CAPÍTULO XXIV — El clavo y el tornillo

«¿QUÉ pensáis de los razonamientos diversos que hemos escuchado esta noche?, (dijo Hafez a Bektasch), porque a mi me parece que algunos de ellos eran bastante justos». «No he prestado ninguna atención (dijo Bektasch), pero he notado que varios de los razonamientos eran falsos y aburridos y que sin embargo podrían ser aceptados e influir en la suerte de Asia». «No comprendo (dijo Hafez).» «Pues es muy simple (contesto Bektasch). Si sucediera por casualidad el que un Sultán de Asia tuviera una mentalidad recta no tardaría en torcerse porque los cortesanos descubrirían su punto débil e insistirían en él para viciarle más. Por lo que se refiere a los Visires, su mentalidad acostumbrada a los laberintos oscuros de la intriga y a los caminos tortuosos de la política, los hace totalmente inaccesibles a todo razonamiento y a todo proyecto que no sea oscuro y tortuoso. Y esto me recuerda una fábula que se atribuye a nuestro sabio Derviche Saadi.

»Un día (cuenta) un clavo y un tomillo que habían oído de los viajes de la vasija de barro y la vasija de hierro, quisieron también viajar y partieron juntos. Por la noche, hallándose fatigados, encontraron un agujero en un tabla y decidieron pasar allí la noche. El clavo quiso hundirse, pero se hirió y se vio obligado a renunciar a su proyecto. Entonces el tornillo dijo que quería probar suerte. ¿Cómo esperas conseguirlo?, (le dijo el clavo) si yo no he podido entrar pese a ser agudo, recto y pulido, es imposible que tu lo consigas siendo desigual y torcido.

»Pero el tomillo le contestó: Conozco el agujero que hay en esa tabla donde tú no has podido introducirte, es lo que se llama una tuerca. Dices que estoy torcido, pero eso es precisamente lo que me permitirá entrar, porque el agujero también está torcido, precisamente del mismo modo que lo estoy yo».