Entramos en La Habana por Calzada. El semáforo de Doce no estaba rojo y pasamos frente al Lyceum como una flecha budista —¡zen!, en vez de ¡zum!— No puedo ver el Trotcha, con sus jardines sinuosos y el antiguo balneario de lujo (que estaba, Dios mío, a fin de siglo, en una remota hacienda de extramuros apodada El Vedado: un tanto para nuestro Le Cuerbusier, que piensa que la música es arquitectura en movimiento) que es hoy un pobre laberinto arruinado y el teatro colonial que es un hotel ahora, menos que eso: una casa de huéspedes, caída, venida a menos, ruinas que no me encontrarán impávido porque son para mí inolvidables. En Paseo nos detuvo el tránsito.
—¿En serio?
—¿En serio qué?
—¿Hablas en serio cuando dices que el ruso es el español al revés?
—Perfectamente en serio.
—¡Dios mío! —exclamé—. Somos vasos, veleros comunicantes. Eso ensambla exacto con la teoría de Bustrófedon de que el alfabeto cirílico (como decía él: cyrilic/cilyric) es el alfabeto latino al revés, que se puede leer ruso en un espejo.
—Bustrófedon bromeaba, siempre.
—Tú sabes que las bromas no existen. Todo se dice en serio.
—O se dice todo en broma. La vida era una broma total para él. O Él, como tú prefieres. Nada humano le fue divino.
—Es decir, que para él no había cosas serias. Por tanto, no había bromas. Lógica aristotélica.
Volvió a arrancar. Dibujó una exclamación con la boca antes, Jimmydeancué.
—Coño, mi viejo —me dijo—. Nadie te echaría de más si te llevara en esta máquina del tiempo a vivir entre los sofistas.
—Mira quién habla, que no te falta más que detener tu cuádriga, el Quatre Chevaux y bajarte a matar una res y sacarle el hígado para ver cómo se presenta el futuro y si avanzamos hasta Sardis o regresamos al mar. —Sonrió—. Pero te propongo impersonar un dúo presocrático. Podíamos muy bien ser Damón y Fitias.
—Who’s who?
—Elige tú que canto yo.
—No te veo dando la vida por mí.
—¿Y qué cosa es acompañarte, ser tu pasajero, sentarme siempre en el asiento del suicida?
Se rió pero no quitó el pie del acelerador.
—Además, estoy dispuesto a tomar tu lugar, en cualquier momento.
No entendió o no quiso entender. Al entendedor renuente no le bastan las palabras. Hay que hacerle cifras, mostrarle los numeritos. Lástima. Podía haberle hablado ahora. Lo haré para mí. Masturhablarme. Solución que es polución. La solution d’un sage n’est que la polution d’un page. Paje y su pareja. Paja. Hay quien ve la paja en el ojo del culo ajeno y no ve la verga en el propio. En el país de los tuertos el ciego es rey. El refranero a la lanterne rouge. Red Light District. ¿Inventarían las putas el semáforo? No, que el inventor tiene un monumento en París. Sale en The Sun also Rises. Siempre levanta el sol. Lo único que se levanta en la novela. The Sun Only Rises. Pobre Jake Barnes. En la luna hubiera tenido más suerte. Menos gravedad. ¿O gastó toda la pólvora en salvas de amor? La Sylphilis de Chopin. Según la teoría del maestro (gurú) de ceremonias cada hombre tiene un número exacto de disparos almacenados, no importa cómo ni cuándo ni dónde (pero junto a ti) los gasté. Si hizo cincuenta tiros en su juventud tendrá cincuenta menos en la vejez. La puntería es cosa suya. Muchacho, estás preocupado por el sexo. No he visto un solo ser humano que no esté preocupado con el sexo. ¿Quién dijo? Aldoux Huxley. Ah ya sabía que no era cosa tuya. El ensayo no es tu fuerte. Ensayos, essais, essays. Para Aldous Husley son exsays. ¿Murió? No, está vivo. Viejo muere el cine, el