Jueves, 24 de abril de 1997

06.50 Calle Stolmaker, 15

—¡Hanne! ¡Despierta!

Billy T. le tocó el brazo con cuidado; estaba cruzada sobre el colchón, disfrutando de la cama para ella sola. Tenía dos edredones enredados de cintura para abajo, y estaba boca arriba con los brazos estirados por encima de la cabeza.

—¿Dónde has estado? —murmuró, dándose la vuelta para seguir durmiendo—. Apaga la luz.

—Hemos tenido un montón de cosas que organizar. Papeleo y demás mierdas.

Le arrancó los edredones a lo bruto y los dobló para formar unos enormes cojines que puso en la cabecera de la cama. Luego obligó a sentarse a Hanne, desoyendo sus casi inaudibles murmullos de protesta.

—Café y desayuno —dijo Billy T. en tono pretendidamente alegre, y señaló hacia la mesilla—. Y la prensa. ¡Madre mía! Solo hablan de la detención de Brage.

Hanne bostezó largamente y se desperezó. Luego se llevó como pudo la taza de café a los labios e hizo una mueca cuando se quemó.

El Dagbladet era el primero. Toda la portada estaba ocupada por una foto de Brage Håkonsen mientras era conducido desde el juzgado a un coche de la policía. Como era habitual en estos casos, se tapaba la cabeza con la chaqueta.

—¡Mira! —dijo Billy T., que se había colocado a su lado en la cama—. ¡Ese soy yo!

Golpeó la foto con la mano.

—¡Jo!, ese Brage debe de ser enorme —dijo Hanne—. Si es casi tan alto como tú y como Severin.

Pasó las páginas hasta llegar a la 4.

Los neonazis asesinaron a Volter

Prisión preventiva de seis semanas para un activista de extrema derecha

La policía de Oslo obtuvo ayer el respaldo del juez a su solicitud de prisión preventiva de seis semanas para un hombre de 22 años, acusado de participar en el asesinato de la primera ministra Volter. El comisario jefe Hans Christian Mykland ha confirmado al Dagbladet que la policía considera la detención del joven, que lleva mucho tiempo vinculado a grupos nazis, un éxito en la investigación del asesinato de la que fuera primera ministra Birgitte Volter. Sin embargo, el principal sospechoso es un hombre que murió sepultado por un alud de nieve el 12 de abril en Tromsdalen, cerca de Tromsø.

Por STEINAR GRUNDE, VEBJØRN KLAAS y SIGRID SLETTE

«Es importante recalcar que aún queda mucho por investigar en este caso, y que la policía también trabaja sobre otras pistas», ha declarado el comisario Mykland.

Fallecido

Durante una conferencia de prensa celebrada a última hora de la tarde de ayer, se supo que la policía lleva sospechando, desde la misma noche del crimen, de un hombre de 28 años que trabajaba como vigilante en la torre del gobierno. El hombre fue interrogado en varias ocasiones, pero la policía no tenía pruebas suficientes para arrestarle. Más tarde, el hombre murió en el alud de nieve que costó la vida a dos personas cerca de Tromsø a principios de mes. La policía cree saber que el fallecido estaba relacionado con el joven de 22 años que ahora se encuentra en prisión preventiva. Este último es el líder de un grupo de activistas neonazis.

Planes para atentar

En el registro de la cabaña del acusado en Nordmarka, la policía encontró un arsenal y planes detallados para atentar contra una serie de personajes prominentes de la esfera pública. La policía no quiere desvelar si Birgitte Volter era el objetivo de alguno de estos planes, pero por lo que ha podido saber Dagbladet, su nombre era el primero de una lista que incluía a un total de dieciséis personas.

Conspiración

El hombre de 22 años está acusado de una serie de delitos, entre otros tenencia ilícita de armas y conspiración para «alterar el orden social». La policía niega que el encarcelamiento se deba a una estrategia, y el juzgado de primera instancia les ha dado la razón en que había motivos fundados para relacionar al joven con el asesinato de Birgitte Volter. Aunque el acusado tiene una coartada firme para la noche de los hechos, la policía opina que es uno de los cerebros del crimen.

