Corres escaleras abajo como una exhalación. Aunque, cuando llegas a recepción, te detienes de golpe.
«Qué voy a hacer ahora», piensas. «Ésta era mi casa. No tengo a dónde ir. Papá y mamá están muertos. Quizá si me quedo con ese hombre…».
Aquel desconocido, puede ser tu única oportunidad de sobrevivir a lo que está pasando. De momento, te las has apañado bien. Pero eres un niño, no tienes todas las respuestas. Necesitas un adulto que te diga qué hacer.
Puede que no esté loco, sólo asustado. Como tú, al principio, cuando tuviste que matar a mamá.
Es cuestión de tiempo que empiece a entender. Si tú fuiste capaz de comprender qué está pasando, por lógica, él podrá.
De pronto, te sobresaltas y apunto estás de apretar, sin querer, el gatillo de la escopeta.
Jamás te acostumbrarás al ruido que hacen las armas. No suenan igual que en las aventuras del Llanero solitario. Oyes pasos, y sollozos. Es aquel hombre. Cómo te dijo que se llamaba.
«James, eso es», piensas. «James viene hacia aquí».
Puede que se enfade cuando te vea, ahí de pie, mirándole con cara de bobo. Pero si sales del edificio, qué harás luego. No sabrías que hacer ni a dónde ir. No te queda más remedio que tratar de convencerle de que te deje ir con él.
James te mira, mientras desciende los peldaños de la escalera. Parece un hombre acabado, lo que no te induce al optimismo. Tiene los ojos enrojecidos y el mismo aspecto que tío Paul, cuando tuvo que sacrificar a su mejor caballo.
Para tu sorpresa, cuando te descubre, no da muestras de estar enfadado; sólo cansado. Se acerca a ti, y pasa de largo. Tú te quedas paralizado, sin saber si seguirle o no.
No quieres que se entere de que te da miedo o de cuán desesperado estás. Entonces, se vuelve y te mira resignado.
—¿Y tus padres, Matt? —pregunta con un tono tan afable, que a ti te cuestas digerirlo.
—Muertos, señor —respondes, segundos después—. Les pasó lo mismo que a la mujer de arriba. Primero a mi padre, luego a mi madre.
—Lo siento, chico —dice—. Ven conmigo… de momento. Tengo que ir a hacer algunas cosas, e ir a un par de sitios. Luego nos marcharemos de esta maldita ciudad y buscaremos a alguien que pueda hacerse cargo de ti. ¿Tienes algún familiar con quien pueda llevarte?
—Sí, tía Emma y tío Paul —respondes, aún inseguro—. Viven a unas dos horas de aquí en coche; o eso me decía mi padre. Aunque a mí, siempre se me hacía larguísimo. Me mareo en los coches, ¿sabe? Más de una vez, mi padre tenía que parar en la cuneta para que echara toda la papilla —dices intentado sonsacar una sonrisa a tú nuevo amigo.
—Yo también me mareaba en los coches con tu edad —dice James, esbozando lo más parecido a una sonrisa de lo que parece capaz—. No te preocupes. Lo superarás.
«Parece un buen tipo», piensas, «y tampoco tienes muchas más opciones, así que, decidido, te marchas con él».
—A dónde iremos primero, señor —le preguntas con cierta timidez. Todavía te asusta un poco.
—Me dejé una cosa importante dentro del coche —dice—. Luego, buscaremos a un amigo.
—¿Su amigo vendrá con nosotros? —preguntas emocionado, mientras caminas a su lado.
—No lo sé, Matt —responde James—. Ni siquiera sé si está vivo. ¿Sabes usar eso? —dice mientras señala la escopeta.
—Sí —respondes con entusiasmo—, tío Paul me enseñó este verano. Mi madre se enfadó mucho con él por hacerlo. Pero tío Paul dice que tengo edad suficiente para disparar, que él empezó con nueve, y yo ya tengo casi once.
—Bien, Matt —dice—. Me alegra oír eso. Porque si no cambian mucho las cosas, voy a necesitar que me cubras la espalda.
—Lo haré, señor —dices, mientras te imaginas siendo el protagonista de un tiroteo—. Como Tonto hace con el Llanero solitario. Vamos a matar a todos los monstruos que se atrevan a cruzarse en nuestro camino.
—No, Matt —responde James—. Solo vamos a tratar de que no nos maten.