cisne. Es que nadie habla de él. Mierda, ahí vuelve ese viejo del tridente y los tritones, odo le pasa en tresT. Siempre tiene que salir en la literatura cubana. Como la tour Eiffel en París. Ya lo veo/no lo veo/lo veo. Fíjate qué arcada. ¿Dentaria o puro vómito? No hables de arcada dentaría tú, por favor. En boca cerrada no entran mosquitos. Moscas. Mosquitos, las moscas no vuelan de noche. Adiós Neptuno. En el Carmelo hay gente comiendo y el Auditorium estaba alambrado, alumbrado, achispado. Como tú. Sss. ¿Treinta y tres treinta y tres? No, que donde empieza la música tienen que morir las palabras. Heinich. Hein Hitlere. Hay concerto. ¿BachaldiViv? Hay concierto y Enna Filippi batallaría con su arpa, waltzing plus que lente. Introducción y allegro. No más sexo. Mierda que es Ravel, conocido asexual. Aunque no sé si allá (haya) en Antibes. Recuerden que Ida Rubinstein bailó sobre una mesa. ¿Y qué? Que se llama Ida ¿y cada Ida no tiene su Venida? Harping in the dark. ¿Ina? No, Edna salceando, tocando More by Salzburgo, creando ondas de arpa en el agua de Seltzedo, lirófora celeste que con la siringa (qué rima con) agresiva, agreste, Harpa celeste. ¿Harpa? Se escribe así. Entonces las mujeres que tocan el harpa ¿Son arpías? Enna haciendo material su sonido celeste: Marxing the Harp. ¿O sería la erucción del monte Edna? Puede ser Kleiber. Erich Klavier. Eines wohl temperiertes Kleiber. Eine Kleiber Nachtmüsik. Ein feste. Ahí sí que te jodiste. Ein feste Brandeburg. No good. Komm Süsser Todd-AO. No silve. ¿No sería Celibidache, Chelibidaque, Cellobidache, celos-bis-ache, Coelovideo, Celiberace, eroicando, cambiando el tercer (drei) movimiento, Cuévidache, accelerando, porque (dice que) descubrió una partitura empolvada (una vieja peluca) en Salzedoburg que demostraba (to demons trate, where demons fear to trate) que Ardébol y Kleiver y hasta SilviaBruno Walter estaban equivocagados de manera que Adolfas Gitler tenía razón cuando impedía por otros medios que Walter toque a Beethoven, enSaltzyando, Reichearsing, fffeisant des repetitions, n-no no hay como el francés, el Francés, para que ese muchacho, el chivato que va a morir como desea el melómano en la sala de concerti, ese, el Chivato, oiga la música desde la azotea donde está escondido y se lea Ela Coso escrito para fastidiare il souvenire d’un grand’umo y para ser leído (Jazz a l’homme o Chas Salón) en el tiempo que Celibidet tocaba la Eólica porque cogieron los dos sendos cursos de lectura acelerada? Lectores acelerados. Gli scelerati. Así doblamos por la Avenida, por la Venida de los Presidentes, alto acto sexual. Sabido que todos son del carajo, cuando se gastan por el uso hay que sustituirlos con los Vice Presidents.
Iba por la acera cuando la vi. Boccato di castrati. Se lo dije a Cué.
—¿Quién? —me dijo—. ¿Alma Mahler Gropius Werfel?
—Spermaceti. Sperm-whale. Vallena de esperma.
—Whale? I mean, where?
—Ahoy! Ahoy! On starboard, sir. A estribor.
Capitán Cuéraj e miró.
—De madre. Borracho perdido. No veo una, veo dos.
—Son dos. Perdona el infralenguaje, pero no conozco más que la de afuera. Amiga de Códac.
—Amiguita.
—La de afuera viejo. Metalenguaje para ti. Y sacalenguaje.
—Coño qué vista.
—Dirás qué espejuelos.
—Agradécelo a Ben Franklyn Delano. Una lea en cada foco. Tienes bifocales para el sexo contrario. Contraria contrariis curantur.
—Bisexcales. Tremenda mulata.
—¿De veras la conoces?
—Sí viejo sí. Códac me la presentó.
—Esas mujeres no se presentan, se regalan.
