20

—El alguacil-general ha decidido no acusar a su socio de hacerse pasar por un agente de la ley —dijo Reddi.

Waxillium se limpió los labios con el pañuelo. Se hallaba en la comisaría más cercana al cubil de los desvanecedores. Se sentía fatal, con las costillas rotas y la mitad de su cuerpo envuelto en vendas. Le quedarían cicatrices tras esto.

—El alguacil-general —dijo Marasi, con voz dura— debería alegrarse de la ayuda de Lord Waxillium… de hecho, tendría que haberla pedido —estaba sentada junto a él, como protegiéndolo.

—Lo cierto es que parece alegre —repuso Reddi. Ahora que Waxillium le prestaba más atención, advertía cómo el alguacil no dejaba de mirar a Brettin, el alguacil-general, que se encontraba al otro lado de la comisaría. Los ojos de Reddi se entornaron levemente, los labios hacia abajo. Le sorprendía la calmada reacción de su superior a los acontecimientos.

Waxillium estaba agotado en ese momento para molestarse con la anomalía. De hecho, era agradable oír que había algo a su favor.

Otro de los alguaciles llamó a Reddi, y se marchó. Marasi posó una mano sobre el brazo bueno de Waxillium. Él podía sentir prácticamente su preocupación por la forma en que vacilaba, la forma en que arrugaba el entrecejo.

—Lo hiciste bien —dijo Waxillium—. Miles fue tu presa, Lady Marasi.

—No soy yo quien recibió una paliza mortal.

—Las heridas sanan, incluso en un viejo caballo como yo. Verlo atacarme y no hacer nada… Apuesto a que fue una agonía. No creo que yo hubiera podido soportarlo, si nuestros papeles hubieran estado cambiados.

—Lo habrías hecho. Eres así. Eres el hombre que pensaba que eras, y sin embargo eres más real al mismo tiempo —lo miró, los ojos muy abiertos, los labios fruncidos. Como si quisiera decir más. Él podía leer su intención en aquellos ojos.

—Esto no va a funcionar, Lady Marasi —dijo amablemente—. Agradezco tu ayuda. Lo agradezco mucho. Pero lo que deseas entre nosotros no es viable. Lo siento.

Como era de esperar, ella se ruborizó.

—Por supuesto. No estaba dando a entender una cosa así —forzó una risa—. ¿Por qué pensabas…? ¡Quiero decir, es una tontería!

—Entonces pido disculpas —dijo él. Aunque, naturalmente, los dos sabían lo que había significado la conversación. Él sintió un profundo pesar. «Si fuera diez años más joven…».

No era la edad en sí. Era lo que esos años le habían hecho. Cuando veías morir por tu propio disparo a una mujer que amabas, cuando veías a un viejo colega y respetado vigilante de la ley volverse malo, te afectaba. Te destrozaba por dentro. Y esas heridas no sanaban tan fácilmente como las del cuerpo.

Esta mujer era joven, llena de vida. No se merecía a alguien que básicamente era todo cicatrices envueltas en una gruesa piel de cuero secado al sol.

Al cabo de un rato, el alguacil-general Brettin se les acercó. Era tan estirado como siempre, el sombrero de alguacil bajo el brazo.

—Lord Waxillium —dijo con voz átona.

—Alguacil-general.

—Por sus esfuerzos hoy, he solicitado que el Senado le conceda un permiso como ayudante para toda la ciudad.

Waxillium parpadeó sorprendido.

—Por si no lo sabe —continuó Brettin—, esto le dará poderes para investigar y hacer detenciones, como si fuera miembro de la policía, suficiente para autorizar acciones como las de la noche pasada.

—Esto es… muy considerado por su parte —dijo Waxillium.

—Es la única forma de excusar sus acciones sin poner en entredicho al cuerpo. He retrasado la fecha del permiso, y si tenemos suerte, nadie se dará cuenta de que trabajó usted solo anoche. Además, tampoco deseo que considere que necesita trabajar solo. La ciudad podría usar su experiencia.

