STONEHENGE, CATEDRAL MEGALÍTICA
Stonehenge, el más famoso monumento megalítico de Europa, constituye una de las mayores atracciones turísticas del Reino Unido. A la romántica estampa de sus enigmáticas piedras, aisladas en medio de una inmensa llanura verde, se ha añadido el toque prosaico de los restaurantes, los aparcamientos, las tiendas de recuerdos y los puestos de helados y postales. Afortunadamente este peaje consumista queda a años luz de distancia cuando el visitante atraviesa el túnel del tiempo que salva la carretera y se enfrenta, de repente, con las impresionantes piedras del crómlech.
Godofredo de Monmouth, cronista del siglo nos transmite la más antigua interpretación del origen de Stonehenge. En el año 483, el mago Merlín, mentor del rey Arturo, quiso honrar la sangre de los innumerables guerreros ilustres que habían caído en la llanura de Salisbury elevando un monumento imperecedero: la danza de los gigantes. Este círculo, formado por colosales piedras, se alzaba, en Killaraus (¿Kildare?), en Irlanda. Allí lo habían levantado los gigantes, con piedras traídas desde la remota África. Estas piedras eran mágicas; la magia de Merlín las transportó a la llanura de Salisbury para que permanecieran allí por los siglos de los siglos.
Stonehenge consta de dos circunferencias concéntricas de grandes piedras (denominadas «de Sarsen» y de «Piedras azules» respectivamente), que encierran en su interior otras dos alineaciones de piedras mayores dispuestas en forma de herradura. Las circunferencias están, a su vez, rodeadas por otra exterior, la formada por los llamados «Hoyos de Aubrey» (Aubrey Holes), excavados por el estudioso Aubrey en 1666, hoy rellenos de yeso blanco para destacarlos sobre el terreno. En la misma línea de estos hoyos se encuentran cuatro piedras denominadas «de las Cuatro Estaciones». Entre las circunferencias formadas por los «hoyos de Aubrey» y las piedras Sarsen se encuentran otras dos, constituidas por los llamados hoyos «Y» y «Z» respectivamente, que al no estar señaladas en el suelo pasan desapercibidas en el conjunto del monumento. Finalmente, rodeándolo todo, excepto por el segmento donde desemboca la avenida de entrada, hay otra circunferencia formada por un montículo circular y el foso del que se extrajo su material.
Stonehenge significa, etimológicamente, hanging stones, es decir, «piedras suspendidas» o «colgantes», y realmente es ésta la impresión que producen los enormes dinteles de la circunferencia Sarsen. Estos dinteles están ligeramente curvados hacia el interior y en su plano inferior están provistos de alveolos en los que encajan los pivotes que coronan cada uno de los pilares. Además, para asegurarles más estabilidad, poseen un resalte en un extremo que se acopla perfectamente a una muesca del dintel contiguo. Por desgracia sólo quedan seis dinteles en su posición original, otros dos están en el suelo y los veintidós restantes han desaparecido o quizá nunca se colocaron.
Los pilares tampoco están completos. De los treinta originales sólo quedan en pie dieciséis. La entrada estaría entre los pilares 30 y 1 como sugiere la mayor amplitud de su hueco (30 centímetros más de lo normal), y el mayor grosor del dintel.
La circunferencia Sarsen encierra en su interior la de «las Piedras azules» (Bluestone circle), formada por piedras más pequeñas cuyo característico color azulado se debe a la azurita. La entrada a esta circunferencia parece estar situada entre las piedras 49 y 31, que son más voluminosas y están más separadas que las restantes.
El hecho de que las piedras 150 y 36 presenten dos pivotes para encajar en su dintel sugiere que muchas de estas piedras proceden de otro henge anterior. Es bastante plausible ya que pudieron aprovecharse piedras a las que el uso había conferido una connotación religiosa o ritual.
Obliterado por esta circunferencia se encuentra el llamado Double Blue Stone Circle, perteneciente a un periodo anterior. Seguramente lo abandonaron inconcluso. Hoy sólo quedan sus hoyos tapados.