Iban por la esquina. Era bien ella, ¿cómo se llamaba? Seguro con una amiga. Le amiche. The tits of lovelyness. Bixfocales. Se dice tetralogía, trilogía y hasta pentalogía si alguien se atreve a llegar a cinco. ¿Se dirá sexología para las seis obras? ¿Biología? Dice Freud que a las mujeres primitivas como a los niños se les puede inducir a cualquier experiencia sexual. No dijo subdesarrolladas. No las conocía. Pero ésta está superdesarrollada. ¿Se la indujo o fue Madre Natura? No hay naturaleza. Todo es historia. Histeria. La histeria es un caos concéntrico. La historia, perdón. Freud también dijo que uno estaba dispuesto a las caricias bucales más extremas, pero que vacilaría en usar el cepillo de dientes de la amada. ¿Juieta? ¿Qué hay, Romy Darling? ¿Has vuelto a usar mi Pro-phi-lactic? Se equivocó Segismundo. Estoy dispuesto a llegar donde el cepillo no toca. Where brushes fear to sweep. Mierda, doblan por Quince. La calle Quince, perdón Bertrand. Where Russells fear to think. Se nos van. Da la vuelta Cué da la vuelta coño. Cuéño.
—Cáile atrá.
Me miró con cara de ¿he oído bien?, el pedante radial, pero inmediatamente, todavía impersonando al Cuépitán Ahab tras Morbid Dyke dio una vuelta completa al timón y el convertible giró, barloventeó, con todo dentro, incluyendo esta bitácora o log, el log de Gog y Magog, magloglog, y, entró por el estrecho canal de la calle. Magallanes Cué. Cuégallanes. Magalanes. ¡Magalena! Eso mismo. Técnica. Mnmotécnica. Memoria Technica. Arsenio Sebastián Cuébot amainó, púsose al pairo y ancló en la otra esquina, a la derecha. Profundidad, cinco brazas, tres brazas, mark twin! Ahora a los botes, Harpón en ristre.
—Se llama Maguelena. Magalena.
—Déjame a mí solo. —Mierda, me tendré que quedar a bordo. Llámenme Ismael. Abrió la escotilla y a la luz-piloto se miró en el retrovisor. Se alisó el pelo. Qué manía con el pelo. No aprendió nada con Yul Brynner este muchacho. Se fue. Solo. El príncipe Valiente. Caliente. Con su espada cantaora. A la selva.
—Tráelas vivas Frank Buckué.
Miré por el retrovisor de mi lado y lo vi alejarse por la acera izquierda, por donde ellas venían en la calle del espejo. Se acerca. Nueve ocho siete seis cinco cuatro tres dos uno ¡bang! Colisión de sexos. Coalición. When works collide. When words collide. Les habla. ¿Qué cóño lés dirá? Relato de Cuésimodo y Esmeralda. Emeralda pa sevvil-le. Cuésimodo quiere meterle mano —y todo lo demás— a Esmeralda. Nada qué hacer. Pero qué feo tú ere muchacho. Nací así. Perdón. Pero ere má feo que éte anfitrión de Ulise, ¿cómo se llama? Polifeo, sin dedorar lo presente. Cuésimodo que cavila y cavila y camina pensando cómo tumbar a Emeraldita. Piensa y piensa y piensa. Bombillo. ¡Ya está! Vende gárgolas, postales y otras boberías como souvenirs de la catedral de Notre Mome. Un precursor. Se hace rico, como casi todos los pioneros, cosa sabida. Deja su nidito de buitre en lo alto de los techos góticos y se va a Pigal. Contrata a la más linda y la lleva a comer a la Tour de Nesle, el mejor restaurant de su tiempo (Siglo XIII, siglo nefasto: todos los que nacieron en él están muertos) y se hace pintar una o dos miniaturas por artistas de la escuela de Fondantbleu, que es sabido que son de lo mejorcito. Se le ve titilando un pezón emputecido en todos los periódicos y tablillas que venden por la Rive Gauche al otro día. Editados por Teofrasto Renaudot. Se empieza a hablar de Cuésimodo. Le Tout Paris le tutea. Le dicen Cuési. Algunos le llaman, americanizados, Mody. Son los que dicen The Bastill cuando pasan una noche en el precinto (también anglicismo) o un drink of hydrohoney y bailan country-dances, adelantados a su tiempo. Quel horreur le Franglais. La culpa es de estos Plantagenet con sus idas y vueltas. Les anglais a la lantern! We shall take care of