ELLA CANTABA BOLEROS

¿La vida es un caos concéntrico? No sé, yo solamente sé que mi vida era un caos nocturno con un solo centro que era Las Vegas y en el centro del centro un vaso con ron y agua o ron y hielo o ron y soda y allí estaba desde las doce, que llegué cuando se acababa el primer show y este maestro de ceremonias despedía al público amable y distinguido, mientras lo invitaba a quedarse para el segundo y último show de la noche y la orquesta estaba tocando el tema musical con un aire de fanfarria nostálgica, de charanga de circo que cambia el umpa-pa por un dos por cuatro o por un seis por ocho, de banda rítmica que ensaya una melodía: ese sonido de orquesta de cabaré malo cubano que quiere parecer Kostelanetz a todo trance y que deprime más que saber que ya estoy hablando como Cué y como Eribó y como los otros seis millones de habitantes de esta isla de músicos solistas que se llama Cuba y como estaba frotando el vaso con la mano y al pensar pronunciaba el nombre ese hombrecito sobrio que habla bajo dentro de mí para que nadie más que yo lo oiga decir que estoy perdiendo pie y como este genio dentro de la botella que soy yo decía bajito Cuba, ella se apareció y me saludó alegremente diciendo, Buenas querido y dándome un beso donde la mejilla comienza a hacerse nuca y miré para el espejo parapetado tras la muralla de botellas y vi a Cuba, entera, como está, más alta y más bella y más puta que nunca sonriéndome y me viré y la cogí por la cintura, Quiay Cuba linda, le dije y le dije ricura y la besé en los labios y ella me besó y me dijo, Bien bien bien y no sabía si se refería a los besos que aprobaba con el sentido crítico que da el conocimiento íntimo o si me decía que estaba bien de la salud del alma, como diría Alex Bayer, porque de la salud del cuerpo se veía bien saludable o si simplemente estaba celebrando la noche y el encuentro.

Me bajé y fuimos a una mesa no sin antes ella pedirme una moneda para poner en el tocadiscos que ya estaba encendido qué otra cosa sino Añorado encuentro que es su primer tema musical como el de la orquesta asesina de ritmo y melodía del cabaré es The music is round’n’ round, y nos sentamos. Qué haces por aquí tan temprano, le pregunté y ella me dijo, No sabes que ahora canto en el Mil Novecientos, de primerísima figura querido y no importa lo que digan lo que importa es lo que pagan y ya me estaba cansando de verdad del Sierra, y aquí estoy en el centro de todo y me escapo acá o al San Yon o a la Gruta o donde me da la gana entre show y show y es eso lo que estoy haciendo ahora, yonderstán? Sí sí comprendo, Cuba tú eres el centro de mi caos ahora pensé y no se lo dije pero lo supo porque le estaba cogiendo un seno allí en la oscuridad ultravioleta donde las camisas se ven como las sábanas de un fantasma pálido y las caras o se ven moradas o no se ven o se ven como de cera, depende del color y de la raza y de los tragos y donde la gente se escurre de una mesa a otra y se ven atravesar la pista de baile ahora desierta y estar en un sitio y luego estar en otro y en un sitio y en otro hacer lo mismo que es hacerse el amor, matarse mejor dicho que es mucho mejor palabra porque va uno matando el amor en cada mate hasta que no queda más que el sexo y estos movimientos ladeados de una mesa a otra mesa en donde uno cambia de compañía pero no de trabajo y de pronto pensé que estábamos dentro de un acuario, todos, yo también que parecía, que me creía, que me daba el lujo de pensar que eran los otros los peces del acuario y ahora éramos todos peces de un golpe y decidí sumergirme en la garganta de Cuba entre sus senos que salían solos de la blusa bajo el sobaco sin afeitar con arte aprendido de Silvana Mangano creo o de Sofía Loren o de cualquiera otra artista de cine italiano y allí estuve nadando, buceando, viviendo mi vida y pensé que era el comandante Cousteau de las aguas nocturnas.

