10
Blay no tenía nada que hacer en ese momento con unas pesas, y mucho menos con la clase de pesas que tenían en el gimnasio del centro de entrenamiento, pues todo el oporto que se había tomado con el estómago vacío lo había dejado nervioso y descoordinado. Pero de todas formas necesitaba algún tipo de destino, de plan, un lugar al que arrastrar sus huesos. Cualquier cosa que no fuera subir a su habitación para sentarse otra vez en esa cama y empezar el día de la misma forma en que había empezado la noche: fumando y mirando al vacío.
Probablemente con bastante más oporto en el estómago.
Salió del túnel, atravesó la oficina y empujó la puerta de cristal.
Mientras avanzaba, todavía con medio vaso de oporto en la mano, su mente daba vueltas, preguntándose cuándo se terminaría toda esa mierda entre él y Qhuinn. ¿En su lecho de muerte? Dios, Blay no creía que pudiera soportar tanto tiempo.
Tal vez lo que necesitaba era mudarse y abandonar la mansión. Antes de que asesinaran a Wellsie, Tohr y ella vivían en su propia casa. Joder, si se mudaba de allí solo tendría que ver a Qhuinn durante las reuniones generales, y con tanta gente alrededor de la Hermandad era fácil quedar fuera del ángulo de visión.
De hecho, eso era lo que llevaba haciendo desde hacía algún tiempo.
En efecto, si se mudaba lejos de allí, los caminos de los dos nunca más tendrían que volverse a cruzar: John siempre era el compañero de Qhuinn debido al asunto del ahstrux nohtrum, y entre el horario de las rotaciones y la forma en que estaba dividido el territorio, él y Qhuinn nunca peleaban juntos, excepto en casos de emergencia.
Saxton podría ir y volver al trabajo…
Blay se detuvo en seco al llegar a la entrada del cuarto de pesas. A través del cristal de la ventana vio un par de pesas que subían y bajaban junto a una de las máquinas y supo de quién se trataba al ver los Nikes que llevaba el personaje.
Maldición, nunca tenía ni un minuto de descanso.
Entonces se inclinó contra la puerta y se golpeó la cabeza una vez. Dos. Tres…
—Se supone que los abdominales se hacen en las máquinas, no contra la puerta.
La voz de Manny Manello le sentó tan bien como una patada en el trasero.
Blay se enderezó de repente y el mundo empezó a darle tantas vueltas que tuvo que apoyar contra la puerta la mano que tenía libre para que no se notara la falta de equilibrio. También se apresuró a esconder su vaso casi vacío.
Probablemente el doctor opinaría que no era buena idea hacer ejercicio bajo la influencia del alcohol.
—¿Cómo estás? —preguntó Blay, aunque en realidad no le importaba. Y conste que ese no era un comentario en contra del hellren de Payne. En ese momento, a Blay no le importaba absolutamente nada en el mundo.
La boca de Manello empezó a moverse y Blay pasó el tiempo observando cómo los labios del macho formaban y escupían sílabas. Un momento después intercambiaron una suerte de despedida y Blay se quedó otra vez solo con la puerta.
Parecía un poco absurdo quedarse allí, así que Blay le dijo al médico que iba a entrar. Y, además, allí había ¿cuántas?, ¿unas veinticinco máquinas? Además de barras de pesas y mancuernas sueltas. Cintas andadoras, bicicletas estáticas… miles de aparatos con los que divertirse.
«No estoy enamorado de Layla».
Blay maldijo mentalmente y empujó la puerta, preparado para un incómodo encuentro. Solo que Qhuinn ni siquiera notó su llegada. Porque en lugar de estar escuchando la música que salía de los altavoces instalados en el techo, llevaba puestos sus auriculares y se había pasado a la barra horizontal que miraba hacia el otro lado, hacia la pared.
Blay se quedó lo más lejos posible y se instaló en una máquina para ejercitar los pectorales. Lo que fuera.
Después de poner su vaso en el suelo y ajustar el peso, se acomodó contra el respaldo del banco, puso las manos en el manillar de la barra y empezó a hacer fuerza con los músculos del pecho.
Lo único que tenía frente a él era Qhuinn.
O tal vez eso se debía más a que sus ojos se negaban a fijarse en otra cosa.
El macho llevaba puesta una camiseta negra sin mangas que resaltaba esos tremendos hombros… y la forma en que se contraían los músculos cuando llegaba a lo más alto de la barra, exhibiendo la figura perfecta de un guerrero… no un abogado…
Blay se detuvo en ese instante.
