CAPÍTULO XV — Basra

HADGI Bektasch una vez que hubo vendido todos los camellos le dijo a Hafez: «Señor, ya no tengo nada que hacer en esta ciudad y os propondría partir si no temiera privaros del placer de compartir más tiempo la alegría y la ebriedad que causa aquí una feliz revolución». «No (dijo Hafez), partiré cuando queráis porque yo también así lo deseo y quiero ir a Basra, el centro de comercio y manufacturas de Asia, porque estaréis de acuerdo, sabio Derviche, que el pueblo industrioso debe ser más afortunado que nuestros compatriotas de Mossul que no saben más que sembrar arroz y embarcarlo en el Tigris para conducirlo hasta Bagdad». «Señor (le dijo Bektasch) me permitiréis que no responda a esta pregunta ya que las gentes de mi profesión prefieren prescindir de muchas cosas antes que tener que adquirirlas con mucho esfuerzo y es penoso decidir si hacen bien o mal. Los panales de las abejas están hechos con más arte y regularidad que los avisperos, pero quién podría asegurarme que las abejas están mejor en sus hexaedros de cera que las avispas en sus envoltorios papiráceos».