21
Blay se desmaterializó hacia la mansión en cuanto enviaron de regreso al Omega al último de los restrictores que llegaron al claro del bosque. Con Qhuinn y Z en aquel avión no había razón para perder tiempo esperando a que apareciera otro escuadrón.
Aunque, en realidad, no había nada que nadie pudiera hacer por ellos dos.
Al tomar forma en el jardín del complejo, Blay…
Directamente sobre su cabeza, sin hacer ningún ruido, aquel condenado avión estaba tapando la luna.
Puta mierda, lo habían logrado… y, maldición, estaban tan cerca que Blay sintió que podría estirar la mano y tocar la parte inferior de la cabina del Cessna.
Sin embargo, el silencio sepulcral no era una buena señal…
El primer impacto se produjo contra las copas del seto de coníferas que rodeaba el jardín. El avión rebotó contra las copas puntiagudas, se elevó un poco y luego se perdió de vista.
Blay se desmaterializó hasta la terraza posterior de la mansión justo a tiempo de ver cómo el Cessna se estrellaba levantando grandes olas de nieve que reventaron por todas partes. Y luego la nave se convirtió en la podadora más grande que hubiese visto hombre alguno, pues la combinación de su cuerpo de acero con la increíble velocidad que llevaba empezó a cortar hileras enteras de frutales y jardineras que habían sido protegidas con plástico durante el invierno y, mierda, incluso, una hilera de fuentes para los pájaros.
Pero a la mierda con todo eso. A Blay no le importaba si todo el jardín quedaba destrozado, siempre y cuando ese avión se detuviera… antes de alcanzar el muro.
Durante una fracción de segundo, contempló la idea de materializarse frente a la nave para detenerla con sus manos, pero eso era una locura. Si el Cessna no parecía intimidarse ni un poco con las estatuas de mármol que estaba demoliendo en ese mismo momento, no iba a registrar siquiera la presencia de un ser vivo…
Sin razón aparente, todo aquel descontrol empezó a girar sobre sí mismo de repente, como si Qhuinn estuviera tratando de dominarlo de alguna forma. Pero la maniobra de poner el avión a colear fue el movimiento perfecta, pues compensó perfectamente la carencia de frenos y, siempre y cuando el eje se mantuviera fijo, eso le daría a la nave más espacio para perder velocidad.
Mierda, estaban cada vez más cerca del muro de protección…
Las chispas comenzaron a iluminar la noche, junto con un chirrido metálico que anunciaba que «cada vez más cerca del muro» había sido reemplazado por «justo contra el muro», pero gracias a la maniobra que Qhuinn se había sacado de la manga, la nave había adoptado una posición paralela al muro, en lugar de una frontal.
Blay empezó a correr en dirección al espectáculo de luces y, mientras lo hacía, otros se le unieron, todo un grupo de gente que corría hacia el avión. No había manera de detener lo que estaba pasando, pero sí podían estar preparados cuando las cosas…
¡Crunch!
… terminaran.
El avión por fin se encontró con un objeto inanimado que no pudo vencer: el cobertizo que se usaba para guardar parte del equipo de jardinería, al fondo del jardín.
Por fin paró en seco.
Y luego solo silencio. Lo único que Blay oía era el ruido que hacían sus botas hundiéndose en la nieve, su propia respiración estallando en medio del aire helado y el ruido que hacían los que venían corriendo detrás de él.
Fue el primero en llegar al avión y se dirigió enseguida a la puerta que, milagrosamente, había quedado hacia fuera y no contra la pared del muro. Blay la arrancó, sacó su linterna y entró al avión sin saber qué podía encontrarse dentro: ¿humo? ¿Gas? ¿Sangre y pedazos de cuerpos?
Zsadist estaba sentado como una estatua en un asiento que miraba hacia atrás, con el cuerpo asegurado por el cinturón y las manos aferradas a los brazos del asiento. El hermano miraba directamente al frente, sin parpadear.
—¿Ya hemos dejado de movernos? —preguntó con voz ronca.
Muy bien, al parecer incluso un hermano podía quedar conmocionado por algo así.
—Sí, ya está. —Blay no quería ser grosero, pero ahora que estaba seguro de que uno de ellos lo había logrado, tenía que ver si Qhuinn…
El macho salió de la cabina tambaleándose. A la luz de la linterna de Blay, parecía como si acabara de salir de una montaña rusa, pues tenía el pelo aplastado hacia atrás, la frente quemada por el viento y aquellos ojos azul y verde desorbitados en la cara, la cual estaba atravesada por una raya de sangre fresca, y cada una de sus extremidades temblaba sin parar.
—¿Estás bien? —gritó, como si tal vez los oídos le siguieran zumbando después de soportar tanto ruido—. Z… di algo…
—Aquí estoy —respondió el hermano, al tiempo que hacía una mueca de dolor al despegar una de sus manos del brazo del asiento y levantarla—. Estoy bien, hijo… Estoy bien.