Y entonces levanté la vista y vi un pez enorme, un galeón que navegaba sumergido, un submarino de carne que se paró antes de chocar con mi mesa y hundirla hacia la superficie. Hola nene dijo la voz y era grave y severa y tan náufraga en ron como la mía. Era La Estrella y me acordé de cuando Vítor Perla, que en paz descanse, no no se murió sino que el médico le mandó que se acostara temprano o no se iba a levantar más un día, me acordé porque él sabía bien cuando dijo que La Estrella era la Ballena Negra y pensé que una noche se le apareció así como a mí ahora, y le dije, Quiay Estrella y no sé si se me fue o lo dije, la cosa es que ella se tambaleó, puso una de sus manos como un mantel sobre la mesa, cogió equilibrio de nuevo y me dijo, como siempre, La La La y por un momento pensé que estaba afinando la tuba de su pecho pero era que me enmendaba la plana y yo dije siempre condescendiente, Sí La Estrella y ella se rió con una carcajada que paró todos los escurrimientos de mesa a mesa y creo que detuvo la ronda del tocadiscos arriba y cuando se cansó de reírse se fue y debo decir que ni ella ni Cuba cambiaron una sola palabra porque no se hablaban, supongo que sea que un cantante que canta sin música jamás le habla a otra que su canto es todo música o más música que canto y con perdón de sus amigos que son también mis amigos Cuba me recuerda a Olga Guillotina, que es la cantante cubana que gusta más a esa gente que le gustan las flores artificiales y los vestidos de raso y los muebles tapizados en nylon: a mí me gusta Cuba por otras razones que no son su voz que no son su voz que no son su voz precisamente, que se pueden tocar y se pueden oler y se pueden mirar, cosa que no se puede hacer con una voz o tal vez solamente con una voz, con la voz de La Estrella, que es la voz que la naturaleza, en broma, conserva en la excrecencia de su estuche de carne y grasa y agua. ¿Soy todavía injusto, Alex Bayer alias Alexis Smith?

Ahora la orquesta estaba tocando para bailar y yo estaba dando vueltas que eran tumbos a ritmo y la voz que estaba en mis brazos me decía entre risitas, Estás del otro lado y la miré fijamente y vi que era Irmita y me pregunté a dónde habría ido a dar Cuba pero no me pregunté cómo estaba bailando con Irenita, I-re-ni-ta, se llama Irenita, Irena si ése es su nombre y no un alias porque estoy como Suiza rodeado de potencias aliadas y era Irenita que me decía, Te tas cayendo y era verdad, lo comprobé en el momento en que yo mismo me decía, Salió debajo de la mesa, sí, de ahí salió porque estuvo siempre debajo de la mesa donde cabe bien ¿pero cabe?, no es tan chiquita y no sé por qué creí que era tan chiquita, porque me da por el hombro y tiene un cuerpo perfecto, quizás sus muslos o lo que se ve de sus muslos no sean tan perfectos como sus dientes o lo que se ve de sus dientes y espero que no me invite a reírnos juntos porque no tengo ganas de ver sus muslos tan atrás como vi sus dientes, cuando se reía que me enseñaba el hueco de la muela sacada, pero tenía el cuerpo más bonito y más proporcionado que he visto y una cara de gozadora y su cara era el espejo del cuerpo y me olvidé de Cuba, total completa absolutamente. Pero no me pude olvidar de La Estrella porque se armó un gran alboroto al fondo, es decir en la entrada del club y la gente corría para allá y nosotros corrimos también. En el sofá que está cerca de la entrada, junto a la puerta, en el lado más oscuro había una sombra oscura enorme agitándose y rugiendo y cayéndose al suelo y la gente levantando parejo para dejarla de nuevo en el sofá y era La Estrella que estaba borracha perdida y tenía un ataque de llanto y de gritos y de rabia y yo me acerqué a ella y tropecé con uno de sus zapatos sueltos en el piso y caí sobre ella y me vio y me cogió entre sus columnas dóricas y me apretó contra ella y me decía y lloraba y me abrazaba diciendo, Ay negro qué dolor qué dolor y yo creía que le dolía algo en el cuerpo y se lo pregunté y repitió qué dolor qué dolor y le pregunté que por qué el dolor y me dijo, Ay chino se me murió se me murió y lloraba y no decía qué cosa o quién se le había muerto y me solté y entonces gritó, Mi hijito y repitió muchas veces mi hijito y dijo finalmente, Se me murió y cayó al piso y se quedó desmayada o muerta en el piso pero no estaba más que dormida porque empezó a roncar tan fuerte como gritaba y me separé del grupo que siguió allí tratando de levantarla al sofá y alcancé la puerta con la mano y salí.

