José Lezama Lima
Región-más-Transparente-del-Aire, jueves 16. (N. P.) —Lev Davidovitch Bronstein, el arcediano onomáforo con el pseudonombre de Troztky (sic), murió hoy en esta ciudad en agonía wagneriana, exhalando ayes con los redondeles ecuménicos de la melisma, luego de que Jaco-pus Mornardus o Merceder (sic) o Mollnard sacara con escolástico sigilo de un chaleco pretendidamente discipulario pero en realidad alevoso y traidor, agazapado bajo el capote tautológico, como de lago secular enderezado contra un Otelo cuya desdémona es la Santa Madre Rusia, encelado de retóricas de alta política actual, en su plomada de gravitación de los riesgos de la aventura anti-Staliniana que emprendiera, justa analogía, en la isla de Prinkipo, arma deicida empleando. Este apóstata extrajo en esa crepuscular Valpurgis Nach (sic) la mortal pica o punzón judaico o picazo desventurado y ávido del fin, y lo clavara con enojado tino sobre la testa cargada de tesis y antítesis y síntesis diaboloides, sobre la cocorotina dialéctica del león de rugidos ideológicamente abstrusos mas filosóficamente naives: terminó con esa imagen antañonamente auroral y hogaño vespertina, con el símbolo del padre ortodoxo y herético, luego imponiendo su favori de recién venido a los misteriosos e innume—, rables corredores de Lecumberri, cerrado minotáurica mente en su laberinto de silencio y hosco bienmandado. Lev Davidovitch antes de exhalar ese vienticillo final o apocalíptico y por tanto revelador, dicen que dijo en una suerte de crepúsculo de los dioses en el exilio, en un Strung-und-Dran (sic) político, en el Juicio Final histórico, como otro Juan de Panonia que advirtiera la intrusión violenta de los argumentos de otro Aureliano en su intimidad teológica, expetó: «Me siento como un poseso penetrado por un hacha suave».