Otros deliciosos afrodisíacos

Café (Coffea arabica, Coffea liberica, Coffea robusta y otras variedades). Debiera estar entre las hierbas y especias, pero considero que, como el chocolate, merece capítulo aparte. Excita por la cafeína, un alcaloide de efecto poderoso, por eso los mormones —que tampoco beben alcohol— no lo prueban.

En cambio, en muchos países musulmanes, sobre todo entre los árabes, donde el Corán prohíbe el alcohol y otros estimulantes, el café es de rigor. Para quienes padecemos el vicio, antes de la primera dosis matutina no podemos presentarnos a la vida. El valor afrodisíaco del café es dudoso. En Estados Unidos el fanatismo ha llegado al extremo de que proliferan carromatos vendiendo espresso en cada esquina, pero la libido de ese pueblo no es particularmente notable. Tan sofisticado es el negocio del café, que se ha desarrollado un idioma especial, similar al antiguo lenguaje de las flores. Mi preferido es el Cap-grande-decaf-soy-non-fat-wet-cin-choc, nombre que se recita de un solo impulso y que significa: capuccino descafeinado, mitad espuma y mitad leche de soja descremada, con canela y chocolate. Para los italianos, inventores del capuccino, esto es, por supuesto, una herejía.

Té. Se conoce en India y China varios siglos antes de Cristo, primero como medicina y luego como bebida refrescante, pero no llegó a Europa hasta comienzos del siglo XVII, llevado por mercaderes holandeses. En el siglo XVIII era bebida corriente en Inglaterra, donde Thomas Twining empezó a venderlo por peso. Twining de Londres y la costumbre de beber esta infusión a las cinco de la tarde existe hasta el día de boy en ese país. En 1773 los colonos en Norteamérica tiraron al mar cargamentos de té, como protesta contra los impuestos y la falta de garantías políticas, iniciando así la guerra de independencia de los Estados Unidos contra Inglaterra. Desde entonces los norteamericanos beben poco té (y lo prefieren helado). Se cultiva principalmente en climas calientes y húmedos de Asia y existen innumerables variedades, cuyo valor afrodisíaco depende de la fe del consumidor. Té con especias, leche y mucho azúcar, llamado chai, es popular en India, mientras que en Rusia se bebe (en vaso, nunca en taza) con limón, azúcar y en invierno un chorro de brandy. La refinada ceremonia del té en japón, cha-noyu, se considera un arte gestual y una forma de meditación de acuerdo a los principios del Zen: armonía, respeto, pureza y tranquilidad. Estos cuatro principios, en apariencia opuestos a la sensualidad, pueden llegar a ser la esencia de la misma, pero para ello se debe recorrer dos veces el camino completo de los sentidos.

Chocolate. (Theobroma, que quiere decir «fruto de los dioses»). ¿Quién dijo que el chocolate no es uno de los nutrientes fundamentales en la dieta humana?

A mí me parece más alimenticio que los frijoles y el brócoli, por mencionar algunos. Era la bebida sagrada de los aztecas, se relacionaba con la diosa de la fertilidad Xochiquetzal y sólo lo consumía la nobleza. El cruel conquistador de México, Hernán Cortés, lo probó en la corte del emperador Moctezuma y poco después lo introdujo en España, donde tanta era su fama de afrodisíaco, que las mujeres lo bebían a escondidas. Es tan adictivo y excitante como el café —contiene el alcaloide theobromine— pero además se le atribuye simbolismo en los ritos del cortejo romántico. ¿Qué mujer no ha visto sus defensas desplomarse ante una caja de chocolates? El sabor, tan popular en Europa y América, no es igualmente apreciado en Asia o África. En un viaje al interior de la India no pude encontrar chocolate y padecí tal tormento de privación, que ahora entiendo el drama de los drogadictos.

Miel. La miel, néctar de Afrodita, dorado tesoro de la tierra, resultado del alma de las flores y el trabajo de las abejas, ha servido para endulzar la vida mucho antes del descubrimiento del azúcar. Su sabor y aroma dependen de las flores donde han libado las aladas obreras. Su reputación como afrodisíaco es extensa: los novios van de «luna de miel» y en muchas culturas es parte de la ceremonia y del ágape matrimonial. El alto contenido de vitaminas B, C y minerales del polen estimula la producción de hormonas sexuales. Reaviva instantáneamente a los amantes agotados, porque el cuerpo la absorbe en un tiempo mínimo. Avicena, el célebre médico árabe, cuyas recetas se usaron por varios siglos durante la Edad Media, recomendaba miel con jengibre para la impotencia. Se usa en la preparación de dulces sensuales, mezclada con nueces, coco, leche de camella o de cabra, huevos, especias, etc. Se supone que la saliva de las bellas huríes del Paraíso de Alá, así como las secreciones femeninas durante ciertos días del ciclo menstrual, saben a miel. Atila, quien creía a pie juntillas en su poder estimulante, bebió tanto hidromiel el día de su boda que se murió de un paro cardíaco, para regocijo de sus enemigos y posiblemente también de su novia. El rey Salomón le canta a su amada:

Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa mía;

miel y leche hay debajo de tu lengua;

y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.

Cantares 4:11

Si no se le ha ocurrido todavía, aquí tiene un dato: la miel tibia sobre el cuerpo se presta para muchos juegos eróticos. Cleopatra preparaba una mezcla de miel y almendras pulverizadas para embellecer su piel. Julio César y Marco Antonio engordaron a su lado, no sólo porque abandonaron la ruda vida de los cuarteles por los lánguidos placeres de la corte egipcia, sino porque se aficionaron a lamer el postre de la copa íntima de esa reina seductora.