Qhuinn agarró la mano que le habían extendido y ahí fue cuando sus rodillas cedieron al peso que soportaban. Sencillamente se desplomó sin soltar la mano de Z; tenía la voz tan quebrada que apenas pudo hablar.
—Yo solo… quería que tú estuvieras bien… Yo solo… quería que tú… estuvieras bien… Ay, Dios… por tu hija… Solo quería que estuvieras bien…
Zsadist, el hermano que nunca tocaba a nadie, estiró la otra mano y la puso sobre la cabeza agachada de Qhuinn. Luego levantó la mirada y dijo en voz baja:
—No dejes que nadie entre. Démosle un minuto, ¿vale?
Blay asintió y dio media vuelta. Luego se colocó en la puerta, tapándola con su cuerpo.
—Los dos están bien… todos están bien…
Mientras le hablaba al grupo de espectadores, Blay notó que las caras que lo observaban alcanzaban una buena docena, pero el rostro de Bella no estaba entre ellos. ¿Dónde estaría?
—¡Zsadist! ¡Zsaaaaaaaaaaaaaadist!
El grito atravesó el jardín cuando, desde la terraza, una figura solitaria pasó corriendo por entre la nieve a toda velocidad.
Mucha gente le gritó a Bella que se detuviera, pero Blay no creía que ella los oyera.
—¡Zsaaaaaaaadist!
Cuando llegó al avión Blay la agarró con fuerza para que se detuviera, pues temió que acabara estrellándose contra la cabina por la velocidad que llevaba. Y, ay, Dios, nunca iba a olvidar la expresión del rostro de Bella, era más espantosa que cualquier atrocidad que hubiese visto en la guerra, como si la estuvieran desollando viva, como si tuviera amarrados los brazos y las piernas y le estuviesen arrancando la carne a pedazos.
Qhuinn saltó fuera del avión.
—Él está bien, él está bien, te lo prometo… él está bien.
Bella se quedó paralizada, como si eso fuera lo último que esperaba oír.
—Mi nalla, entra —dijo Z con el mismo tono sereno que había utilizado al hablar con Qhuinn—. Ven aquí.
La hembra miró a Blay como si se estuviera preguntando si necesitaba hacerse una revisión auditiva pues no debía estar oyendo bien. Pero él simplemente la tomó del codo y la ayudó a pasar a través de la pequeña puerta del avión.
Luego dio media vuelta y se quedó bloqueando una vez más la entrada. Oyó un llanto femenino de alivio que brotaba del avión sin parar y miró a Qhuinn, que en ese momento se pasaba las manos por los ojos, como si él también se estuviera secando sus propias lágrimas.
—Puta mierda, hijo, no sabía que sabías llevar un avión —dijo alguien.
Qhuinn levantó la cabeza y fijó la mirada en el paisaje. Blay hizo lo mismo y ambos pudieron contemplar una escena apocalíptica: a lo largo del camino que había recorrido el avión se había formado una zanja, como si el dedo de Dios hubiese dibujado una pequeña línea a través del jardín.
—De hecho… no sé llevar aviones —murmuró Qhuinn.
V se metió entre los dientes su cigarro y le tendió la mano.
—Has traído a mi hermano de vuelta a casa sano y salvo. Lo demás no tiene importancia.
—Así es…
—Sí, gracias a Dios…
—Joder, sí…
—Amén…
Uno por uno, los miembros de la Hermandad se fueron acercando y todos le tendieron la mano con la que manejaban la daga. La procesión se prolongó durante un buen rato, pero nadie parecía incómodo con el frío.
Blay tampoco tenía frío. Hasta el punto de que se sintió un poco paranoico…
Y entonces metió la mano por entre su chaqueta de cuero para pellizcarse lo más duro que podía.
Ay.
Y luego cerró los ojos y elevó una plegaria silenciosa para agradecer que esta fuera la realidad… y no el horror que habría podido ser.
‡ ‡ ‡
Toda aquella atención estaba poniendo nervioso a Qhuinn.
Además, la verdad era que su pequeño y espectacular vuelo no había sido ninguna experiencia zen. El ardor en su cara a causa del viento, el dolor en los hombros y la espalda, las piernas temblorosas… Se sentía como si todavía estuviera allá arriba, todavía rezándole a algo que no creía que existiera, todavía al borde del desastre.
Al borde de la muerte.
Además estaba muy avergonzado por haber perdido el control frente a Z de esa manera. Por Dios, como un mariquita.
—¿Te molesta si echo un vistazo? —dijo la doctora Jane al acercarse al grupo.
Sí, buena idea. La razón principal de aquel numerito era que Z tenía una herida lo suficientemente grave como para no ser capaz de desmaterializarse.
—¿Qhuinn? —dijo la hembra.
—¿Perdón? —Ah, él estaba atravesado en el camino—. Perdón, déjame hacerme a un lado…
—No, no quiero examinar a Zsadist sino a ti.
