EL día diecisiete, Hafez llegó a las primeras tiendas de Beni Tai. El Jeque de este aduar era un pariente cercano de Hatem y le dijo a Hafez: «Señor extranjero, vais a ver a quien se dice jefe de nuestra tribu, a pesar de que no desciende más que de Helol, el hijo menor de Tai, mientras que nosotros tenemos aquí descendientes de Hond, su hijo primogénito. Sin embargo, mediante su esplendidez ha encontrado el medio de seducir a los principales de la tribu quienes le reconocen como a su jefe, incluso sin que él lo haya pedido, porque este hombre cubre su orgullo con el velo de la modestia, pero ese orgullo traspasa incluso a sus buenas obras. No se contenta con repartirlas con las tribus vecinas, sino que envía sus dones hasta los confines de Arabia y cuando los habitantes de esas tierras lejanas vienen aquí a agradecérselo, no puede impedir reflejar en su rostro la satisfacción que experimenta. Tal vez un motivo similar es el que os lleva hacia él y si es así, podéis estar seguro de que os recibirá del modo mejor».
«Creo que teníais razón (dijo Hafez a Bektasch).» «Demasiado (contestó éste), porque yo sabía que el envidioso está siempre desatado contra sus semejantes, porque su prosperidad les hiere en lo más hondo y está siempre dispuesto a odiar a sus amigos, porque éstos se encuentran más cerca de su corazón que los indiferentes».