Miércoles, 9 de abril de 1997

08.32 Comisaría de Oslo

El arma estaba en un sobre, en el que solo aparecía escrito «Comisaría de Oslo» con un rotulador negro de trazo grueso. No llevaba matasellos. Al policía que estaba en la puerta del despacho del inspector Håkon Sand le faltaba el aire.

—Estaba en un buzón junto a la central de correos —jadeó—. Los de correos comprendieron que podía ser importante y acaban de traerlo.

Håkon Sand llevaba guantes de látex. El sobre ya estaba abierto, lo cual había sido una negligencia grave por parte de quien lo hubiera hecho. Podría haberse tratado de una bomba. Pero no lo era. Håkon Sand extrajo un revólver que depositó con extremo cuidado sobre un papel blanco.

—Un Nagant —susurró Billy T.—. Un M1895 ruso.

—No, tú también no —suspiró Håkon—. ¿Qué pasa, que tú y Hanne os dedicáis a hacer competición de conocimientos sobre armas los sábados por la noche?

—¿Sabes qué? —dijo Billy T. bajito—. Sobre motos y armas. Aunque ella sabe más de las dos cosas.

—No lo toques —advirtió Håkon Sand cuando Billy T. se inclinó sobre el revólver.

—Tampoco soy tan idiota —murmuró Billy T. examinando el arma a diez centímetros de distancia—. Además, no importa. Apuesto a que han limpiado ese revólver a conciencia para no dejarnos nada que pueda sernos útil. Lo han frotado y sacado brillo hasta dejarlo como nuevo.

—Supongo que tienes razón —suspiró Håkon—, pero aun así no lo toques. Ni el sobre tampoco. Todo tiene que ir a los técnicos.

—Pero… ¡escucha! —El rostro de Billy T. se iluminó de repente—. Si estaba en uno de los buzones de la central de correos… ¿qué pasa con los vídeos? Todo el jodido lugar está lleno de cámaras.

—Ya lo había pensado —mintió Håkon—. ¡Tú! —Señaló al policía que seguía en la puerta intentando enterarse de lo que pasaba—. ¡Pon a alguien a revisar los vídeos de las últimas veinticuatro horas! No, mejor de las últimas cuarenta y ocho.

—Y entonces tendremos una grabación de pésima resolución, en la que aparece un tipo anodino y con gorra que tendrá el seso suficiente como para no mirar a la cámara —murmuró Billy T.

—¿Se te ocurre algo mejor? —dijo Håkon levantando demasiado la voz.

Billy T. se limitó a encogerse de hombros y volvió a su despacho.

12.03 Calle Jens Bjelke, 13

Había sido un error darse de baja por enfermedad. Menuda metedura de pata. Pero, al menos, el jefe le había mirado con preocupación y confirmado que tenía un aspecto horrible. Suponía que un aspecto acorde con lo mal que se sentía.

Tenía que largarse. Lo mejor sería salir del país. Pero era consciente de que eso resultaría sospechoso. Podía irse a Tromsø. A esquiar. Le sentaría bien. Morten, su mejor amigo, siempre le decía que podía ir a visitarle. Ese invierno había nevado un montón. Preparó una gran mochila y se fue al aeropuerto sin billete. Era imposible que un miércoles de abril, a la hora de comer, todos los aviones estuvieran llenos.