«Tenemos motivos para pensar que se trata de una conspiración», ha afirmado Hans Christian Mykland, que no descarta que se produzcan más arrestos en relación con el caso.

—Pobre chaval —dijo Hanne frotándose la nariz—. Ese se va a pasar una temporada a la sombra, pase lo que pase.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto Billy T. irritado—. ¡El tipo es superculpable!

Hanne no contestó y siguió pasando páginas.

El Congreso paralizado

Se ponen en marcha medidas extraordinarias de seguridad.

Representantes parlamentarios de la mayoría de los partidos han expresado su dolor y consternación por el giro que ha dado el caso Volter. «Esto tenía que pasar. Llevamos mucho tiempo advirtiendo contra la extrema derecha, pero los responsables de información e inteligencia están más preocupados por radiografiar la actividad política de los partidos legales», ha afirmado el portavoz de justicia de la Izquierda Socialista Kaare Sverdrup, cuyas declaraciones han recibido el pleno apoyo del representante de Alianza Roja en el Congreso.

Los líderes parlamentarios de los restantes partidos, laboristas, conservadores, centro, izquierda y democristianos, expresan su satisfacción porque la policía parece estar cerca de aclarar, en muy poco tiempo, el escandaloso asesinato de Birgitte Volter.

Por KJELLAUG STEENSNES

Las medidas de seguridad que afectan a nuestros representantes electos se han endurecido significativamente. La dirección administrativa del Congreso no ha querido entrar en detalles sobre cuáles son las medidas que se han tomado, ni tampoco confirmar o desmentir si estas ya estaban en vigor cuando se produjo el asesinato de Birgitte Volter. Sin embargo, Dagbladet tiene motivos para creer que todos los miembros del Congreso y los principales parlamentarios están vigilados las veinticuatro horas, algunos por agentes de la policía, otros por personal contratado a empresas de seguridad.

Se ha negado

Frederik Ivanov, del Partido Conservador, ha declarado a Dagbladet que él se ha negado a someterse a medidas extraordinarias de seguridad.

«Si cedemos ante los elementos antidemocráticos de nuestra sociedad, habremos perdido la batalla contra todos los extremismos», dice, y añade que, aun así, ha considerado oportuno mandar a su mujer e hijos a un lugar secreto en el campo. Ivanov es conocido por ser el representante del Partido Conservador que defiende un trato más generoso hacia nuestros nuevos conciudadanos.

Según ha declarado: «Para mí, los trágicos acontecimientos de las últimas semanas solo resaltan la eterna necesidad de centrarse en los valores humanos, la generosidad y la tolerancia».

Cooperación

Annema Brøttum, del Partido Laborista, se siente insegura, desprotegida y triste.

«Nos han robado algo muy valioso —comenta—. Noruega ya no puede atribuirse una especie de inocencia periférica, ya no somos un terruño protegido en los márgenes del mundo. Esto demuestra la importancia de fomentar la colaboración a través de las fronteras; solo con firmes compromisos y transparencia entre las naciones podremos luchar contra esta forma de violencia politizada».

Satanás

Cora Veldin, del Partido Demócrata Cristiano, señala que la extrema derecha es resultado de una sociedad en decadencia. «Mientras los políticos no estemos dispuestos a adoptar una postura moral, la sociedad se corroerá. El amor que predica el Evangelio ha desaparecido, y solo quedan valores materialistas que son el germen de actos satánicos como este», remata Veldin.

Inocente

«Que yo sepa, no hay sentencia en este caso. Ese hombre es inocente hasta que se demuestre lo contrario». Vidar Fangen Storli, del Partido del Progreso, rehúsa hacer más comentarios.

—Por una vez en la vida estoy de acuerdo con el Partido del Progreso —dijo Hanne metiéndose el último trozo de pan en la boca—. ¿Por qué siempre tienes que cortar las rebanadas tan gordas?

