Otto se sintió apenado al día siguiente; temía enfrentarse a Johann y suponía que lo recibiría con frialdad o con un gesto irónico. Al verlo sintió consuelo al notarlo tranquilo y amistoso.
—De manera que mañana te marchas y me dejas —le dijo—. No sabes lo que te agradezco tu visita y lo que hemos logrado con nuestra conversación de ayer… aunque todavía habrá mucho de qué hablar.
—De acuerdo —repuso Otto—, pero ya no quiero volver a excitarte; fue una lástima haberlo dejado para lo último.
Desayunaron en el estudio.
—Al contrario, creo que todo ha salido muy bien. Pasé la noche sin dormir, pero pude reflexionar y coordinar mis ideas. Cierto que ahondaste en mis heridas, pero todo lo puedo soportar. Hace años que no tenía a nadie a quien confiar mi pena. En adelante, debo procurar hacer algo positivo, como tú dices.
—¡Hombre!, es bueno saber que ya reaccionas…
—Quizás no del todo; pero por ahora aprovechemos este último día de tu estancia y alegrémonos. Te llevaré a dar un paseo a un paraje precioso. Anoche estuve un tanto confuso y no coordinaba bien, pero ahora me siento más sereno y creo comprender mejor lo que decías.
—Amigo mío, si me entendiste, ya no hay caso de insistir más. Creo que en concreto deberías mantener tu matrimonio tal y como están las cosas, con el fin de que puedas conservar a Pierre. ¿No es así?
—En efecto, ésa es la verdad.
—¿Entonces qué piensas para el futuro? Tú mismo dudabas anoche de poder conservar a Pierre cuando el chico crezca…
Veraguth suspiró hondamente y dijo con voz reposada:
—Eso es lo más probable y doloroso… ¿según tú debería renunciar al pequeño?
—Por supuesto que sí. De lo contrario significaría años de luchas con tu esposa, y cada vez la sentirías más odiosa…
—Pero fíjate, hermano… Pierre es lo único que me queda. Vivo entre ruinas y si hoy muriera, nadie sino tú quizás algún corresponsal de la prensa lo lamentarían. Por ahora, todavía tengo al niño; quiero gozarlo y darle todo mi cariño. Él es mi gran consuelo y me hace olvidar mi desgracia, es mi estímulo cotidiano. ¿Cómo abandonarlo?
—Comprendo tu dificultad, Johann. Es un gran problema, pero tienes que resolverlo para que todavía respires el hálito de la vida, sin tener que refugiarte en el trabajo para aturdirte. Sal ya de tu prisión voluntaria. Dale alas a tu espíritu y aprovecha lo que el mundo te ofrece. Has estado tanto tiempo a la sombra que has perdido la noción de la existencia. Deambulas por un cementerio de sombras y dudas. Es indudable que Pierre es adorable, pero esto no debe ser definitivo en tu existencia, si piensas en el porvenir. Debes armarte de valor, y aunque te duela, piensa si realmente Pierre te necesita…
—Pues sí… creo que me necesita por ahora.
—Reflexiona, hermano. ¿Qué puedes darle, aparte de tu ternura y afecto, que todo niño requiere? Analiza el momento: el chico vive en un ambiente confuso en el que sus padres sólo disputan por su causa. No está creciendo dentro de un hogar de unión y felicidad, y acabará por aislarse y sentirse fuera de lugar como un ser apartado, hasta que llegue el día en que tenga que elegir entre su madre y tú…
—Quizás tengas razón, pero por ahora no puedo ir más lejos. Me aferro firmemente al chico, a su cariño puro y sincero. Es posible que me abandone dentro de un par de años y comience a odiarme como lo hizo Albert en su adolescencia cuando una vez me arrojó un cuchillo a la hora de comer… con Pierre todavía me restan unos años de vinculación y cariño. ¿Crees que debo renunciar a todo esto?
—Tienes que hacerlo —comentó Otto con aire de tristeza—. Es algo muy lamentable, pero tendrás que hacerlo. Despójate de todo el lastre en tu vida. Tienes que comenzar de nuevo para que veas el mundo tal y como es. Olvida lo pasado, todo depende de tu decisión, pero si quieres seguir dentro de esta cárcel, puedes estar seguro de que siempre estaré a tu lado cuando me necesites.
—Por favor, Otto, oriéntame, aconséjame.
—Bien. Analicemos la situación calmadamente: El próximo otoño regresaré a la India, pero antes, tengo la confianza de que al pasar por Rosshalde ya tendrás todo listo para venir conmigo. Allá podrás quedarte un mes o un año, irías a la caza del tigre, quizás te guste alguna hembra malaya —que son muy lindas—, pero sobre todo al fin te habrás alejado de este ambiente y quizás descubras una vida mejor. Simplemente empaca tus avíos de pintor, lo demás corre de mi cuenta.
—Me has ayudado mucho, Otto… esto nunca lo olvidaré. Te ruego me dejes las fotos, luego decidiré…
—Por supuesto, pero antes de partir quisiera saber si te decides al viaje; sería un bálsamo para ti.
—No, no podría decidir ahora mismo; no se puede saber lo que suceda mañana o pasado. Muy contadas veces me he separado de Pierre, y eso por tres o cuatro semanas. Pienso irme contigo, pero no quiero afirmarlo en este momento para luego retractarme.
—Está bien. Lo dejaremos pendiente. Ya te avisaré dónde podrás encontrarme. Si te decides, me envías un telegrama. Yo arreglaré todo lo del viaje; tú empaca solamente tu ropa y avíos de pintor. Nos embarcaremos en Génova.
—Esto ha sido una gran ayuda —dijo Johann abrazándolo—. Por ahora pediré el coche. Iremos a comer fuera de casa, disfrutaremos de un largo paseo como en los viejos tiempos, gozaremos de la hermosa campiña, poblados y el bosque. Nos servirán unas truchas y beberemos buen vino en tarros de cristal. ¡El día está realmente hermoso!
—Para mí, todos los días han sido esplendorosos —comentó Otto, y ambos se rieron de buena gana.
—¡Oh!…hace mucho que no veía brillar el sol de este modo…