Con la expansión del imperio, los campesinos rudos y pobres de la Roma arcaica se transformaron en una poderosa clase de hacendados, ricos comerciantes y privilegiados funcionarios que incorporó las consabidas sopas con cereales o legumbres de la dieta tradicional, una sucesión de platos consistentes basados en la carne. A falta de frigoríficos, gran parte de esta carne se salaba, se ahumaba o se conservaba en manteca o miel. Luego había que macerarla en leche y hervirla un par de veces antes de cocinarla. Los romanos del imperio, ya amos del mundo, comían cuatro veces al día. Al levantarse desayunaban fuerte (ientaculum), con sopas de la cena, aceitunas, huevos, queso, pan con miel o incluso un combinado rural todavía hoy en uso en algunos países que fueron romanos: la corruscante tostada de pan untada con ajo y rociada de aceite y sal. Sin embargo, otros romanos más golosos preferían el bizcocho con vino (passum), y tampoco faltaban los partidarios de la vida sana, que seguían el consejo de ciertos médicos: un vaso de agua en ayunas. En cualquier caso, a media mañana era corriente tomar una ligera colación, algo de fruta, embutidos o las sobras de la cena anterior. Éste era, para muchos, el almuerzo o prandium, que no pasaba de ser un tentempié, al igual que la merienda (merenda) con la que los labradores dividían la jornada.
La comida principal era la cena, que se tomaba bastante temprano, a las dos o las tres de la tarde, cuando se regresaba del trabajo. Constaba de un aperitivo (gustus), un plato principal y el postre.
Las casas acomodadas disponían de comedor, una habitación espaciosa equipada con divanes o triclinium, muebles o de mampostería. Los triclinios solían ser tres, cada uno de ellos de tres plazas, lo que limitaba el banquete a nueve comensales. Había un proverbio según el cual el número perfecto no debía ser menor que las Gracias (tres) ni mayor que el de las musas (nueve). En cualquier caso, cuando los comensales excedían el número canónico, se instalaban mesas y divanes supletorios. Finalmente, avanzado el imperio, el diván se hizo semicircular en torno a una mesa central.