Nota de la autora

Desgraciadamente no he necesitado documentarme demasiado para describir qué hacen un fisioterapeuta o un rehabilitador… llevo más de cuatro años trabajando con ellos, cada uno en su lado de la camilla, cortesía de un accidente de coche de lo más tonto. Y dejadme que os diga que ir a rehabilitación todos los días no es lo más divertido que se puede hacer para pasar la tarde.

Así que me encantaría enviar desde aquí un beso a todas las personas que he conocido durante este período de mi vida: equipos médicos, terapeutas y pacientes. Todos y cada uno me habéis enseñado cosas sobre vosotros y sobre mí que desconocía y me habéis ayudado a afrontar estos cuatro años con ánimo. Así que gracias, gracias de corazón.

Si alguien se ve en algún momento en la misma tesitura que yo me encontré, sabed que no todo es malo: aquel accidente, tener que pasar casi tres años en semireposo, me impulsaron a escribir. De no ser por ello nunca me habría puesto frente a un folio en blanco y no sé explicaros cuánto me habría perdido de no hacerlo.

Por último, a los que estáis ahora en esas salas llenas de camillas, espalderas, jaulas, gomas, pelotas, espejos, paralelas… rodeados de otros pacientes y de profesionales, sólo puedo deciros que ánimo y buena suerte, que depende en gran parte de vuestro esfuerzo, y que si al final escucháis la palabra «crónico» lo único que os están diciendo, si lo pensáis bien, es que os vais a tener que cuidar siempre. Nada tan terrible como pueda parecer de entrada.