El almirante Spartan miraba silenciosamente a Crane. Estaban en un rincón tranquilo de la sala de observación. La única luz que entraba por la ventana alargada que daba al Complejo de Perforación era insuficiente para que pudiera ver la expresión del almirante.
Tras echar un vistazo a los técnicos e ingenieros, siempre sentados ante sus terminales de control, Crane miró el hangar. Había un grupo de operarios haciendo los preparativos de inmersión en una de las dos Canicas que quedaban. El entusiasmo se palpaba en el ambiente, incluso desde aquel observatorio. Al parecer solo faltaban días, u horas, para llegar al Moho, y cualquier viaje podía ser el decisivo.
Volvió a mirar a Spartan.
El almirante juntó las manos en la espalda, como si saliera de una profunda contemplación.
—A ver si lo entiendo. ¿Todas las misteriosas enfermedades y los problemas psicológicos están causados por una señal?
—Es la misma señal digital que transmitían los centinelas al principio por ondas de luz, con la diferencia de que esta se transmite de un modo que no pueden detectar nuestros técnicos y provoca unos picos anómalos de las ondas theta del cerebro. El cerebro funciona con electricidad —explicó Crane—, y cualquier alteración de esta afecta al sistema nervioso autónomo, lo cual, a su vez, puede provocar náuseas, problemas en el campo visual, arritmia… Todos los déficits neurológicos que hemos ido viendo. También puede afectar al lóbulo frontal del cerebro, lo cual, a su vez, explica los problemas de memoria y de concentración, los cambios de carácter y hasta los episodios psicóticos.
—¿Cómo podemos contrarrestarlo? ¿Cómo podemos eliminar sus efectos?
—¿De la señal? Ni siquiera podemos detectarla. La única solución es evitarla: detener la excavación y llevarse a la gente a la superficie, lejos del origen.
Spartan lo descartó con un movimiento de la cabeza.
—Y esta señal transmite una fórmula matemática.
—Asher descodificó varias señales, todas fórmulas matemáticas, y todas imposibles.
—Y dice que son una especie de aviso.
—Todas las fórmulas están prohibidas por la ley universal. ¿Qué mejor manera de indicar peligro cuando no se puede recurrir al lenguaje?
—¿Qué mejor manera, doctor? Pues con algo más explícito y directo.
Crane creyó percibir cierto escepticismo en el tono de Spartan, pero continuó.
—Es evidente que los que pusieron estos objetos debajo del Moho, los que crearon los centinelas, están muchísimo más adelantados que nosotros. ¿Cómo podemos saber que no transmiten señales más explícitas, como usted dice, pero que todavía no somos bastante inteligentes para interceptarlas?
Spartan apretó los labios.
—O sea, que somos los orgullosos dueños de un basurero interestelar, o de un polvorín con armas de una carrera armamentística lejana.
Crane no contestó. El silencio se alargaba. Oía por encima del hombro un rumor lejano de voces y teclas.
Al final Spartan exhaló despacio.
—Lo siento, doctor, pero me parecen simples conjeturas. Empiezo a preguntarme si no se le estarán descontrolando las ondas theta. Una civilización extraterrestre usa la Tierra para almacenar residuos y nos manda señales de advertencia.
—No, a nosotros no; nosotros les importamos un comino. Lo demuestra la violencia del enterramiento. Para ellos somos insectos. Lo más probable es que la civilización que lo hizo proceda de un entorno de metano y ácido sulfúrico. Hasta es posible que para ellos el oxígeno y el nitrógeno sean tóxicos. No se preocupan por nosotros. Para ellos la Tierra es un planeta inservible, y nosotros demasiado primitivos para merecer su atención. Ha sido pura suerte que hayamos descubierto su mensaje. A ellos les preocupan civilizaciones mucho más adelantadas. Las avisan a ellas de que se alejen de la Tierra.
Spartan no contestó.
Crane suspiró al cabo de un rato.
—Tiene razón, solo son conjeturas. Es imposible demostrar de modo concluyente qué hay debajo del Moho sin atravesarlo, pero eso es como decir que una granada es una conjetura hasta que se arranca la espoleta.
Spartan se empeñaba en no responder.
—Mire —siguió Crane, percibiendo el tono de urgencia de su propia voz—, yo no sé qué hay abajo exactamente; lo único que sé es que es de una peligrosidad inimaginable. ¿Vale la pena poner la Tierra en peligro para averiguarlo? Porque eso es lo que nos jugamos.
Por fin Spartan salió de su mutismo.
—¿Usted está convencido de ello?
—Me jugaría la vida.
—Y de que borraran adrede el disco duro de Asher… ¿También está seguro?
Crane asintió.
—Parece que sus capacidades se extienden más allá de la profesión médica. ¿Ha recuperado usted solo los datos?
Crane titubeó.
—Me han ayudado.
—Ya. —El almirante Spartan lo miró con la misma expresión inescrutable—. ¿Por casualidad sabe dónde está Hui Ping?
Crane mantuvo un tono neutro.
—Ni idea.
—Bueno, doctor, gracias.
Crane parpadeó.
—¿Perdón?
—Ya puede irse. Ahora estoy muy ocupado.
—Pero todo lo que he dicho…
—Pensaré en ello.
Crane miró con incredulidad a Spartan.
—¿Que pensará en ello? Dentro de uno o dos descensos será demasiado tarde para pensar en lo que sea. —Hizo una pausa—. Almirante, aquí hay más en juego que su misión y que lo que pueda haber al final del pozo. Dentro del Complejo hay muchas vidas en peligro. Su deber también le liga a esas personas. Es responsable de ellas, y merecen que examine mis conclusiones y el informe que estoy preparando, por muy remota que sea la posibilidad de que sean ciertos. El riesgo es demasiado alto para no hacerlo.
—Puede retirarse, doctor Crane.
—Yo ya he hecho mi trabajo. Ya he resuelto el misterio. ¡Haga usted el suyo! Detenga esta insensatez y salve el Complejo, o me…
Crane tuvo la vaga conciencia de que había levantado la voz, y de que algunas cabezas empezaban a volverse hacia ellos. Se calló de golpe.
—¿O qué? —preguntó Spartan.
Crane no contestó.
—Me alegro de oír que ha hecho su trabajo. Ahora, doctor, le aconsejo que salga por su propio pie del Complejo de Perforación si no quiere que le haga acompañar por un destacamento armado.
Crane se quedó un momento donde estaba, petrificado de rabia e incredulidad. Después, sin añadir palabra, dio media vuelta y salió de la sala de observación.