«A medida que pensaba en mi niñez y mi adolescencia, empecé a vislumbrar […] que las relaciones que no fueron plenamente exploradas en su día pueden convertirse en oscuros perfiles, a la sombra de los cuales no nos preocupamos de estar ni un minuto más».
ANGÉLICA GARNETT,
Una mentira piadosa
Pretenden convencernos de que tiene tanta importancia doblar a un personaje secundario como a un protagonista, porque para alcanzar la armonía se necesita que las voces de todos los actores estén coordinadas. Es una mentira piadosa para que no perdamos el entusiasmo. Los espectadores españoles conocen voces emblemáticas como la de Clint Eastwood, Morgan Freeman, Robert de Niro, Dustin Hoffman, Harrison Ford o Sean Penn. Su voz es familiar porque forma parte de la expresión física de los actores. Ya me gustaría a mí doblar a Meryl Streep, Nicole Kidman, Susan Sarandon o Diane Keaton, por decir algunas de mis preferidas, pero debo conformarme con ponerle voz a Katherine Hill y Susan Paterson. ¿Alguien tiene idea de quiénes son estas actrices? Seguro que no, excepto los fanáticos de Jail, que gracias a Dios no son pocos.
Hace varias semanas que me encierro en esta pecera y ya estoy hastiada de las peripecias de los presos de esta cárcel de alta seguridad. He perdido la cuenta exacta, pero llevo medio centenar de episodios poniéndole voz, primero al personaje de Katherine Hill y ahora he tenido que forzarla un poco para doblar a Susan Paterson, que hace de mala.
Nadie imagina el esfuerzo que supone aprender los gestos, movimientos, ritmos de expresión, reacciones físicas de dos absolutas desconocidas. Cuando, por fin, me identifiqué con Katherine, la liquidaron y tuve que meterme en la piel de Susan, que es un ser abominable. Claudia no se pierde un solo capítulo de Jail. Va por la segunda temporada y me mataría si le cuento la sorpresa que tienen preparada los guionistas para el último capítulo de la temporada. Algunos lunes Claudia viene a cenar a casa para verla conmigo en la Fox, porque le divierte que le ilustre con chismes sobre los actores. Pregunta si es cierto que Katherine fue la pareja del director en la vida real y por qué lo dejaron. Me alegro de poder compartir esta ceremonia con mi hija. Solo por eso me gustaría que se prolongase indefinidamente y que hubiera cuatro, cinco o seis temporadas, pero me temo que el rodaje llega a su fin y será difícil encontrar otro motivo que me permita gozar de la compañía nocturna de Claudia.
—Me encanta el personaje que hace Sam Gillman. ¿Quién le dobla? —me pregunta Claudia.
—Un tal Gorka.
—¿Se parecen en algo?
—Ni en la uña del dedo meñique.
—¿Te cae mal?
—¿Quién, Gillman o Gorka?
—Gorka.
—Me cae mejor Gillman.
—Ya me lo imagino. Gillman está macizo.
—El otro es un imbécil.
—¡Qué radical! ¿Tan mal te cae?
—Peor de lo que te imaginas.
—¿Y él lo sabe?
—El odio suele ser mutuo.
—¿Pero qué te ha hecho?
—Nada especial. Me molesta su presencia y, además, es un poco canalla.
—Gillman también lo es. Ya se ha cargado a tres. Pero, me gustan los canallas.
Guapo y carismático, Sam Gillman interpreta a un personaje mucho más importante que el mío. Un motivo más de confrontación con Gorka.
—Pues, lo siento mucho, hija, porque los canallas dan muy mala vida.
—¿Acaso los otros no la dan?
—Sí, pero te enganchan menos.
—Me interesan tus teorías sobre los hombres.
—Pues te las amplío cuando quieras.
—Otro día… Calla, que empieza.
Son las conversaciones que mantenemos durante las pausas publicitarias. No pierdo la esperanza de que algún día lleguemos más lejos y me permita tirar de algún hilo que sirva para desenmarañar la impenetrable madeja sentimental de mi hija.