En el interior de estas dos circunferencias se encuentran las dos alineaciones de piedras en forma de herradura ya citadas. La mayor estaba formada por cinco monumentales trilitos, de los que sólo tres están completos. El central (piedras 55-56) tiene la particularidad de su mayor altura, ya que los trilitos incrementan su altura progresivamente de los extremos al centro. La piedra 57 presenta una marca, una especie de cuadrilátero, símbolo de significado dudoso que se ha observado en otros megalitos de Bretaña.
La herradura más pequeña, circunscrita en la de los trilitos, es la de «Piedras azules», del tipo de las de la circunferencia descrita. Esta herradura estaba formada por diecinueve esbeltas piedras que también presentan una gradación de tamaño, más altas por el centro (2,5 metros) y decreciendo hacia los extremos (1,75 metros).
Nos quedan, por último, tres piedras que parecen gozar de personalidad propia. La principal es la llamada «Piedra del Talón» (Heelstone) o «Piedra del Sol» (Sunstone), debido a que su extremo puntiagudo coincide con el punto del horizonte por el que aparece el Sol el día más largo del año (solsticio de verano). Está situada precisamente frente a la entrada del monumento pero es exterior a todo él. La segunda piedra es la «del Altar» (Altar stone), así denominada por su posición horizontal frente al gran trilito central. La tercera es la erróneamente llamada «del Sacrificio» (Slaughter Stone), un menhir hoy desplomado que hizo pareja con otro similar ya desaparecido. Es posible que la «Piedra del Sacrificio» fuese abatida adrede para facilitar la visión de la «Piedra del Talón» desde la circunferencia Sarsen. Este bloque guardaba una grata sorpresa para los arqueólogos. En los años veinte de nuestro siglo, Hawley desenterró a su pie una botella de vino de Oporto que había dejado allí en 1801 el arqueólogo Wílliam Cunnington como regalo para sus colegas del futuro. Lástima que el corcho estuviese podrido y el líquido evaporado.
Finalmente existe una avenida (Causeway), que desemboca en el monumento, estrechándose por la parte del foso. En su inicio se encontraron muchos agujeros de postes que formaban al menos cinco filas sucesivas. El propósito de esta estructura no está claro. Para el arqueólogo C. A. Newhan tendría algo que ver con las observaciones lunares.
Stonehenge nocturno (litografía de A. Ferrer).
Plano del conjunto de Stonehenge (según Niel).
¿MERLÍN, ROMANOS O DRUIDAS?
Hasta el siglo XX la datación y atribución de Stonehenge fue conjetural y nada científica. La tradición había transmitido la leyenda del mago Merlín pero en el siglo el rey Jacobo I encargó un estudio del monumento al famoso arquitecto de la Corte, Iñigo Jones. Jones estudió las ruinas y llegó a la conclusión de que se trataba de una construcción romana, ya que a su juicio en la prehistoria de la isla no existió pueblo alguno capaz de manejar tan enormes piedras aparte del romano.
Poco después, el estudioso John Aubrey (el descubridor de los «hoyos de Aubrey») atribuyó Stonehenge a los druidas. Esta teoría, refrendada por Stukeley en 1740, gozó de gran fortuna en los medios arqueológicos, pero hoy se ha desechado por la sencilla razón de que los druidas llegaron a Gran Bretaña en el siglo III a, de C, época muy posterior a la de la construcción de Stonehenge.
En el siglo XX una serie de estudios y excavaciones han determinado que el monumento se construyó a finales del Neolítico y en la primera Época del Bronce. Sus constructores pertenecían a la llamada Cultura de Wessex, denominación arqueológica, acuñada por Piggott en 1938, que designa a los constructores de túmulos sepulcrales dotados de ricos ajuares funerarios que abundan en Wiltshire y Dorset, zona de Stonehenge. Las excavaciones de Piggott y de Richard Atkinson en 1953 sacaron a la luz algunos objetos de pedernal, fragmentos de cerámica neolítica y de la denominada Beaker (primera Época del Bronce), Pero lo más fascinante fue sin duda alguna el descubrimiento de insculturas en algunas de las piedras Sarsen.
