—Ese Lenny Centino es más listo de lo que parece —dijo Roberto Pagano, el detective camuflado, a su jefe Joe Tracy el miércoles por la noche, cuando se vieron—. Desde el día que le conocí no ha vuelto a mencionar los repartos que hizo para la supuesta empresa de ordenadores ni nada que nos permita echarle el guante. De no ser por aquel par de cervezas que le aflojaron la lengua, dudo que hubiera dicho nada la primera vez.
—Y en cualquier caso un abogado avispado podría echar por tierra los cargos —comentó Joe—. Por eso cruzo los dedos para que Centino no se eche atrás en el asunto del lunes por la noche.
—No lo hará —le tranquilizó Pagano—. Lenny sabe que últimamente las cosas están difíciles para los camellos en el Upper West Side. Seguro que querrá dar su gran golpe el lunes por la noche para desaparecer durante una larga temporada.
—Sí, pero no a donde él cree, espero —respondió Tracy—. Si Lenny lleva a cabo el trabajo, le tendremos agarrado de pies y manos. Pero ¿y si se pone nervioso y no se presenta? Por otro lado, lleva varias tardes recogiendo a esa chiquilla en ese centro llamado Home Base. ¿Por qué se ha convertido de repente en tan buen padre?
—Tal vez sólo quiera asegurarse de que su hija le recuerde cuando ya no esté —opinó Pagano encogiéndose de hombros—. Dudo que cargue con una cría de siete años.
—Supongo que tienes razón —convino Tracy.