—Con el debido respeto, señor —dijo Waxillium—, es todo un cambio desde su postura anterior.

—He tenido motivos para cambiar de opinión —dijo Brettin—. Debería saber que pronto voy a jubilarme. Un nuevo alguacil-general heredará mi puesto, pero tendrá que aceptar el mandato del Senado referido a usted, si esta moción es aceptada.

—Yo… —Waxillium no supo qué responder—. Gracias.

—Es por el bien de la Ciudad. Naturalmente, tenga en cuenta que si abusa de este privilegio, sin duda será revocado.

Brettin asintió torpemente y se retiró.

Waxillium se rascó la barbilla mientras observaba al hombre. Aquí estaba pasando algo decididamente extraño. Era casi como si Brettin fuera una persona diferente. Wayne pasó por su lado, llevándose una mano a su sombrero de la suerte (que estaba manchado de sangre por un lado) y sonriendo mientras se acercaba a Waxillium y Marasi.

—Toma —dijo Wayne, entregándole a hurtadillas algo envuelto en un pañuelo. Era inesperadamente pesado—. Te conseguí otra de esas armas.

Waxillium suspiró.

—No te preocupes —dijo Wayne—. La cambié por un bonito pañuelo.

—¿Y de dónde sacaste el pañuelo?

—De uno de los tipos a los que te cargaste. Así que no fue robar. No va a necesitarlo, después de todo —parecía bastante orgulloso de sí mismo.

Waxillium se guardó la pistola en su funda vacía. En la otra tenía a Vindicación. Marasi había buscado por todo el escondite después de que se llevaran a Miles y la había recuperado. Menos mal. Habría sido triste sobrevivir a esta noche solo para que Ranette lo matara.

—Así que cambiaste el pañuelo de un muerto por la pistola de otro muerto —dijo Marasi—. Pero… la pistola en sí pertenecía a alguien muerto, así que por la misma lógica…

—No lo intentes —dijo Waxillium—. La lógica no funciona con Wayne.

—Compré un amuleto de protección contra la lógica a un adivino ambulante —explicó Wayne—. Me permite sumar dos y dos y conseguir un pepinillo.

—Yo… no tengo respuesta para eso —dijo Marasi.

—Parece que sacaron a ese armero del canal, Wayne, y está vivo. No muy feliz, pero vivo.

—¿Ha descubierto alguien algo relacionado con las otras mujeres que fueron secuestradas? —preguntó Waxillium.

Wayne miró a Marasi, que negó con la cabeza.

—Nada. Tal vez Miles sepa dónde están.

«Si quiere hablar», pensó Waxillium. Miles había dejado de sentir dolor hacía tiempo. Waxillium no estaba seguro de cómo podría nadie interrogarlo.

Consideró que, al no haber rescatado a las otras mujeres, había fallado en gran medida. Había jurado rescatar a Steris, y lo había hecho. Pero no había evitado un mal mayor.

Suspiró mientras la puerta del despacho del capitán se abría y salía Steris. Un par de alguaciles veteranos le había tomado declaración, después de hacerlo a Waxillium y Wayne. Los dos alguaciles llamaron entonces a Marasi, y ella entró, mirando a Waxillium por encima del hombro. Le había dicho que fuera sincera y dijera la verdad, sin ocultar nada de lo que Wayne y él habían hecho. Aunque, si podía, tenía que oscurecer el papel de Ranette.

Wayne se acercó al lugar donde unos alguaciles comían sus bocadillos matutinos. Lo miraron con recelo, pero, por experiencia, Waxillium sabía que Wayne pronto los haría reír y acabarían pidiéndole que se uniera a ellos. «¿Comprende siquiera lo que hace? —se preguntó Waxillium mientras Wayne se lanzaba a explicarles el combate a los alguaciles—. ¿O lo hace todo por instinto?».

