Ha caído sobre nosotros la más profunda y mortal de las sequías de los siglos: la del conocimiento íntimo de la vacuidad de todos los esfuerzos y de la vanidad de todos los propósitos.[3]
He comprendido la saciedad de la nada, la plenitud de ninguna cosa. Lo que me llevará al suicidio es un impulso como el que nos lleva a acostarnos pronto. Tengo un sueño íntimo de todas las intenciones.
Ya nada puede cambiar mi vida. Si… si… Sí, pero es algo que nunca sucede, ¿para qué suponer lo que sería si ésta fuera?[4]
Siento próximo, porque yo mismo lo quiero[5] próximo, el fin de mi vida. Durante los últimos días ocupé el tiempo quemando, uno a uno —y tardé dos días, porque a veces[6] releía—, todos mis manuscritos, las notas para mis pensamientos difuntos y las anotaciones, en algunos casos fragmentos que ya estaban completos, para las obras que nunca escribiría. Hice sin vacilar,[7] aunque con pausada pesadumbre, ese sacrificio, por el cual me quise despedir, como un puente que se quema, del margen de la vida de la que me voy a apartar. Soy libre y estoy decidido. Matarme; ahora voy a matarme. Pero quiero dejar, al menos, con la precisión con que pueda realizarla, una memoria intelectual de mi vida, un cuadro interior de lo que fui. Deseo, ya que no pude dejar de mí una sucesión de bellas mentiras, dejar lo poco de verdad que la mentira de todo nos permite suponer que podemos decir.
Éste será mi único manuscrito. Lo lego, no como Bacon, a la apreciación benévola de las generaciones venideras, sino, sin ánimo de comparación, a la meditación de aquéllos a los que el futuro convertirá en mis semejantes.
Percibo,[8] rompiendo todos los lazos, excepto el último, entre yo y la vida, la claridad del alma para sentir, y la del entendimiento para comprender, que me dan la fuerza de las palabras, no para realizar la obra que nunca podría realizar, sino al menos para decir con sencillez por qué razones no la realicé.
Estas páginas no son mi confesión, sino mi definición. Siento, al comenzar a escribirla, que podré escribirla con alguna forma de verdad.[9]
En esto el suicida fue anticipadamente injusto. Las referencias de los periódicos le tributan absoluto homenaje. Así, el corresponsal local del «Diario de Noticias» transmite en estos términos a su periódico la noticia de la muerte: «Se suicidó ayer en su casa de Macieira el señor Álvaro Coelho de Athayde, 20° Barón de Teive. De una de las familias más distinguidas de este municipio. El triste final del señor Barón de Teive ha causado una gran consternación, pues el difunto era muy apreciado por las bellas cualidades de su carácter».
Quinta de Macieira
12 de julio de 1920[10]