la mano y le acarició la mejilla.
—Tú salvaste a mi hija.
En medio del silencio que siguió, Blay sabía que se suponía que tenía que decir algo. Sí… lo tenía en la punta de la lengua. Era…
Mierda. Cuando Qhuinn lo miraba de esa manera, no podía recordar ni su propio nombre. ¿Blaysox? ¿Blacklock? ¿Blabberfox? Quién demonios lo sabía…
—Tú salvaste a mi hija —repitió Qhuinn en un susurro.
Más adelante Blay se arrepentiría de las palabras que salieron entonces de su boca, porque era especialmente importante guardar las distancias, en particular considerando los intercambios sexuales que parecían estar teniendo lugar entre ellos en los últimos días.
Pero en medio de aquel momento tan especial, mientras se miraban a los ojos y se sentían tan unidos, era imposible para él no decir la verdad.
—No podía quedarme de brazos cruzados. Eso te estaba matando. No podía quedarme sin hacer nada. Cualquier cosa.
Qhuinn cerró los ojos un instante. Y luego abrazó a Blay de una manera que los conectó de la cabeza a los pies.
—Tú siempre estás dispuesto a ayudarme, ¿no?
Aquello sí que era un buen ejemplo de lo agridulce que puede ser la vida: el hecho de que el macho fuera a formar una familia con otro, con una hembra, con Layla, era como una puñalada en el corazón de Blay.
En muchos sentidos era su maldición.
Blay se soltó y se alejó.
—Bueno, espero que…
Antes de que pudiera terminar la frase, Qhuinn estaba otra vez frente a él. Aquellos ojos azul y verde parecían arder.
—¿Qué? —preguntó Blay.
—Te debo… todo.
Por alguna razón, eso le dolió. Quizás porque, después de años de tratar de entregarse a su amigo, por fin recibía su gratitud, pero por ayudarlo a tener un hijo con una hembra.
—No tiene importancia. Tú habrías hecho lo mismo por mí —dijo Blay con brusquedad.
Y sin embargo, Blay no estaba tan seguro de eso. Si alguien lo atacaba, bueno, sin duda Qhuinn lo defendería. Pero, claro, a ese maldito hijo de puta le fascinaba pelear y era un héroe por naturaleza. Así que eso no tendría nada que ver con Blay.
Quizás esa fuera la razón de la sensación de vacío que estaba experimentando, pensó entonces Blay. Qhuinn siempre imponía sus condiciones para todo. La amistad. La distancia. Incluso el sexo.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Qhuinn.
—¿Cómo?
—Como si fuera un desconocido.
Blay se restregó la cara.
—Lo siento. Ha sido una larga noche.
Hubo un momento de tensión, durante el cual lo único que Blay pudo sentir fue la mirada fija de Qhuinn.
—Me voy —dijo el guerrero después de un momento—. Supongo que solo quería… sí. Como sea.
El sonido de unas botas que se dirigían a la salida hizo que Blay empezara a maldecir…
De repente se oyó un golpe en la puerta. Un solo golpe y muy fuerte: un hermano.
La voz de Rhage atravesó fácilmente los paneles de madera.
—¿Blay? Tohr acaba de convocar una reunión para preparar la jornada de mañana. ¿Tú sabes dónde está Qhuinn?
Blay miró a su amigo.
—No, no lo sé.
‡ ‡ ‡
Ay, por Dios santo, pensó Qhuinn ante la interrupción. Aunque, en realidad, la conversación ya había terminado, ¿no?
La buena noticia fue que, al menos, Rhage no entró. No cabía duda de que Blay preferiría que no los vieran juntos en su habitación.
Hollywood terminó su pequeña interrupción diciendo:
—Si lo ves, dile que nos reuniremos en cinco minutos, por si quiere asistir. Pero que no tiene obligación, lo entenderemos si prefiere quedarse con Layla.
—Entendido —concluyó Blay con voz neutra.
Mientras le hizo un gesto de despedida con la mano y fue hasta la puerta siguiente para llamar a la habitación de Z.