Caminé por toda Infanta y llegando a la calle 23 me encontré con un vendedor de café ambulante que anda siempre por allí y me propuso una taza y le dije, No gracias tengo que manejar y en realidad era que no quería tomar café porque quería seguir borracho y caminar borracho y vivir borracho que es como decir borrado. Y como no quería una me tomé tres trazas de café y me puse a hablar con el cafetero y me dijo que trabajaba todas las noches de 11 de la noche a siete de la mañana haciendo La Rampa y pensé que por eso era que nunca nos topábamos porque ésas eran también mis horas de La Rampa y le pregunté el sueldo que ganaba y me dijo que le daban setenticinco pesos al mes vendiera lo que vendiera y que todos los días o mejor todas las noches vendía de cien a ciento cincuenta tacitas y me dijo, Esto, palmeando el termo gigante con su mano enana, hace alrededor de trecientos pesos al mes y no soy el único vendedor y todo es para el dueño. No sé qué le dije porque ahora estaba bebiendo no café sino un ron en las rocas y no junto al mar como pueden pensar sino sentado en una barra y se me ocurrió llamar por teléfono a Magalena y cuando llegué a la cabina me acordé que no sabía su teléfono y entonces vi toda una guía de teléfonos escrita en las paredes y escogí un número porque de todas maneras había echado ya el níquel y lo marqué y esperé a que el timbre sonara y sonara y sonara al final salió una voz de hombre muy débil, gastada y le dije ¿Es Olga Guillot?, y el hombre me dijo con su voz sin voz, No no señor y pregunté ¿Quién habla, su hermana?, y el hombre me dijo, Oiga y le dije, Ah eres tú Olga y me dijo chillando, Oiga estas no son horas de molestar y lo mandé al carajo y colgué y cogí un tenedor y me puse a cortar mi bisté con cuidado y oí música a mi espalda y era una muchacha que cantaba aguantando las palabras y era la reina del suspenso musical Natalia Gut (iérrez de su verdadero nombre) y supe que estaba en el Club 21 comiendo un bisté y yo tengo a veces cuando como esta costumbre de levantar la mano derecha de un tirón para que la manga de la camisa se suelte de la manga del saco y caiga para atrás y cuando levanté el brazo un reflector me dejó ciego y oí que decían un nombre y yo me paraba y la gente me aplaudía, mucha gente y la luz se apagó de mi cara y fue a caer unas mesas más allá y dijeron ahora otro nombre y el bisté era el mismo pero no el cabaré porque estaba en Tropicana pero no solamente no sé cómo llegué allá si a pie o en mi máquina o me llevaron y no sólo eso sino que no sé si esto pasó la misma noche y el Emcí sigue presentando a los concurrentes como si fueran celebridades y en alguna parte del mundo debe estar el original de esta parodia, supongo que en Hollywood, que es una palabra que me cuesta trabajo no ya pronunciar ahora sino solamente pensar en ella y salgo cayendo en los espacios que hay entre mesa y mesa y con ayuda del capitán de los camareros llego al patio, y antes de irme lo saludo militarmente.

