CAPÍTULO XVII — Las guermessuts

NUESTROS viajeros entraron en Basra por la avenida Al Gharby, donde se fabrican las bellas telas de seda conocidas bajo el nombre de guermessuts. Hafez se detenía en cada ventana mirando a aquellos oficios diversos en los que la lanzadera se abría paso a través de una multitud de husos, dibujaba flores variadas hasta el infinito mediante un mecanismo que él admiraba sin comprenderlo. Sin embargo, la curiosidad de ver pasar la caravana de Bahrein había atraído a las puertas a las mujeres y a los niños de los fabricantes. Hafez vio vestidos harapientos y fisonomías macilentas en las que se leía el deseo y la vergüenza de pedir limosna.

Nuestro viajero se sirvió de esos recovecos que la humanidad enseña a utilizar cuando quiso informarse de la suerte de aquellos infortunados. Se enteró de que los negociantes de Gomron habían emprendido el proyecto de establecer una fábrica de guermessuts y que los de Basra querían hundirla y para ello habían decidido dar sus telas a mitad de precio, pero para no perder habían convenido entre ellos el no dar a los obreros más que la mitad de su salario, de modo que estos apenas ganaban lo suficiente para evitar morir de hambre, pero hay que añadir que aún así estaban mucho más felices que los fabricantes de muselinas pintadas, quienes no tenían absolutamente nada de qué vivir, porque aquellas habían pasado de moda en el momento que menos se lo esperaban.