thee lateh, Joan of Arc. Cuésimodo repite el viaje y la elección. Va hoy al Equus Insanus, taverne. Quel horreur le Franlatin. Quod scripsi scripsi, Rabelaisus. Vae vatis. Carmen et error. Los facsímiles se reproducen en todos los pergaminos. Esmeralda, que no sabe leer, como casi todo el mundo (por lo que los periódicos salen sobrando y de ahí que fracasen sin ruido y tengamos que esperar cinco siglos para tener prensa diaria en París), comienza a ver, como casi todo el mundo, las figuritas. Cuésimodo con Carmen y también con Error. Cuésimodo con una beldad y una huris. ¿Qué tendrá este Cuésimodo?, comienza (por el mismo tiempo que comienza a ver las figuritas) a preguntarse. Siguen los viajes aux Champs, a la avenue de la Grande Armée, a Saint Germain des Pretres y siguen las hablillas de las tablillas. O las tablillas de las hablillas. Esmeralda está más que intrigada y decide ver de cerca a Cuésimodo. Horror. Más de cerca. Más horror. Más más de cerca. Esmeralda tiene esta costumbre de hablar con un hombre y, nerviosa que es, abotonarle y desabotonarle la camisa. Cuésimodo es un gigante, de la vida real y de la poesía. Esmeralda está más cerca. Empieza a jugar con los botones. Pero Cuésimodo no está más interesado en la mulatica que se hace pasar por gitana. ¿Para qué? Ahí están todas esas otras muchachas, mucho mejor vestidas además, et quel metier! Medievalmente, se abotona de nuevo la bragueta. ¿Qué coño les dirá? Imposible que lo reconozcan en esa oscuridad. Claro, la voz. «Vida mía, tú sabes que te amo con todas las fuerzas de mi corazón». Mierda de voz radiante. Un corazón en hercúleo. Hablan. Hablan y caminan. Qué técnica. Experiencia. Vienen hablando. Suenan las trompetas, suenan los clarines. Ya viene el cortejo de los querubines. Ahí están. Abro la puerta y me bajo. Menos mal que hay poca luz. Me siento un poco Quasimodo. Enchufaré mi voz erógena. Puro mimetismo. Soy el camaleón del amor. Cama-León.
—Buenas noches.
Arsenio hizo las presentaciones. Viejos amigos. Amigos todos. Verdaderamente amigos a través del tiempo a través de la cosa, pública, la cubanidad es amor y el ave canta aunque la rama cruja es agua cubana la que está cayendo amigos las mujeres mandan. Silvestre, Beba y Magalena. Magalena y Beba, Silvestre Asecas. Encantado. Mucho gussto. E un plasel. El busto es mío. Risitas. Caigo bien. ¿Fui yo quien lo dije? Sí, porque Carreño Cué abre educado las puertas sonoras de su convertible para hacer llegar a ustedes la emoción y el romance de un nuevo levante/ donde la beldad imperre donde el coito amenace donde la castidad no alcance allí estarrá Kamakué el singador errante/ desde las profundidades de la selva en el corazón del África negra y virgen boccato di missioneri se oye un grito que viola Tanmangakué es Zartán primo hermano de Tarzán pero polígamo y zoofílico y buga esencial. Este niño. ¿Quién habla? Tú no pensará este muchacho que nos vamo montar así sin techo. No es Magalena. No voy en ésa. ¿A la itemperie? Tu no ve que acabamo salir de la peluquería. Es la otra. ¿Cómo coño se llama? No me apuren. No empujen caballeros. Tengo una memoria del carajo. Beba. Beba Materva la marca del famoso chocolate Coca-Cola la Pepsi que refresca No hay fabada señorita con los chorizos Nalón. Qué Suaritos. De la pornografía considerada como publicidad eficaz. Para chorizos El Miño y para morcillas La Mía. Póngase en cuatro, señora, póngase en cuatro horas de La Habana a Nueva York, volando por Nachonal Earlaines. ¿Tiene las manos limpias, señorita? Pues use pintauñas Revlon y verá qué lindura. No se la haga usted, no deje que su novia se la haga, las guayaberas mándelas a hacer a su medida en la Casa Pérez. De ahí sacamos en el bachi aquella parodia, con música de jingle: Señora ama de casa/ Métase el dedo en el culo/ Ya lo