Era una asquerosa injusticia hacer cualquier clase de comparación como esa. Después del último año Blay conocía el cuerpo de Saxton casi tan bien como el suyo propio y Saxton tenía una figura hermosa, esbelta y elegante…
Qhuinn volvió a subir y a bajar y el peso de la parte inferior de su cuerpo parecía exigirles cada vez más fuerza a los brazos y el torso. Y, gracias al esfuerzo, ahora toda su piel estaba cubierta por una película de sudor que hacía que su cuerpo brillara con la luz.
El tatuaje que tenía en la nuca cambiaba a medida que su cuerpo bajaba hasta quedar suspendido de los brazos y volvía a subir. Y luego a bajar. Y a subir.
Blay recordó la imagen de Qhuinn cuando lograron levantar la Hummer: se veía poderoso, masculino… sensual.
Pero en realidad esto no estaba sucediendo.
De hecho, Blay ya no estaba allí, sentado observando a Qhuinn de esa manera…
Porque de repente su mente se llenó de imágenes del pasado que convirtieron su cerebro en una pantalla de televisión. Y Blay vio a Qhuinn inclinado sobre una hembra humana que estaba acostada bocabajo sobre una mesa, mientras él la follaba, sosteniéndola de las caderas para mantenerla en su lugar. En ese momento no tenía puesta la camisa y sus hombros estaban tan tensos como ahora.
Un cuerpo sólido y duro en todo su esplendor.
Había tantas imágenes como esa, con Qhuinn en diferentes posiciones y con diferentes personas, de sexo masculino y femenino. Al principio, justo después de pasar por la transición, habían compartido un gran sentimiento de entusiasmo cuando salían juntos a ligar por ahí, o mejor, cuando Qhuinn salía de cacería y Blay aceptaba cualquier cosa que le trajera su amigo. Habían follado con tanta gente… aunque por entonces Blay solo follaba con hembras.
Tal vez porque sabía que estar con ellas era seguro, que las hembras no «contaban» en muchos sentidos.
Todo era tan sencillo al comienzo. Pero en algún momento las cosas empezaron a cambiar y Blay empezó a darse cuenta de que mientras observaba a Qhuinn con la pareja de turno, él se veía a sí mismo debajo de ese cuerpo, recibiendo lo que su amigo parecía tan bueno para ofrecer. Después de un tiempo, no veía la boca de algún desconocido alrededor de la polla de Qhuinn, sino su propia boca. Y cuando estallaban esos orgasmos, y los orgasmos nunca fallaban, era él quien los disfrutaba. Veía sus manos sobre el cuerpo de Qhuinn y sus labios sellados en un beso y sus propias piernas abiertas.
Y eso era lo que lo había arruinado todo.
Mierda, todavía recordaba todas las ocasiones en que permaneció despierto durante el día, con la mirada fija en el techo, diciéndose que la próxima vez que estuvieran en el club, en aquellos baños, o donde quiera que fuera, ya no haría más eso. Pero cada vez que salían se portaba como aquellos adictos a los que les ofrecen exactamente la píldora que necesitan.
Y luego tuvieron lugar aquellos dos besos: el primero a unos pocos pasos de allí, en la clínica. Y Blay había tenido que suplicar por ese beso. Y luego el segundo beso, en su habitación, justo antes de que Blay saliera con Saxton por primera vez.
Y Blay también había tenido que implorar por ese beso.
De repente dejó de fingir que estaba trabajando sus pectorales y apoyó las manos sobre sus piernas.
Se dijo que tenía que marcharse de allí. Largarse de ese lugar sin más, antes de que Qhuinn pasara a la máquina siguiente y él quedara en evidencia.
Pero en lugar de eso Blay sintió que sus ojos volvían a clavarse en aquellos hombros y en aquella espalda, en la cintura apretada y el trasero aún más apretado, en aquellas piernas musculosas.
Tal vez fuera el alcohol. El efecto de aquella discusión en el camión. Todo el asunto de Layla y Qhuinn…
Pero en ese preciso momento Blay estaba excitado. Tan duro como una piedra. Listo para follar.
Bajó la mirada hacia la parte delantera de sus bermudas… y sintió deseos de pegarse un tiro.
Ay, Dios, tenía que salir de allí cuanto antes.
‡ ‡ ‡
Qhuinn continuaba su recorrido máquina tras máquina, tenía las manos entumecidas y se sentía como si le estuvieran arrancando los bíceps de los huesos con un cuchillo romo… Lo cual no era nada comparado con lo que sentía en los hombros. Le dolían como si alguien se los estuviera frotando con una lija. Pero él seguía como si nada.