—No hables con la boca llena —dijo Billy T. malhumorado mientras se peleaba con el formato sábana del Aftenposten, empeñado en caerse encima de la mermelada.

—¿No notas algo raro? —preguntó Hanne agarrando el KA, que estaba tan lleno de información sobre Brage Håkonsen como el resto de la prensa.

—Sí —dijo Billy T. pasando la mano por la sábana—. ¡Hay que ver la cantidad de migas que tiras! A este paso voy a tener que pasar la aspiradora por la cama.

—Mira, Billy T.: o aceptas las consecuencias, o no sirvas el desayuno en la cama. ¡En serio!

Hanne le pegó un fuerte puñetazo en el brazo.

—¡Ay! ¡Déjame! ¿Qué era eso que me preguntabas?

—Hace unos días los periódicos estaban convencidos de que había una estrecha relación entre el escándalo sanitario y el asesinato de Volter. Se pisaban los unos a los otros, pedían comentarios a todo el mundo, escribían editoriales y lo mezclaban todo. Y, de pronto, nada.

Intentó chascar los dedos, pero tenía el pulgar manchado de mantequilla, así que resbalaron produciendo un ruidito de nada.

—Una simple detención y se produce un vuelco total. Ahora traen… una, dos, tres, cuatro, cinco… —Pasó las páginas del periódico a toda velocidad—. ¡Nueve páginas! Nueve páginas que dan por descontado que el vigilante y Brage Håkonsen lo hicieron. Y el tipo aún está a años luz de ser condenado. ¿Es que no tienen memoria?

—¿Quiénes?

—Los periodistas, bobo. ¿No se acuerdan ya de lo que escribieron la semana pasada?

—Sí, pero…

Billy T. se rascó con fuerza la entrepierna y pareció ofendido.

—¿Qué pasa? ¿Ahora estás de parte de los periodistas? —dijo Hanne sonriendo—. Eres tan inconstante como ellos, chaval. Y no te rasques ahí, si tienes ladillas vete al baño.

Y volvió a pegarle con fuerza en la mano.

—¡Ya te vale, Hanne! Joder, eso ha dolido. —Se frotó el dorso de la mano y se echó más hacia la izquierda—. Empiezo a alegrarme de que te vayas pronto.

—¡No lo dices en serio! —Se acercó a él y le colocó el brazo sobre sus propios hombros—. En realidad no tengo tantas ganas de irme. Este es mi sitio. Pero echo muchísimo de menos a Cecilie y ella… Me voy el sábado.

Billy T. la abrazó con fuerza.

—Lo sé. Si es verdad que este caso va camino de solucionarse, iré pronto a visitaros.

—Genial. ¿Por qué no te traes a los niños?

Billy T. echó la cabeza hacia atrás hasta darse con la pared y se rio a carcajadas.

—Una idea genial. Seguro que a Cecilie le cundiría mucho con la casa invadida por mis gamberros.

Hanne se puso de pie en la cama y se volvió hacia él llena de entusiasmo.

—¡Cecilie está en el trabajo todo el día! Imagínate lo divertido que sería. Sol, verano y baños… ¡Podríamos ir a Disneyland!

Él negó con la cabeza.

—No me lo puedo permitir.

—¡Pues vente con Truls!

—Ya veremos —dijo para que dejara el tema—. Ah, por cierto…

Desapareció. Hanne pudo oír ruidos procedentes de la cocina: una serie de golpes, seguidos de un vibrante zumbido.

—Håkon va a hacerte una fiesta de despedida mañana —gritó compitiendo con el ruido de la aspiradora de mano.

—Deja eso —dijo Hanne bajándose de la cama justo a tiempo—. ¿Quiénes van?

—Håkon, tú y yo, y Tone-Marit, creo. Y si no te parece mal invitaré también a Severin.

—¿Qué?