probé, ya lo probé/ Qué bueno es, qué rico es. Fuite tú a la peluquería, no yo, que na má que te acompañé. Esa que habla es Magalena, Magalena que dobla más abajo de mi Patagonia dándole la vuelta a Elmundo Dantescué y se sienta atrás. Chévere. Para mí. Polvos Paramí. Paso por el estrecho de Magallena y le rozo un seno, creo. ¿O son los dos? La moda femenina tiende a horno… No sean tan mal pensados. A homogeneizar, por poco se me traba la lengua dormida, lo que la naturaleza duplicó. Son dos senos, dos nalgas y todas las modas hacen que parezcan una sola cosa. Cué apretó un botón. Estamos sentados en el cine Verdún y hasta se oye la música de fondo. Encendió también a Daniel Amfitheatroff. ¿O es Bakuéleinikoff? ¿No será Erich Wolfgang Korngold? Puso el radio el cabrón. «Técnica es experiencia concentrada». Le-che condensada. Música indirecta que predispone al amor. «Señor automovilista (es casi la voz de Cué que interrumpe la música con ese murmullo de gato en celo perpetuo), por favor, dedíquenos un botón en la radio de su auto. El aire se lleva las palabras, pero queda inmarcesible la música. Y ahora en la voz romántica de Cuba Venegas y por cortesía de los calcetines Casino, el bolero de Piloto y Vera, Añorado Encuentro. Es un disco Puchito». ¡Fucha! Puta madre. Qué manera de hablar. Cuba Venegas. La voz romántica de la reina del bolero. La Puta Nacional es lo que es. Mierda. Añoñado encuentro de Vera y su coPiloto, de Piloto y su co-Vera, de Ploto y Viera, de Plotov y Beria, stajanovistas del bolero. Arseniato Cúprico pone los pasadores a la capota y arranca con todos nosotros hacia la noche de amor, de locura y de muerte. ¿Quieren ustedes oír un cuento Tristen, Isóldito? No dejen de sintonizar el próximo capítulo.
Que es una manera de señalar a lo radio cubana y el capítulo no es más que otro trozo escogido de mis dos años ante el mástil, de las aventuras de Robinsón Cuésoe y su Silviernes en la isla de Lesbos.
Cué evitó la calle Diecisiete no por superstición, sino porque tenía querencia a Veintiuno, por motivos puramente numéricos y personales y regresamos a la avenida, bajando hacia el mar. En línea nos detuvo la roja y vi la cara, bella, de Magalena pasar del color canela a cartucho pálido por el tungsteno maldito y fue entonces que noté su mancha, una sombra oscura que le cruzaba la nariz. Creí que ella se dio cuenta y le dije:
—Códac nos presentó una noche.
—Eso dijo acá —y apuntó para Cué con un dedo de uñas largas y pintadas de algo que sería rojo si no brillara sobre nosotros la bomba de lapizlázuli, calcedonia o crisóprasa (que solamente esos hombres podían aproximarse a su color infernal) del alumbrado enemigo público.
—Arsenio es el nombre. Arsenio Cué.
Feroz anglicista traduciendo naturalmente del americano. Dice, también, afluente por próspero, morón por idiota, me luce por me parece, chance por oportunidad, controlar por revisar y muchas más cosas. Qué horror el Espanglish. Ya nos ocuparemos de ti un día, Lyno Novas.
—Ay —dijo la otra, la que dice que se llama Beba. —Pero si es verdá. Usté el agtor de televisión. La de vete que lo visto.
Era una mujer no una muchacha con algún bisabuelo de África perdido en el cruce de otros ríos tropicales. Un sí es no es mulata, pero un mestizaje tan sutil que solamente un cubano o un brasileño o tal vez Faulkner podría detectar. Tenía el pelo negro, largo, recién peinado ahora y ojos grandes, redondos, maquillados y una boca que más que sensual era depravada, como se dice. Sabiduría de la élite. Como si las formas, además de dibujarse con la luz y tener dimensiones y ocupar un lugar en el espacio, pudieran adoptar conceptos morales. Una ética para Leonardo. Un toque de pincel es un problema de moral. El rostro es el espejo del alma. El criminal ñato de Lombroso. O tempera, O mores.