No tenía idea de cuántos abdominales había hecho. No sabía cuántos kilómetros había corrido. Había perdido la cuenta de las sentadillas, flexiones y medias sentadillas.
Solo sabía que iba a seguir así.
Porque el objetivo era el agotamiento total. Para poder dormirse como una piedra tan pronto se pusiera en posición horizontal en su cama.
Qhuinn se bajó de la barra, apoyó las manos en las caderas, bajó la cabeza y respiró pesadamente. Le dio un calambre en el hombro derecho, así que empezó a girar el brazo para aflojar los músculos hasta trazar un gran círculo, al tiempo que daba media vuelta…
Qhuinn se quedó paralizado.
Al otro lado de las colchonetas azules, Blay estaba en la máquina que había junto a la puerta, sentado tan quieto como las pesas que no estaba levantando.
La expresión de su rostro era volcánica. Pero no estaba enojado.
No, no lo estaba.
Blay tenía una erección lo bastante grande como para que se alcanzara a ver desde el otro extremo de la habitación. Tal vez también desde el otro lado del estado.
Qhuinn abrió la boca. Y la cerró. Y la volvió a abrir.
Al final decidió que ese era un perfecto ejemplo de cómo la vida nunca deja de sorprenderte. De todas las situaciones en las que había pensado que ellos dos podrían encontrarse, nunca se le había ocurrido esa. No después de… bueno, después de todo lo que había pasado.
Qhuinn se quitó los auriculares y dejó que quedaran colgando de su cuello, de manera que la música pasó de un poderoso retumbar en sus oídos, a un impotente zumbido.
¿Eso es para mí?, quería preguntar.
Por una fracción de segundo pensó que tal vez así era, pero luego se dijo que eso no era posible. Blay acababa de hacer toda una declaración acerca de cómo ellos dos no eran más que trabajadores asalariados que trabajaban hombro con hombro y cosas así, y luego aparece con una erección del tamaño de una palanca… ¿y lo primero que se le ocurre es que esa erección podría, quizás, ser… para él?
¡Pobre desgraciado!
Y a propósito, ¿qué demonios haría él si de repente se encontrara en un universo paralelo en el que Blay decidiera saludarlo amigablemente?
Desde luego, Qhuinn deseaba a Blay.
Por Dios santo, siempre lo había deseado. Hasta el punto de que se preguntaba si la distancia que había impuesto entre los dos «por el bien de Blay» no era en realidad por su propio bien.
Entonces vio el vaso que reposaba en el suelo, a los pies de Blay. Ah, entonces había estado bebiendo, pues no creía que aquel líquido oscuro fuera Coca-Cola.
Mierda, lo único que podía suponer era que Saxton acababa de enviarle una foto de su polla en plena acción y esa era la causa de tanta excitación.
Solo eso tendría que bastar para convencerlo de que no debía hacerse ilusiones.
«Tu primo me da todo lo que necesito. Noche y día. Todos los días».
—¿Tienes algo más que decirme? —preguntó Qhuinn con brusquedad.
Blay negó con la cabeza una sola vez.
Qhuinn frunció el ceño. Blay no tenía mal carácter, nunca lo había tenido, y eso era parte de la razón por la cual habían sido tan amigos durante tanto tiempo. La ecuanimidad y toda esa mierda. Sin embargo, en este momento el tío parecía a punto de perder el control.
¿Acaso la feliz pareja tenía problemas en el paraíso?
Nooo, ellos dos estaban muy bien juntos.
—Perfecto. —Joder, la idea de quedarse por ahí mientras Blay se preparaba para otra sesión con Saxton el Magnífico era insoportable—. Nos vemos.
Al pasar junto a Blay, Qhuinn sintió sobre él los ojos de su amigo, pero no lo estaba mirando al nivel de la cara. O al menos eso no era lo que parecía.
¿Qué diablos estaba ocurriendo allí?
Cuando salió al pasillo se detuvo un momento para comprobar que las paredes no se estaban derritiendo, y se miró las manos para comprobar que no se le habían convertido en peces. No sabía por qué, pero se sentía sumido en una extraña sensación de irrealidad mientras caminaba hacia los vestidores. Necesitaba darse una ducha, estaba envuelto en sudor, y a pesar de lo mucho que a los doggen les gustaba encontrar todo desordenado, no estaba dispuesto a darles más trabajo solo porque había tratado de matarse haciendo ejercicio en el gimnasio…
Duro. Excitado. Listo para follar.