Vuelvo a la ciudad y el aire fresco de la noche me hace reconocer las calles y llego a La Rampa y sigo y doblo por Infanta y parqueo junto a Las Vegas, que está cerrado y con dos policías en la puerta y pregunto y me dicen que hubo un escándalo y me piden que siga mi camino, duro, y digo que soy periodista y me dicen amables que se han llevado preso a Lalo Vegas, que es el dueño, porque se acaba de descubrir que es traficante en drogas y le pregunto a uno de los policías, ¿se acaba?, y él se ríe y me dice, Por favor periodista no me cre problemas y yo le digo que no hay problema y sigo mi camino, que es Infanta y Humboldt, caminando, y llego a una parte oscura donde hay unos latones higiénicos de Salubridad y oigo que sale una canción de los latones de basura y empiezo a darle vueltas a ver cuál es el latón que canta para presentarlo a la selecta concurrencia y doy vuelta a uno y a otro y a otro latón y oigo entonces que las palabras melosas salen del suelo, entre los restos de comida y papeles sucios y periódicos viejos que desmienten el apellido sanitario de estos latones de basura y veo que debajo de los periódicos hay una alcantarilla seca, una reja sobre la acera que es la salida del extractor de aire de un local que debe estar abajo, debajo de la calle o en el sótano o es la chimenea del círculo musical del infierno, y oigo música de piano y un golpe de platillos y un bolero lento y pegajoso y húmedo y aplausos y otra música y otra canción y me quedo allí oyéndolo sintiendo que la música y las palabras y el ritmo me suben por los bajos del pantalón y se me meten en el cuerpo y cuando acabó sabía que por esas rejillas salía el aire caliente que el aire refrigerado botaba del Mil Novecientos y doy la vuelta a la esquina y bajo las escaleras rojas: pintadas las paredes de rojo, tapizados los escalones con alfombras rojas, cubierto el pasamanos de terciopelo rojo y me zambullo en la música y en el ruido de los vasos y en el olor del alcohol y el humo y el sudor y en las luces de colores y en la gente y oigo el famoso final de ese bolero que dice, Luces, copas y besos, la noche de amor terminó, Adiós adiós adiós, que es el tema musical de Cuba Venegas y veo que ella saluda elegante y bella y toda de azul celeste de arriba abajo y vuelve a saludar y muestra los grandes medios senos redondos que son como las tapas de unas ollas maravillosas que cocinan el único alimento que hace a los hombres dioses, la ambrosía del sexo, y me alegro que esté saludando, sonriendo, moviendo su cuerpo increíble y echando atrás su hermosa cabeza y que no esté cantando porque es mejor, mucho mejor ver a Cuba que oírla y es mejor porque quien la ve la ama, pero quien la oye y la escucha y la conoce ya no puede amarla, nunca.

Novena

¿Yo no le dije que soy viuda? Me casé con Raúl, el muchacho que me invitó a la fiesta. Toda su familia estuvo en la boda, que fue en Jesús de Miramar y la iglesia estaba llena de gente de sociedad y yo iba vestida de blanco y mi novio estaba debajo del velo mientras decían la misa y me miraba y me miraba, muy nervioso. Él se casó conmigo cuando se enteró de que yo estaba, ¿cómo decirle, doctor?, que yo estaba… ¿Usted se acuerda del cuento del hermano de él que tenía el esqueleto en el baño? Pues después de aquella noche vino a buscarme un día a la academia de arte dramático y salimos varias veces y tuvimos relaciones bastante íntimas y salí, quedé embarazada. Él que se llamaba, se llama todavía, Arturo y se negó a saber de mí después y yo fui a ver a Raúl su hermano y se lo conté todo y allí mismo él decidió casarse conmigo y fue así que nos casamos. Pero la noche de bodas, fuimos a pasar la luna de miel en Varadero, a la casa de sus padres que nos dejaron para nosotros solos y su padre le regaló una máquina nueva por la boda. La noche de bodas él se quedó hablando conmigo hasta bien tarde y se quedó solo abajo cuando subí a acostarme, diciéndome que él subiría después. Después fueron tres horas más tarde, que me desperté porque sonaba el teléfono, una persona de la policía, que me decían que él había tenido un accidente de tránsito. Estuvo tres días entre la vida y la muerte y al final se murió. Lo primero que hizo cuando recobró el conocimiento en el hospital, después del accidente, fue decir mi nombre, pero no habló más y durante el delirio decía cosas, palabras, que nadie podía entender. A la familia le dije que él había salido a buscarme algo de comer y que fue así que estaba en la calle tan tarde. Hubo dos cosas que no pude explicar bien: qué fue a buscarme a la calle porque la casa estaba llena de comida y qué hacía por la carretera rumbo a La Habana dos horas después. La familia estuvo siempre fría conmigo después, pero fueron muy gentiles cuando nació la niña y fueron más gentiles todavía cuando dos años después lograron quitármela y llevársela para Nueva York, alegando que yo vivía una vida inmoral de artista dijeron al juez. La niña tenía la misma cara de Raúl pero esta vez en el cuerpo indicado.