Etcetética. Debía estar muy bien pero ahora no era más que un busto, una cabeza en penumbras. Vi a Cué mirándose al espejo. No, mirando en el espejo. Espiaba a Magalena por el retrovisor. ¿Como me diga tú quele cambia?, o una cosa de ésas, me cago en su madre y me bajo. O me quedo y digo, Voy en ésa. A lo mejor gano en el cambio. Mierda, no me gustan las viejas. Gerontofobia. ¿Vieja una mujer de veinticinco años? Estás loco. Eres un anormal. Un loco sensual, sexual. Terminarás como empezó Humbert Humbert. O como Hunger Humbert o Hum-ble Humbert. O como Humperdinck. Hansel Gretel. Primero Gretel y después. Serás también un Invert Humbert. Mierda, primero eunuco. Eugene Eunusco. Trabajaré en la Iunescu. Un momento. Have you no honor? No country? No loyalty to royalty-royalty to loyalty? Esta Magalena no es tan niña, la otra es tampoco tan vieja. One at a time. Concéntrate en lo que tienes al lado. No desearás la puta del mercado ajeno. Mírala bien. No está nada mal. Qué coño va a estar mal. ¿Quién la vio primero? ¿Yo o yo? Diecinueve años y treinta y seis, veinticuatro, treinta y ocho. ¿Cábala? No, estadísticas. Cuban bodice. Cuban boy. Cuban body. Body by Fischer. MagaleNash Ramper, se exhibe en La Rampa. Ambar Motors. Sepia Motors. Sexual Motor. General Motels. Fordnicando. Etcetetas.
—¿Cómo?
—¿Donde estabas niño en la nube?
—Bájate de esa nube y ven aquí a la irrealidad —era la clave bien templada de Juan Sebastián Cuéch. –Se canta con música de Isidro López.
—Perdone no la oí —me disculpaba.
—Silvestre viejo avívate. Y aquí vamos a tutearnos. Todos. De izquierda a derecha, tutéame, tutea a Beba y tu-teta Magalena.
Se rieron. Este cabrón puede ser popular con las damas tanto como yo con el ajedrez. Soy inkorregible, pero también dirigible. Díganme Von Zeppelin. Haré un esfuerzo y ya que subí a los palacios bajaré a las cabañas, aunque sean del Tío Tom. Esfuerzo popular. Hay que descender al pueblo, bajar entre sus piernas si es femenino. Beber de hinojos la leche de la bondad humana. Populismo. Seré un populista. No me digan von ni zepelín, llámenme el starets Capón.
—Me dijiste, Beba?
Esa que oyeron es mi voz. No suena a eunuco. No soy un castrato.
Quizás Pepino el Breve, pero tengo una buena voz-para imitar otras voces, esta vez una voz amable y atenta y popular.
—¿Qué qué tú hace niño?
—Esteta. ¡Cómo!, dijeron las dos. Eran un dúo. A capella.
—Viajo entre bellezas.
Risitas. Risa de Cué.
—Grasia.
—No este niño, ahora no. Que en qué tu trabaja. Agtor, tú eres agtor?
—Soy es.
Cué era otra bibliotecaria y se metió por medio.
—Él es periodista. De Carteles. ¿Recuerdan, Alfredo Telmo Quílez y No pasquines y las portadas de Andrés? Pero no, ustedes son muy jóvenes para recordar eso.
Sonrisas.
—Favor que ustés no hase —dijo Beba—. Pero la revita se vende por la calle, no e jistoria antigua.
Menos mal. Un rasgo de humor. Rasgo es algo.
—Aunque nosotro siempre la yerno en la peluquería. ¿No verdá Beba?
—Privilegio de mujer-dijo Cué. – Nos está velada la entrada a tan sacro lugar, a ese zanana.
—Suponemos que tengan lugar, allí dentro, los misterios de la Bona Dea-Cué me miró con cara de maldito humanista. Pero dijo:
—Tenemos que leerla en la barbería.
—O en el dentista —dije yo.
Me miró, a través del espejito, con ojos gratos. Era mi educación sentimental. Llámenme Wilhelmeister, no Ismael.
—Y usté, tú que hase allí? —preguntó Magalena.
—Trabajo de incónnito.
Sentí que Cué me miraba con más fuerza que la potencia de los decibeles del ¡cómo!, conjunto de Magalena y Beba. Decidí ignorar a Cué.
Soy un rebelde en su salsa.
—Es una broma. Modesto que él es —dijo Cué.
—Modesto Mussorgsky, para servir a ustedes y al zar.
Me pareció que ellas no entendieron. Desatendí a Cué.