Qhuinn se restregó la cara. No sabía en qué estaría pensando Blay hacía un segundo, pero cuando la mirada de esos ojos azules se posó sobre él se sintió como si un fantasma acabara de pasar por encima de su tumba.
Pero, claro, ¿qué esperaba? Primero había irrumpido como un loco en la habitación que Blay compartía con Saxton, luego le había dado un tremendo beso y después se había puesto todo sentimental a propósito de la intervención de Payne… Este era el espacio de Saxton. No el de Qhuinn.
Aunque él tenía la costumbre de apoderarse de todo, ¿no?
—No volveré a entrar aquí —dijo Qhuinn, tratando de arreglar las cosas—. Solo quería que supieras que… Te debo mucho.
Qhuinn se dirigió a la puerta y acercó el oído a los paneles en busca de la voz de Rhage. Luego cerró los ojos y esperó a que el pasillo quedara despejado.
Por Dios, podía ser tan egoísta a veces…
—Qhuinn.
Su cuerpo giró en un instante, como si la voz de Blay fuera el mecanismo que lo accionaba.
—¿Sí?
El macho se acercó. Y cuando quedaron frente a frente, dijo:
—Todavía quiero follar contigo.
Qhuinn arqueó las cejas. Y su polla se puso dura de inmediato.
El único problema era que Blay no parecía muy feliz con esa revelación. Pero ¿por qué habría de estarlo? Blay no era la clase de macho que podía vivir de aventura en aventura, aunque era evidente que las infidelidades de Saxton lo habían curado de su tendencia a la monogamia.
Lo cual hizo que Qhuinn quisiera volver a estrangular a su primo. Y lo único que le impedía salir a buscar a ese maldito puto de inmediato era que, en este caso, la situación lo beneficiaba a él.
—Yo también quiero estar contigo —dijo Qhuinn.
—Iré a tu habitación después de que amanezca.
Qhuinn no quería preguntar, pero tenía que hacerlo.
—¿Y qué hay de Saxton?
—Se ha ido de vacaciones. ¿De verassssss? ¿Cuánto tiempo?
—Un par de días.
Lástima. ¿Alguna posibilidad de lograr una prórroga… digamos de uno o dos años? ¿O tal vez para toda la vida?
—Bien, entonces es una… —Qhuinn se contuvo antes de terminar la frase con la palabra «cita».
No tenía sentido engañarse. Saxton estaba ausente. Blay quería follar. Y Qhuinn estaba más que dispuesto a proporcionarle lo que deseaba.
Eso no era una cita. Pero, a la mierda.
—Ven a mi cuarto —dijo Qhuinn con un gruñido—. Te estaré esperando.
Blay asintió con la cabeza, como si acabaran de hacer un pacto, y luego fue él quien salió primero, dejando una estela de agresividad a su paso.
Qhuinn lo vio marcharse y se quedó un poco más. Casi tuvo que encerrarse un momento para poder recuperar la compostura.
De repente se sintió muy angustiado, a pesar de saber que en solo unas horas los dos estarían follando como conejos. La expresión en la cara de Blay le produjo tanto pánico que sintió que el pecho le dolía. Mierda, tal vez esa serie de polvos apasionados no era más que la evolución normal de las crisis que habían pasado antes, una nueva faceta de su infelicidad.
Qhuinn nunca había pensado que Blay y él pudieran ser incompatibles. Era descorazonador pensar que no los esperaba en el futuro una especie de reencuentro espiritual, ahora que por fin, después de tantos años, se habían abierto el uno al otro.
Entonces cerró el puño y lo estrelló contra el marco de la puerta, el cual dejó la marca de su decorado en la mano de Qhuinn.
El dolor del puñetazo le recordó que había roto de la misma manera la puerta de la grúa para poder salir de allí. Todo eso parecía ahora tan lejano.
Pero Qhuinn no iba a dar marcha atrás. Si lo único que podía tener era sexo, eso sería lo que tendría. Además, ¿después de lo que Blay había hecho por Layla?
Sin duda, eso significaba algo. Era evidente que Blay tenía suficiente interés en él como para cambiar todo el curso de su vida.
Aunque, la verdad, eso era algo que Blay llevaba mucho tiempo haciendo.