El crómlech de Stonehenge. En blanco las piedras que faltan (según Niel).
Estado actual de las ruinas de Stonehenge (según Niel).
Reconstrucción de Stonehenge según Iñigo Jones (1621).
EL PUÑAL MICÉNICO
Atkinson se hallaba fotografiando un grafito del siglo XVII en la piedra número cuatro cuando reparó en la existencia de grafiti más antiguos que representaban hasta veinticinco hachas. También los había en la piedra 53: doce hachas y un puñal de bronce. Nadie antes había reparado en ellos porque son tan superficiales que sólo se perciben bajo especiales efectos de luz rasante. Su significado es incierto. Quizá figuren exvotos. Las hachas representadas se parecen a las usadas a mediados del segundo milenio a. de C, pero entre ellas había una figura completamente distinta que Atkinson identificó como un puñal micénico del siglo XVI a. de C. Esta dudosa identificación le dio pie para especular que el arquitecto del monumento había sido micénico, quizá algún príncipe errante que se apoderó de Wessex y fundó allí su reino. En seguida se buscaron paralelos micénicos a los puñales y cuentas de ámbar y metales preciosos hallados en los ajuares de Wessex. Por lo tanto la Cultura de Wessex, que corresponde a la primera Época del Bronce, se dató entre 1600 y 1400 a. de C. Así fue como un grabado erosionado remotamente parecido al arma micénica justificaba los excesos del difusionismo.
LA CRONOLOGÍA
Tres fases sucesivas, I, II y III, se distinguen en la construcción de Stonehenge. La primera comprendía el montículo, el foso, los «Hoyos de Aubrey», y la «Piedra del Talón», fue levantada a finales del Neolítico (hacia el 1900 a. de C), por lo que se deduce de los restos de cremaciones hallados en algunos «Hoyos de Aubrey» y de las agujas de hueso encontradas en uno de ellos. En Stonehenge II se añadieron la Avenida, el tramo de acceso (aunque éste podría pertenecer a otro periodo) y el Double Blue Stone Circle del que sólo quedan los agujeros, hoy tapados. Estas piedras, que eran contemporáneas de la cerámica Beaker y posible producto de una cultura situada entre el Neolítico y el primer Bronce, fecharon Stonehenge II como siglo V medio posterior a Stonehenge I (hacia 1750).
La construcción de Stonehenge III se divide a su vez en tres fases. Durante la primera (hacia 1500 a. de C.) se desmanteló el Double Blue Stone Circle, se taparon sus hoyos y se preparó el terreno para la colocación de la circunferencia Sarsen, la herradura de trilitos Sarsen, las «Piedras de las Cuatro Estaciones» (que, según Hawkins, pertenecerían a Stonehenge I) y la «Piedra del Sacrificio».
Durante la fase segunda (aproximadamente contemporánea de la primera), se erigió una circunferencia de piedras azules pulidas ligeramente elíptica cuyo emplazamiento coincide aproximadamente con el de la actual herradura de piedras azules. Este óvalo fue construido después de la circunferencia Sarsen pero antes que la de piedras azules. Los hoyos «Y» y «Z», según Piggott y Atkinson, se hicieron para aprovechar el resto de las piedras azules procedentes de la elipse desmantelada, pero parece que nunca se llegaron a colocar en su nuevo emplazamiento.
Finalmente, en la fase tercera, fechada hacia el 1400 a. de C, se emplazaron todas las piedras azules, las de la circunferencia y las de la herradura.
Más recientes y hables mediciones con radiocarbono remontan la construcción de Stonehenge III en unos siglos y la fijan en 2100-1900 a. de C.
LA ARQUITECTURA DE STONEHENGE
Antes de ver su obra terminada, el arquitecto de Stonehenge debió superar los considerables problemas técnicos que planteaba el transporte y colocación de las piedras. Las «Piedras azules» proceden de las montañas Prescelly (Pembrokeshire, en el sur de Gales), a unos 390 kilómetros de Stonehenge (210 en línea recta).