—Acá —dijo Cué —es uno de los primeros periodistas de Cuba y cuando digo primero no quiero decir que entrevistó a Colón al desembarcar, aunque tenga cara de indio.
Se rieron. Ventajas de la radio.
—Y hablando de Colón y eso —dijo Cué—. ¿A dónde dirigimos esta carabela?
—O esta cara bella —dije yo aludiendo a Magalena. Sonrisa. Ellas no sabían. Respondían a Cué. Trigueñas indecisas. Escoge tú que nosotras cantamos o bailamos o lo que sea. Equisygriegazétera.
—Qué les parece un club, bar o cabaré.
—Yo no puedo ir —dijo Beba.
—Ella no puede —dijo Cué.
—Y vamo siempre junta —dijo Magalena.
—¿Donde quieren ir entonces las siamesas?
Me pareció oír en la voz de Cué una nota, nada musical, de cansancio.
Malo. Pánico en la bolsa. Puede haber un crac erótico.
—No sé —dijo Beba—. Digan ustede.
Peor. Estábamos en el circo máximo de siempre. «Cojan una mujer, acarícienla, pregúntenle qué quiere y tendrán un círculo vicioso», lonescué. «Incapaces de separar el fin del principio. Animales felices», Alcmeón de Cuétona. «Ojalá todas las mujeres tuvieran una sola cabeza (maiden-head)». Cuéligula. Hablaba de nuevo.
—Bueno y un lugar limpio y mal alumbrado? Como el Johnny’s?
—El Yoni no ta mal. No verdá Beba.
Beba lo pensó. Nos miró a todos uno a uno y luego hizo un juego de perfiles: se quedó mirando el perfil de Cué mientras me mostraba su línea de rostro, implacable. Linda boca. Una Ava Gardner del sobrio. Eva del ebrio. Se abrió la boca. Le dijo a Cué, Él es mono, hablando de Cué en esa tercera persona afectada, afectiva, popular en Cuba, en La Habana. Sabidulzura de la nación. Parese un cromo. Se cerró. No debías abrirte nunca Beba Gardner. Solamente en la oscuridad, dijo Cué. Hablaba de su belleza. Sonrió. Qué belleza. (La de Beba). Cué miraba de nuevo para atrás y como nos detuvo una luz (el tiempo convencional que interrumpe la natural solución de continuidad del espacio) en el Malecón le preguntó a Magalena:
—¿Nosotros nos conocemos?
—Yo lo visto a usté mucho por televisión y lo oigo y eso.
—¿No nos hemos visto antes? En persona.
—Puede sel. A lo mejor en casa Códac o por la rampa.
—¿Antes no?
—¿Cuándo ante? —me pareció notar un aire de sospecha en su lejanía.
—Cuando eras más joven. Hace tres o cuatro años, tendrías tú catorce o quince.
—No recueldo, la veldá.
La beldad no recordaba. Menos mal. También fue buena la interrupción de Beba, que le dijo, Bueno galán te pones de acuerdo con tu corazón o qué pasa, quién te gutta más, defínete este niño. Tú preciosa, claro, dijo Cué, sin desdorar lo presente, pero eres la única. Es que creía que la conocía de niña, pero a mí no me gustan las niñas, sino las mujeres. De pene en pecho. Ah bueno, dijo Beba, la cosa cambia. Ta mejor así. Magalena se rió. Cué se rió. Consideré mi deber imitarlos, no sin antes preguntarme si Beba sabría lo que quería decir la palabra pene. Nadie me respondió, ni siquiera yo mismo. ¿Vamos o no vamos?, dijo Cué y Beba dijo sí y Magalena saltó de contento y me miró, prometedora. Me froté, mentalmente, las manos. Es un ejercicio dificil, no crean. Arsenio Cué me miró, defraudador. Las manos del espíritu se crisparon.
—Silver Starr.
Su voz era, también, prometedora, pero con una duda o una pregunta como acento.
—Yeah?
—Sheriff Silver Starr, We’re running outa gas. Afectaba un acento tejano. Ahora era un marshal del oeste. O cheriff adjoint.
—Gas? You mean no gasoline?
—Horses all right. Trouble in July. I mean the silver, Starr. Long o’women but a little this side of short on moola or mazuma. Remember? A nasty by-product of work. We need some fidutia, pronto!
—I have some, I’ve already told you. About five pesos.
—Are you loco? That won’t get us not even to the frontera.