—¿Qué?
—Estás sangrando.
—¿De veras?
La doctora le mostró su propia mano.
—¿Ves? —En realidad tenía las palmas cubiertas de sangre roja—. Acabas de limpiarte la cara. Tienes una herida profunda en la cabeza.
—Ah. Está bien. —Tal vez esa era la razón por la que se sentía tan mareado—. ¿Qué hay de Z…?
—Manny ya está dentro con él.
Ah. Qhuinn supuso que había pasado por alto esa parte.
—¿Quieres examinarme aquí?
Ella se rio.
—Qué te parece si te llevamos a la casa… si puedes caminar.
—Yo me encargo de él…
—Yo lo llevo…
—Yo lo llevo…
—Ya lo tengo…
El coro de voluntarios fue una sorpresa, al igual que todos los brazos que aparecieron de todas partes para ayudarlo. Qhuinn se sintió literalmente envuelto por gruesos brazos de guerreros que prácticamente lo llevaron alzado, como si fuera un cantante de rock al salir de un concierto.
Qhuinn miró hacia atrás con la esperanza de ver a Blay, rezando para cruzarse con esos ojos, solo para establecer contacto, aunque eso era una locura…
Pero Blay estaba justo ahí.
Aquella hermosa mirada azul estaba justo ahí, tan firme y sincera al cruzarse con la suya que Qhuinn sintió ganas de desmoronarse de nuevo. Pero sacó fuerzas de esos ojos, tal como solía hacer antes, cuando pasaban tanto tiempo juntos. La verdad era que Qhuinn quería que fuera Blay quien lo llevara a la mansión, pero nadie le decía que no a la Hermandad cuando todos saltaban en grupo para ayudar. Y, además, sin duda su amigo sentiría que eso sería demasiado íntimo.
Qhuinn volvió a concentrarse en el camino que tenía frente a él. Puta… mierda…
El jardín estaba prácticamente destruido, la mitad del seto de tres metros que rodeaba la casa estaba cortado, había toda clase de árboles en el suelo, arbustos arrancados de raíz y múltiples restos de la aeronave distribuidos por todas partes como las esquirlas de una explosión.
Joder, había cantidades de fragmentos que parecían partes del avión.
Ay, mira, un panel de acero.
—Esperad —dijo, al tiempo que se zafaba de los brazos que lo llevaban en alto. Entonces se agachó y recogió un fragmento de metal afilado del lugar donde se había enterrado en la nieve… y, cosa extraña, le pareció que aún estaba caliente.
—Lo siento mucho, de veras —dijo, sin dirigirse a nadie en particular.
En ese momento la voz atronadora del rey resonó frente a él.
—¿Te apena haber salvado a mi hermano?
Qhuinn levantó la vista. Wrath había salido de la biblioteca con George a un lado y su reina al otro. El macho se veía tan grande como la mansión que se elevaba detrás de él… e igual de fuerte. Incluso ciego, parecía un superhéroe.
—He destrozado tu jardín —murmuró Qhuinn mientras se acercaba al rey—. Me refiero a que lo… he rediseñado por completo.
—Eso le dará a Fritz algo que hacer en primavera. Tú sabes lo mucho que le encanta arrancar la maleza.
—Ese es el menor de tus problemas. Me temo que el asunto va a requerir maquinaria pesada.
Wrath dio un paso adelante para encontrarse con Qhuinn en el centro de la terraza.
—Esta es la segunda vez, hijo.
—¿La segunda vez que me cargo algún artilugio mecánico en las últimas veinticuatro horas? Sí, lo sé, quizás luego siga con un buque de guerra.
El rey arqueó sus oscuras cejas.
—No es de eso de lo que hablo.
Muy bien, esto tenía que terminar ahora mismo. Él detestaba ser el centro de atención. Ya estaba harto.
Haciendo caso omiso de las palabras del rey, Qhuinn dijo:
—Bueno, la buena noticia, mi lord, es que no tengo intenciones de repetir. Así que creo que por ahora estamos a salvo.
Hubo un rumor de aprobación a sus palabras y luego la doctora Jane dijo:
—¿Ya puedo llevarlo a la clínica?
Wrath sonrió y enseñó sus colmillos que brillaron con la luz de la luna.
—Sí, hazlo.
Gracias a Dios… porque ya estaba agotado.
—¿Dónde está Layla? —preguntó la doctora al entrar al ambiente cálido de la biblioteca—. Creo que vas a necesitar alimentarte.
Mierda.
Mientras las mamás gallina de cuero negro que venían detrás de él empezaban a cacarear para apoyar esa idea, Qhuinn entornó los ojos. Una crisis por noche era más que suficiente. Lo último que quería ahora era tener que explicar con exactitud por qué la Elegida no podría ser usada como fuente de alimento.
—Pareces mareado —dijo alguien.
—Creo que se va a desmayar…
Yyyyy eso fue lo último que oyó Qhuinn durante un buen rato.