Notas

[1] Incluyo aquí la canción entera, porque a Inés le gustaba, porque añade ambiantacho, y porque, como tantas de José Alfredo Jiménez, me la sé de memoria.

Amanecí otra vez

entre tus brazos.

Me desperté llorando

de alegría.

Me cobijé la cara

con tus manos

para seguirte amando

todavía…

Te despertaste tú

y casi dormida

me querías decir

no sé qué cosas,

pero callé tu boca

con mis besos,

y así pasaron muchas,

muchas horas…

Cuando llegó la noche,

apareció la luna,

entró por la ventana.

Qué cosa más bonita,

cuando la luz del cielo

iluminó tu cara…

Yo me volví a esconder

entre tus brazos.

Tú me querías decir

no sé que cosas,

pero callé tu boca

con mis besos.

Y asi pasaron muchas

muchas horas. <<

[2] Como esto podría publicarse algún día (uno es también ilusiones), no deseo que puedan pensar que Octavia es un ser ingrato, o algo asi, en vista de que aún no la conocen. Ella también tiene sus problemas. Y, además, es posible que la pobre me esté llamando por teléfono como loca, y que yo no esté respondiendo a causa de este orgulloso goce tristísimo que me he impuesto mientras navego. <<

[3] a honestidad que también me he impuesto me obliga a informarles que, a lo mejor, no es Octavia la que llama a cada rato, y que la nota 1 no es más que uno de los extraños y numerosos mecanismos de consuelo a los que suelo recurrir. <<

[4] Ambas cosas son posibles porque, tratándose de Martín Romaña, todo es posible, según afirmación de mi padre, mi madre, Inés, mis hermanos, mis amigos, yo, etc… <<

[5] o de la expulsión quedó olvidado para siempre, en realidad, y yo me fui solito del departamento. Solito en el doble sentido de la palabra solito: 1) porque quise, porque encontré un departamento mejor; 2) sin Inés, que acababa de irse al Perú, dejándome un departamento demasiado triste para mis tuerzas. <<