Las «Piedras Sarsen» proceden de una zona situada entre Marlbourough y Newbury; a unos treinta y tres kilómetros al norte de Salisbury.
La teoría que proponía un transporte natural de las «Piedras azules» por efectos de los glaciares desde Gales a Salisbury ha sido desechada modernamente dado que no se encuentran otros depósitos de este tipo de piedra en la zona. El transporte fue, pues, humano y probablemente marítimo y fluvial hasta las proximidades de Salisbury.
Los acarreadores pudieron servirse de balsas o de botes o canoas actuando a modo de flotadores que transportarían las piedras suspendidas entre ellos dado que el peso de cada bloque parece excesivo para una sola embarcación.
En cuanto a las «Piedras Sarsen», pudieron ser arrastradas con ayuda de una especie de trineo hecho con la horquilla de un árbol. La helada favorecería la penosa operación, que podría haber sido facilitada a veces por lechos deslizantes preparados al efecto.
Un problema técnico similar al del transporte de los materiales es el que plantea su colocación, particularmente la de los gigantescos dinteles de los trilitos.
Para situar en posición las piedras verticales, una vez desbastadas con martillos de piedra, habría que excavar primero hoyos receptores del tamaño adecuado. Tres paredes de estos hoyos serían verticales y la cuarta tendría una inclinación de unos 45° a modo de rampa a lo largo de la cual se deslizaría la piedra al caer. Antes de deslizarla, la pared opuesta a la rampa se protegería, probablemente con gruesos maderos, para evitar que el extremo de la piedra la dañara al caer en su sitio. Después se pondría el bloque en posición vertical con ayuda de cuerdas atadas a su parte superior. Una vez logrado esto se rellenarían los espacios libres de la base para afirmar la piedra en su lugar. Para los constructores debía de ser un momento emocionante, culminación de prolongados esfuerzos, puesto que incluso arrojaron algunos de sus martillos de piedra entre el escombro con que rellenaban los espacios libres.
La famosa inscultura del presunto puñal micénico en el bloque 53 de Stonehenge (según Atkinson, 1978).
Procedencia y ruta de transporte de las piedras de Stonehenge (Según The Times Atlas de Arqueología).
La colocación de los dinteles debió ser el mayor problema técnico que hubieron de afrontar. Se ha descartado el uso de rampas de tierra de 40° de inclinación puesto que las excavaciones no han revelado restos de ellas. Tampoco es probable que se usaran rampas de madera. Los dinteles pudieron ser levantados mediante calzo con sucesivas hileras de maderos y usando simples palancas hasta formar una especie de torre adyacente a los pilares y de la misma altura que éstos desde la que pudieran colocar el dintel.
Un cálculo estimativo del número de días de trabajo/hombre que requirió la construcción de todo el monumento arroja la cifra de 1497680.
¿UN ORDENADOR DEL NEOLÍTICO?
En 1963 un astrónomo americano, Gerald Hawkins, afirmó que los alineamientos de Stonehenge III eran astronómicamente significativos. Estos vendrían a completar los tradicionalmente observados en Stonehenge I entre las «Piedras de las Cuatro Estaciones» y la «Piedra del Talón». Hawkins calculó las posiciones relativas del Sol, la Luna y las estrellas vistas desde la llanura de Salisbury hacia el 1500 a. de C. Con los elementos obtenidos formuló una ambiciosa tesis: las piedras están dispuestas no sólo en función de la salida del Sol en el solsticio de verano, lo cual es evidente, sino también en función de otras posiciones del Sol y de la Luna. Las «Piedras de las Cuatro Estaciones» forman un rectángulo que se dispone hacia las dos posiciones extremas de la salida de la Luna en el solsticio de verano (que pueden ser observadas en los lados más largos del rectángulo y en su diagonal respectivamente). Los lados cortos del rectángulo apuntan a la salida del Sol en el mismo día.