Mientras esa imagen de Blay daba vueltas dentro de su cabeza, Qhuinn cerró los ojos y empujó la puerta de los vestidores. Tenía la intención de ir directamente a las duchas, pero terminó deteniéndose sin saber por qué en los vestidores, en la pared donde estaban los casilleros perfectamente ordenados en filas y los bancos que separaban los corredores.
Entonces se sentó en un banco, se desató los Nikes, se los quitó y luego se quitó los calcetines.
Estaba totalmente excitado.
Blay también estaba completamente fuera de control.
Por alguna razón, Qhuinn recordó de repente sus dos últimos encuentros sexuales. Estaba aquel pelirrojo del Iron Mask, aquel al que había seducido y follado en el baño. Lo había elegido de entre la multitud gracias a ese particular rasgo físico y, naturalmente, el asunto no había sido nada extraordinario para él. Pero, claro, eso era como querer un trago de tequila Herradura y tomarse un vaso de ginger ale.
Y luego estaba su asunto con Layla, que no había sido más que un trabajo físico muy exigente, como cavar una trinchera o construir un muro…
Dios, se sentía como un gusano por pensar eso… y lo último que quería era faltarle al respeto a la Elegida. Pero al menos estaba bastante claro que ella pensaba más o menos lo mismo.
Eso era todo con respecto al año pasado. Solo esas dos veces.
Casi doce meses, y ni siquiera se había masturbado. Sencillamente no estaba interesado en nada, como si sus pelotas hubieran entrado en un período de hibernación.
Era curioso, justo después de su transición Qhuinn había follado con cualquier cosa que tuviera dos piernas y un corazón palpitante, y mientras hacía un esfuerzo por recordar algunas de aquellas caras —Dios sabía que la mayoría de las veces no se había molestado ni siquiera en conocer los nombres—, Qhuinn sintió en las entrañas una sensación de incomodidad.
Todas las veces que había follado con gente anónima y sin rostro… delante de Blay. Porque siempre estaba con él. En esa época era como una situación entre amigos, pero ahora se preguntaba qué había sido en realidad.
Sí, al diablo con eso. Ahora sabía de qué se trataba todo eso.
Él no era más que un despreciable mariquita, ¿no?
Qhuinn se puso de pie y se desnudó, dejando que su camiseta y sus pantalones, húmedos y enrollados, cayeran sobre el banco. Se dirigió a las duchas y eligió una al azar; abrió el grifo y se metió bajo el chorro de agua. El agua estaba helada, pero no le importó. Aguantó cerrando los párpados y abriendo la boca.
¿Aquel pelirrojo del club hacía casi un año? Mientras follaba con él pensaba en Blay.
Fue a Blay a quien arrinconó contra el lavamanos y besó con fuerza. Fue la polla de Blay la que mamó con intensidad y el cuerpo de Blay el que tomó desde atrás…
—Por amor de… —gruñó Qhuinn.
De repente, como por arte de magia, cruzó por su cabeza la imagen de su amigo sentado en aquella máquina hacía solo un instante, con las piernas abiertas y la polla haciendo presión contra la delgada tela de los pantalones y sintió un rayo que le bajó por la espalda hasta las piernas. Entonces soltó una maldición y se dejó caer contra la pared cubierta de baldosa.
—Ay… mierda…
Se inclinó hacia delante, apoyó la frente contra el brazo y trató de concentrarse en la sensación del agua golpeando contra su nuca.
Pero no logró gran cosa.
En lo único en lo que podía pensar era en las palpitaciones de su polla.
Bueno, en eso y en una alocada fantasía en la que él se ponía de rodillas y se apretaba contra las piernas abiertas de Blay, mientras lo lamía hasta llegar a la boca… y metía las manos por entre los pantalones para empezar a acariciarle la polla y cascársela de una forma que nunca olvidaría.
Entre muchas otras cosas.
Qhuinn dio la vuelta para alejarse del chorro de agua, se metió las manos entre el pelo y se lo echó hacia atrás, arqueando la espalda.
Podía sentir su polla estirándose desde sus caderas, suplicando un poco de atención.
Sin embargo, no iba a hacer nada para remediarlo. Blay se merecía algo mejor que eso. Sí, eso no tenía sentido, pero se sentía realmente mal por hacerse una paja en la ducha, mientras pensaba en lo excitado que estaba Blay al pensar en alguien más.
Joder, no en alguien más, en su compañero.
El propio primo de Qhuinn, por Dios santo.
Y mientras su erección se quedaba suspendida ahí, ajena a toda esa lógica, Qhuinn pensó que ese iba a ser un largo y espantoso día.