Hizo ademán de coger la aspiradora. Billy T. levantó el brazo por encima de su cabeza y empezó a aspirar el otro lado.

—¡Apágala!

—Vale, vale —dijo Billy T., y apretó el interruptor malhumorado—. Entonces ¿te parece bien que vengan Tone-Marit y Severin?

Hanne negó con la cabeza y empezó a rascarse un pie con el otro.

—Sabes que no me relaciono con policías en mi tiempo libre. ¿Por qué me lo preguntas?

Billy T. dejó caer la aspiradora sobre el colchón y abrió los brazos con gesto de desánimo.

—Pero Cecilie no está, y además…

Intentó cogerle la mano. Ella se apartó a la velocidad del rayo, poniéndose fuera de su alcance. Ni siquiera le miraba.

—¿Cuánto tiempo piensas seguir jugando al escondite?

—No me escondo —espetó—, pero tengo todo el derecho del mundo a escoger mis amistades.

Salió del dormitorio dando un portazo y enseguida se oyó el murmullo de la ducha. Hasta el agua al correr sonaba cabreada. Billy T. fue de puntillas tras ella y abrió la puerta del baño unos centímetros.

—¿Pueden venir? —gritó con la boca pegada a la apertura—. ¿Pueden Severin y Tone-Marit venir a tu fiesta? —Puso voz de niño pequeño y se acuclilló—. ¡Por favor…!

Oyó una risita contrariada. Cerró la puerta y fue corriendo a llamar a Håkon Sand.

23.45 Calle Motzfeld, 15

Liten Lettvik lo estaba pasando mal. Era una sensación nueva y extrañísima. Una especie de inquietud por todo el cuerpo, una angustia inexplicable. Algo se había agarrado a su espalda, en algún lugar entre sus omoplatos, y lanzaba dardos hacia su pecho, llenándola de un dolor sin remedio posible. Vive Dios que lo había probado casi todo, pero había un límite para lo que podía conseguir sin ir al médico. El alcohol no servía, ni siquiera lograba emborracharse. Incluso había intentado ir a nadar.

Hacía más de veinte años desde la última vez que estuvo en las piscinas de Tøyen. No habían cambiado mucho. Nadó doscientos metros hasta que su cuerpo pesado y desentrenado dijo basta. Se metió en la sauna y allí se quedó encogida, con los ojos cerrados y una toalla alrededor de la cintura, y el dolor regresó.

Humillación. Eso era: el dolor de ser humillada. La habían mirado a los ojos, la habían atravesado con la mirada, y poco a poco le fueron soltando todo lo que sabían. ¿Habían estado preguntando a sus colegas? Parte de lo que decían parecía indicar que sabían exactamente lo que habían hecho; y cómo lo habían hecho. Solo de pensarlo, su dolor se acrecentaba y su cara enrojecía. Lo peor de todo era que hacía mucho que lo sabían, puede que años.

Había sido una ingenua. Infinitamente ingenua. Liten Lettvik, una periodista tan espabilada, tan premiada y reconocida, con fama de darle caña al poder. Y no se había dado cuenta de que lo sabían todo.

Tal vez no había querido verlo porque de eso hacía ya mucho tiempo. Bueno. Unas cuantas veces en los últimos años. Y en marzo…

El dolor era insoportable y las lágrimas asomaron a sus ojos. Liten Lettvik se inclinó hacia delante y cogió una cartita que había recibido ese mismo día. La letra era pulcra y anticuada, el sello estaba pegado con mucho cuidado en la esquina derecha del sobre, con todos los dientes intactos. Al principio no recordaba quién era la mujer. Elsa Haugen. Solo cuando dejó que sus ojos recorrieran el papel un par de veces, se acordó. La madre de la pequeña Marie. La de Elverum, ¿o era Eidsvoll? La carta hablaba de pena y de dolor y de heridas abiertas de nuevo. Y de noches de insomnio y tratos vejatorios.

Liten Lettvik suspiró profundamente y rompió la carta.

Tenía suficiente con su propio dolor.