A las mismas conclusiones había llegado Newham anteriormente, pero su trabajo, publicado por fin en 1964, pasó inadvertido. Hawkins presupone que las «Piedras de las Cuatro Estaciones» formaban parte de la fase I de la construcción de Stonehenge. Hawkins sugirió que los cinco grandes trilitos de Stonehenge III tenían también un significado astronómico.
Cada trilito enmarcaba, según él, la salida o la puesta del Sol o la Luna al final de su recorrido en los solsticios de invierno y de verano. Siendo así, todo el monumento sería una especie de observatorio astronómico. Estas afirmaciones no fueron unánimemente aceptadas. En dos incisivos artículos, Atkinson criticó la atrevida tesis de Hawkins, así como sus dudosos métodos arqueológicos. Ciertamente el afán sensacionalista con que se divulgaron los descubrimientos de Hawkins incomodó a muchos investigadores menos afortunados que él que se apresuraron a destacar los aspectos menos convincentes del trabajo. A pesar de ello, es irrefutable que la disposición de Stonehenge atiende no sólo a los movimientos del Sol sino también a los mucho más complicados de la Luna.
EL PARALELO CHEROKEE
Una obra de la magnitud de Stonehenge, en la que se manifiestan sorprendentes conocimientos geométricos, técnicos y astronómicos, presupone la existencia de una compleja organización social. En la zona de Wessex, a principios del Neolítico, nos encontramos con una sociedad esencialmente igualitaria con un poder político atomizado. Un poco más tarde se construye Stonehenge III. Esta empresa puede atestiguar la evolución de la población hacia formas de organización jerárquicas mucho más complejas, dotadas de poder político centralizado, en las que existiría una conexión intercomunitaria suficientemente sólida como para disponer de los hombres y recursos que reclamó una empresa de tanta envergadura.
Colin Renfrew ha señalado cierta similitud entre el sistema sociopolítico de esta sociedad y el de las tribus cherokees de Norteamérica estudiadas por William Bartram en el siglo XVIII.
La población cherokee estaba compuesta por unos once mil individuos, repartidos en unas sesenta comunidades cuya media era de doscientos habitantes, en un área varias veces superior a la de Wessex. Los cherokees vivían de la agricultura y de la caza en un hábitat bastante disperso y practicaban una economía de redistribución. En el centro de los establecimientos mayores se levantaba la «casa del pueblo», lugar de reunión del consejo de régulos que tenía como cabeza a un rey o mico al cual se le entregaba una parte de la cosecha para que la distribuyera de la forma que considerara más conveniente. La casa-consejo del pueblo era circular y podía albergar a varios cientos de personas. Su uso no sólo era religioso. Allí se reunían con ocasión de solemnidades, o para intercambiar productos y comerciar.
Erección de las piedras de Stonehenge (según Kurt Benesch).
Ensambladura de los dinteles del círculo Sarsen (según Niel).
Conjunto de Stonehenge (según Roger Jaussaume).
En el Neolítico del sur de la Gran Bretaña existieron rotondas de madera de construcción y diseño similar. Hay indicios que permiten suponer que los henges imitan una estructura de madera anterior. No dejan de ser sugerentes los posibles paralelos con sociedades basadas en principios de redistribución y dirigidas por régulos que acatan una autoridad central, tan alejadas en el tiempo y en el espacio como la cherokee y la micénica.
Los grandes henges podrían ser, por lo tanto, lugares de reuniones periódicas para los miembros de la tribu o federación de tribus. Desde este punto de vista, Stonehenge pudo significar algo parecido a las catedrales que erigió el hombre medieval: monumentos funcionales y conmemorativos de impresionante osadía técnica (no ajena a un cierto orgullo nacional o local) cuyas funciones eran complejas y varias: religiosas, económicas, sociales y políticas.
BIBLIOGRAFÍA
Atkinson. R. J. C, «Moonshine on Stonehenge »,Antiquity, vol. 40, 1966.Hawkins, Stonehenge decoded.
Niel, Fernand, Stonehenge, el templo misterioso de la prehistoria, Plaza y Janes, Barcelona, 1974.
Renfrew, Colin, Before Civilization, Penguin Books, Ltd., 1976.