Lo estuvo mirando un momento antes de darse cuenta de que Steris se había acercado a él. Se sentó directamente enfrente, manteniendo una buena postura. Se había arreglado el pelo, y aunque tenía el vestido arrugado por el día en cautividad, parecía relativamente tranquila.

—Lord Waxillium —dijo—. Considero necesario ofrecerle mi agradecimiento.

—Espero que la necesidad no sea demasiado onerosa —replicó Waxillium con un gruñido.

—Solo en tanto viene… es requerida… después de un oneroso cautiverio. Ha de saber que no fui tocada indecentemente por mis captores. Permanezco pura.

—¡Herrumbre y Ruina, Steris! Me alegro, pero no necesitaba saber eso.

—Lo necesitaba —dijo ella, el rostro impasible—. Suponiendo que aún desee continuar con nuestros esponsales.

—No importaría de todas formas. Además, creía que todavía no habíamos llegado a ese punto. Ni siquiera hemos anunciado que nos estamos viendo.

—Sí, aunque creo que ahora podemos alterar nuestro calendario previo. Verá, se esperará que un rescate dramático como el que ha efectuado provoque una reacción en mis emociones. Lo que antes podría haber sido considerado un escándalo ahora en cambio será visto como romántico. Podríamos anunciar plausiblemente un compromiso la semana próxima y ser aceptados en la alta sociedad sin preocupaciones ni comentarios.

—Qué bien, supongo.

—Sí. ¿He de continuar con nuestro contrato, entonces?

—¿No le importa que haya vuelto a las retorcidas costumbres de mi pasado?

—Creo que pronto estaría muerta si no lo hubiera hecho —dijo Steris—. No estoy en posición de quejarme.

—Pretendo continuar —advirtió Waxillium—. No todos los días, patrullando sin descanso ni nada de eso. Pero he recibido un permiso, y un ofrecimiento, para estar implicado en los asuntos policiales de la ciudad. Pienso actuar en los problemas ocasionales que necesiten atención extra.

—Todo caballero necesita una afición —dijo ella, tan tranquila—. Y, considerando los caprichos de algunos hombres que he conocido, en comparación esto no sería problemático —se inclinó hacia delante—. En resumen, mi señor, lo veo a usted por lo que es. Nosotros dos estamos más allá del punto en nuestras vidas en que esperar a que el otro cambie sea realista. Aceptaré esto sobre usted si usted me acepta a mí. No carezco de defectos, como mis tres anteriores pretendientes se molestaron en explicarme, en profusión, por escrito.

—No me había dado cuenta.

—No es un tema digno de su atención, en realidad. Aunque pensaba que se habría dado cuenta de que no venía a esta potencial unión sin, no se ofenda, cierta medida de desesperación.

—Comprendo.

Steris vaciló. Luego un poco de su frialdad pareció desaparecer. Parte de su control, de su voluntad de acero, se desvaneció. Parecía cansada de repente. Agotada. Aunque detrás de la máscara, Waxillium vio algo que podría haber sido afecto hacia él. Cruzó las manos.

—Yo… no soy buena con la gente, Lord Waxillium. Me doy cuenta. Sin embargo, debo recalcar que tiene mi agradecimiento por lo que ha hecho. Hablo desde las profundidades de todo lo que soy. Gracias.

Él la miró a los ojos y asintió.

—Bien —dijo ella, volviendo a los negocios—. ¿Continuamos con nuestro compromiso?

Waxillium vaciló. No había ningún motivo para no hacerlo, pero una parte de él descubrió que se consideraba a sí mismo un cobarde. De los dos ofrecimientos de hoy (uno no hablado, el otro brusco), ¿este era el que estaba contemplando?

Miró hacia la sala donde Marasi estaba dando el informe de su implicación en este lío. Era fascinante. Hermosa, inteligente, motivada. Por toda lógica y razón, él debería sentirse completamente enamorado de ella.

De hecho, le recordaba mucho a Lessie. Tal vez ese era el problema.

—Continuamos —dijo, volviéndose hacia Steris.