—Where can we get some more?
—Banks closed now. Only banks left are river banks, because park bancos are called benches in English. Holdup impossible.
—What about Códac?
—No good bum. Next.
—The Teevee Channel?
—Nothing doing. They’ve got plenty o’nuttin for me.
—I mean your loan shark.
—Nope. He’s a sharky with a pnife, and a wife. Not on talking terms.
I laughed. Digo, me reí.
—Johnny White, then?
Outa town. Left on a posse. He’s a deputy sheriff now.
—And Rine?
Se quedó callado. Aprobó con la cabeza.
—Righto! Good 01 Rine. It’s a cinch. Thanks, Chief. You’re a genius.
Torció a la izquierda y luego a la derecha y finalmente regresó al Malecón en dirección contraria-y me toma más tiempo escribirlo que lo que demoró en hacerlo. Las niñas de a bordo, llevadas y traídas por las fuerzas centrífugas, centrípetas, la coriolis y tal vez las mareas, amén de la atracción lunar, que afecta tanto a las mujeres, se marearon y fueron a protestar ante el capitán.
—Eh, pero qués lo tuyo nene? Nos va a matar?
—Si seguimo así mejor bajarno Beba.
Arsenio puso suave el carro.
—Ademá —dijo Beba— to esa habladera en inglé y sin titulito.
Nos reímos. Arsenio tendió una mano hacia Beba y desapareció en lo oscuro. Su mano, no Beba, que se veía bellísima, con su furia medio fingida ahora.
—Es que olvidé que tengo un recado que darle a un amigo, urgente, me acordé ahora. Gases del oficio.
—Toma Fitina este niño.
Nos reímos Cué, y yo.
—Eso haré. Mañana. La voy a necesitar.
Beba y Magalena se rieron. Eso sí lo comprendían.
—Además, Beba, querida —Cué conectó su voz romántica, la que nosotros, sus amigos, llamamos de Linda voz tienes Juan Monedas, por una espantosa, melosa, odiosa novela radial de Félix, Pita, Rodríguez, más conocido como Felipita—, piensa en el aspecto espiritual. Hablaba con Silvestre, acá, de lo mucho que te amo, pasión que mi natural tímido no me deja expresarte. Le decía, a éste, que te componía un poema en la mente, pero que no afloraba a mis labios inocentes por temor a las críticas despiadadas que este crítico profesional de ahí atrás pudiera hacerle y también con temor a la reacción de otras gentes —y Magalena que cogió la indirecta dijo enseguida, Conmigo sí que no, porque ni he hablao y ademá me guta mucho Ángel Buesa! No era por ti, belleza, sino por otras yerbas no presentes pero que lo estarán, espero, algún día. Le decía también a mi dilecto colega de la pluma y amigo, que mi corazón late a cien por ti y solamente espera hacerlo al unísono con el tuvo. Ésa es la verdadera y real causa de mi distracción tan molesta para ustedes como dañina a este excelente carro. Mejorando lo presente.
Beba estaba o se veía encantada.
—Ay pero qué lindo es.
—Recitalo, Checué, por favor —le dije.
—Sí sí Arsenio Cué —dijo Magalena entusiasmada con el entusiasmo.
—Pofavor este muchacho, recítalo, siempre me encantan los poeta y los cantante de punto guajiro y eso.
Cué se llevó una mano más acá del timón. La que tenía perdida allá por Beba. Habló un Cuecalambé emocionado con los rumores del hormigón.
—Beba de mi alma, te llevaré aquí, en el pecho, siem pre, junto a mi cartera, por esas palabras inolvidables que me llenan de un sentimiento inenarrado. Pausa. Acorde pasional. Allá va eso. Temita. A Beba (temblor de las bes en los labios culpables de Arsenio Cué, versión local de Enrique Santisteban), a quien pertenezco en cuerpo y (conjunción suspensiva) alma (énfasis emocional), mi poema, hecho de corazón y otras entrañas. Golpe de Gong, por favor, sonidista de la noche. Versos libres que me atan a mi adorada. Redoble asordinado. Amor en el lugar de las eses. Fanfarria-tema. (Levanta el perfil lampiño Ezra Poundquake y su voz trémola llena el carro. Había que oír a Arsenio Cué y también ver la cara de las damas de compañía. The Greatest Show in Hearse).