Sheriff Cuesta 4

Tu mundo se desmorona en una milésima de segundo. Jamás hubieses imaginado que fuera capaz de volarse la tapa de los sesos, de ese modo. Te quedaste de piedra, inmovilizado por el miedo, como todos los demás. No reaccionaste, cuando estuviste a tiempo, a pesar de que sabías qué iba a hacer. Pudiste dispararle en la pierna o en el hombro. A esa distancia hubieras acertado de pleno.

¿Por qué no impediste que se pegara un tiro? Sientes nauseas y una incipiente necesidad de dejarte derrotar por la demencia; todo, con tal de olvidar el dolor y el pánico que invaden cada fibra de tu ser.

John te pone una mano en el hombro y te dice algo que no eres capaz de descifrar, como si te hablara a través de una pared invisible. Supones que son palabras de consuelo, pero la verdad es que poco te importan.

Empiezas a pensar que prefieres morir en una refriega, con aquellos muertos vivientes, a tener que contarle a tu hija que su marido está muerto.

Estás demasiado confuso. La cabeza te da vueltas.

De lo único que estás seguro es que no le dirás cómo murió. Vas a mentirle a Rachel. Por primera vez en tu vida, no vas a ser sincero con ella. Le dirás que murió de manera heroica, salvándoos el pellejo, y no que sintió tanto miedo, que prefirió quitarse del medio.

De pronto, un repentino ataque de rabia te lleva a encaminarte, como un poseso, hacia la celda donde está el forastero. Te sorprende encontrarle de pie, a poco más de medio metro de los barrotes, con los brazos caídos a ambos lados del costado, contemplando con tristeza el cadáver de Billy.

—¡¿Qué le dijiste, mal nacido?! —le espetas, mientras zarandeas los barrotes de celda con inusitada vehemencia—. ¡¿Qué, coño, le dijiste para que decidiera pegarse un tiro?! ¡¿Qué mierdas le metiste en la cabeza?!

—Fue su decisión —dice James—. Yo tampoco quería que muriese… iba a dejar que me pegase un tiro.

—¡Maldito seas, Billy! —exclamas, mientras golpeas con furia los barrotes, y caes de rodillas, resbalando, con los puños apretados— Maldito seas…

Te das cuenta de que no puedes contener el llanto y rompes a llorar. John se acerca a ti, y se arrodilla a tu lado. La chica, Marie, a pesar de que tiembla como una hoja de papel, parece que hace de tripas corazón y se acerca al cuerpo sin vida de Billy, para confirmar que no tiene pulso. El forastero se da la vuelta y se tumba boca arriba, apoyando el antebrazo de su brazo derecho a la frente y dejando el otro caído.

Interrumpes el llanto, y te das cuenta de que se produce un momento de absoluto silencio, como si el mundo se hubiera detenido un instante para todos aquellos que estáis en la estancia y acabáis de ver morir a un muchacho de forma absurda.