ELEGÍA POR JACQUES MORNARD

(EN EL CIELO DE LECUMBERRI).

Nicolás Guillén

Era duro y severo

grave la voz tenía

y era de acero

su apostasía.

(Era, no. Es,

que todavía que todavía

está el hombre entero).

Es.

De acero.

De acero es.

¡Acero!

¡Eso es!

TROTSKY:

¡Iba yo por un camino cuando con la muerte di!

(Leía la frase «un camino» cuando me dieron [a mí).

MORNARD:

No sé por qué piensas tú

León Trotsky que te di yo.

Al hacha que tenía yo

diste con tu nuca tú.

CORO (Zhdanov, Blas Roca y Duclos):

Stalin gran capitán

que te proteja Changó

y te cuide Yemayá!

TROTSKY:

Isla de Prinkipo mía yo quiero tenerte entera

y quiero (cuando me muera).

tener en mi tumba un ramo de hoces y una bandera!

MORNARD:

Ve cogiendo ahora tu ramo

de hoces y tus banderas

y no esperes a que mueras:

ya te maté con mi mano.

TROTSKY:

Si muero en la carretera

no me pongan flores!

Si pido bortsch con lentejas

no me le ëchen coles!

MORNARD:

No pidas bortsch con lentejas

y olvídate de las flores,

de las hoces y las coles:

no estás en la carretera,

sino en casa de Tenorio

donde hay ya su buen jolgorio

celebrando tu velorio

con un juego de abalorios.

TROTSKY:

¿Müerto yo?

MORNARD:

Sí, pues mi hacha te mató

y al que doy por muerto yo

¡no lo salva ni Paré (Ambrosio)!

TROTSKY:

¡Ay, qué imbroglio!

¿Y no hay vida en la otra vida?

Mira que no he completado

de Stalin la biografida.

MORNARD:

Lo siento viejo León,

Lion, Löwe, Leone, Lev

Davidovich Trotsky né

Bronstein. Estás como Napoleón,

Lenín, Enjels, Carlomar.

Estás más muerto que el Zar:

Kaputt tot, dead, difunto

mandado pal otro mundo,

ñampiado, mort, morto profundo.

Diste la patada al cubo.

TROTSKY:

¿Y quién habla, macanudo?

MORNARD:

Tú. Es decir, tu in-cubo.

TROTSKY:

¿Y esa luz?

MORNARD:

Es un sirio funerario.

TROTSKY:

¿Y esta voz?

MORNARD:

Es un turco literario.

TROTSKY:

¿Sirio? ¿Turco?

¿De qué hablas, insensato?

MORNARD: Bueno, cirio, truco.

(¡Este viejo literato!).

Voz:

Haciendo tu biografía

teniendo tan pocos datos

no esperes ortografía.

TROTSKY:

¿Y este otro interlocutor?

MORNARD:

Isaaac Deustcher, el doctor.

TROTSKY:

Por favor,

que no entre, que me müero.

Me muero, sí. Es mejor

morirse de cuerpo entero

que quedar para profeta

sin greyes ni escopeta

y en la testa un agujero.

¡Müërö!

(Muere al darle una zapateta).

CORO

(Deustcher, Julián Gorkin y Gambetta, que ha venido por la rima y el entierro):

A llorar a Papá Montero!

Zumba, canalla rumbero!

Ese Trotsky fue un socialero.

Zumba, canalla rumbero!

A Pepe le dio con el cuero.

Zumba, canalla rumbero!

Y Yugaz vil le hizo un agujero.

¡Zumba, canalla, rumbero!

(Exeunt all except Hamlet).

HAMLET

(en realidad es Stalin con peluca rubia, calzas, jubón y en sus manos un bogey bear u oso ruso):

Ah, si este sólido Trotsky

pudiera derretirse, fundirse

y luego convenirse en Rocío…

Perdón, en rocío.

(Entonando de nuevo).

Cuan vanas, vacías, ostentosas e inútiles

se muestran a mi vista las prácticas todas

de Malthus…

(Con hastío).

¿No habrá otra manera de librarse de ese canalla, traidor, infame, etc., sin disfrazarse ni tener que recitar tales sandeces?

En ese momento, como si fuera Venabente y no Shawkspear se oye lejana primero y luego cercana, o al revés, la voz de Molotov que grita:

¡Extra! ¡Extra! MORNARD MATA TROTSKY ¡Extra! ¡Fotografía y detalles! ¡Vaya! ¡Cómo lo mató! ¡Llévalo! ¡Extra! ¡Extra!!!

La voz es ronca y africana pero Stalin la reconoce como Molotov y no como Bebo el newsvendor de Ventitrés y Doce. Se quita el disfraz (Stalin, no Bebo ni Molotov ni mucho menos, Trotsky) y se va corriendo, contento, desnudo, por los pasillos del Kremlin. A lo lejos salta en sus pies descalzos: alguien regó puntillas. Se oyen sus gritos de:

¡Kamenev! ¡Zinoviev! ¡¡Rykov!

(Son las peores palabras que hay en ruso después de Trotsky) y luego:

¡Centro Paralelo Unificado con Clavos!

¡Una purga! ¡Una purga! ¡¡Una purga!!

De una puerta sale Lady Macbeth (la del distrito de Msknz) frotándose las manos (hace frío) y caminando dormida. Sobre la cabeza sostiene un pomo con aceite de ricino y un moño eslavo. Deja de frotarse las manos (hace menos frío), saca del busto las obras completas de Marx, Engels y Lenin, una lupa y una cuchara. Pone los libros en el piso, con la lupa y el sol de medianoche ruso logra hacer fuego sobre ellos y calienta el aceite de ricino. Luego trata, inútilmente, de dar una cucharada del purgante a Stalin, que forcejea, patalea, se suelta y sigue corriendo Kremlin abajo, gritando nuevas malas palabras que un amanuense a su lado inscribe en un tratado de lingüística. Al tumulto salen de puertas, pasillos, paredes y uno que otro closet la sombra de Lunacharsky a quien la sombra de Radek a su lado va diciéndole «Lupanarsky, Lupanarsky», mientras cuenta a las sombras de Arnold y Piatakov (del otro lado) un chiste contrarrevolucionario.

