Tintos y blancos

Con el vino hubo más suerte. Los godos no sólo encontraron vides en plena producción, sino cosecheros experimentados en una tradición vitivinícola que se remontaba a los tiempos de Trajano, lo que da espacio para lograr caldos. Naturalmente no tardaron en convertirse al vino y la cerveza quedó relegada a la gente de menos posibles y militares sin graduación. Los vinos visigodos eran tintos y blancos, en la mejor tradición romana, y los vinagres no les iban a la zaga.

Cunqueiro imaginó a don Rodrigo requebrando a la Cava con un escabeche de boquerones en vinagre, de aquél que usaban para adobar el pescado. Más fino hubiera sido que la invitara al venerable mulsum de mosto y miel o al oximely de miel y vinagre en los que los cocineros palatinos, todos ellos hispanorromanos morenos y sabios, prorrogaban la grandeza imperial. La excelente miel española conservaba su capital importancia en el adobo de la carne y en la composición de dulces de sartén. Unida a la manzana, de la que existían más de treinta variedades, daba una famosa golosina, la melemelia y como complemento esencial de la pastelería inspiró las tortas de harina de escanda, placentae. Como la monarquía goda no era hereditaria, sino electiva, el golpe de Estado, la traición, el soborno y la puñalada por la espalda estaban a la orden del día. Esta inestabilidad afectó también a la alimentación: mucha gente principal moría envenenada, o al menos así lo creía, que para el caso es lo mismo. Esto explica que los rábanos fueran singularmente apreciados como aperitivo: creían que servían de antídoto contra cualquier ponzoña. Las mismas virtudes se atribuían al limón y a las nueces.

La gran cocina romana no sobrevivió al naufragio del Estado, si bien muchos recetarios perduraron en el seguro refugio de los monasterios y abadías, cuando los bárbaros se convirtieron al cristianismo y dieron en respetar al estamento clerical. De este modo se conservó la fórmula del licor de membrillo en los monasterios, bien dotados y abastecidos, donde los monjes criaban crasas cervices.