«¡Socialismo en un solo país! ¡Dentro de poco tendremos socialismo en una sola calle!».

Piatakov y Arnold ríen, pero la sombra de Bujarin, que desde detrás los alcanza, advierte:

«¡Recuerda, Radek, que ya ese chistecito te costó la vida una vez!».

Arnold, Piatakov y otras sombras menores desaparecen discretamente del lado de Radek, que sigue imperturbable haciendo chistes infrarrojos, solo, al tiempo que vuelve la cabeza de tanto en tanto para gritar: «¡Lupanarsky!» sobre su hombro, que no se inmuta (su hombro no Lupanarsky, que se va corriendo, corrido).

En menos tiempo de lo que toma pronunciar Stajanoviskii rabótimu politískaya los pasillos del Kremlin se pueblan con decenas, miles, millones (unos cien) de fantasmas políticos. Por sobre las sombras se oyen las malas palabras (ahora en georgiano) y las quejas de Yugazbilly the Kid en Interprol, el idioma del internacionalismo proletario:

«¡Quisiera que el trotskysmo tuviera una sola cabeza!».

«¡Mi premierato por un caballo pálido!».

«¡Libertad, cuántos tangos se cometen en tu nombre!». «¡Etcétera!».

CORO (Aragón, Eluard, Siqueiros, Sholojov y Brecht acompañan a Guillén):

¡Stalin! ¡Gran Capitán!

Que te proteja Xangó

y te cuide Jemajá.

¡Cómo no!

¡Esto lo digo yo!

La voz de Arsenio Cué en la realidad de la cinta o de la parodia grita, clarito, Mierda eso no es Guillén ni un carajo y se oye la voz de Silvestre, la voz de Rine Leal, fantasmal, al fondo, y mi propia voz que se superponen, pero la voz de Bustrófedon no se oye más y eso fue todo lo que escribió Bustrófedon si a esto se le puede llamar escribir aunque si Orígenes (contribución de Silvestre) y Earl Stanley Gardner (modestamente, mía) veinte siglos después lo hacían ¿por qué no él? Pero no creo que tuviera la intención de escribir (énfasis de Arsenio Cué) así como así sino de dar una lección al propio Cué por su negativa a escribir una línea a pesar de toda la insistencia de este mundo de Silvestre y al mismo tiempo enseñarle a S. que C. no tendría razón pero él tampoco y que la literatura no tiene más importancia que la conversación y que ninguna de las dos tiene mayor importancia y que ser escritor es lo mismo que ser vendedor de periódicos o periodiquero como decía B. y que no hay por qué darse aires/seria, después de todo o antes que nada. Aunque Bustrófedon dijo bien claro esa y otras veces que la única literatura posible estaba escrita en los muros (coñando mientras acuñando) y cuando Silvestre dijo que él lo había dicho ya, que lo había escrito antes en una viñeta (así dijo y B. lo coñeó feroz con la diferencia y el parecido que puede y debe haber entre viñeta y puñeta y vil lata y veleta). Bustrófedon dijo que él se refería a la de los muros de los servicios públicos, lavatorios, retretes, inodoros o escusados y recitó trozos escogidos entre las heces (palabras, por supuesto, de Antonio Cué) como aquello de Doy por el culo a domicilio Si traen caballo salgo al campo o En este lugar sagrado Donde acude tanta gente Hace fuerza el más cobarde Y se caga el más valiente o los sellitos impresos, sueltos y microscópicos que prometían curar gonorrea, blenorragia, sífilis AUNQUE TENGA VEINTE AÑOS, que parece ser una edad mortal para cogerlas y después aseguraba Discreción Cura inmediata y total Si no devolvemos su dinero o los avisos Contra la impotencia Testivital o los de Falta de Virilidad. ¿Impotencia? ¿Momosexualidad? Visite el Instituto de Sexología del Dr Arce —Métodos Científicos y Modernos— GARANTIZAMOS CURAS y después de esta blasfemia el colofón escrito a mano. La otra, decía ahora B., la otra literatura hay que escribirla en el aire, queriendo decir que había que hacerla hablando, digo yo, o si quieres alguna clase de posteridad, decía, las grabas, así, y luego la borras, así (haciendo las dos cosas ese día, menos con las muestras pasadas) y todos contentos. ¿Todos? Yo no sé. Solamente sé que el resto de la cinta está ocupado por canciones populares, tangos (cantados por Rine), ruidos de bongó sobre una mesa (Eribó, ¿quién si no?) y discusiones de Silvestre y Arsenio Cué y, recitados, pedazos de Novelas de las Nueve y de la Una o de la Gran Novela del Aire (ábrense las páginas sonoras del picuísmo en el aire para hacer sufrir a ustedes la cursilería y la bazofia en cada ridículo) y ruidos que son lo que fuimos nosotros de Bustrófedon. Al menos, Cué dice autorizadamente que esas frituras, cremaciones, herbores se llaman ruidos parásitos. No escribió, de veras, más nada, Bustrófedon, si descontamos las memorias que dejó bajo la cama con un orinal como pisapapeles. Silvestre me las regaló y aquí van, sin quitar punto ni coma. Creo que de alguna manera (para hablar como S.) son importantes.