Cojo y silencioso, el hombre que se hacía llamar Wallace recorrió el laberinto de pasillos que formaban el sector científico de la remodelada plataforma petrolífera Storm King. Iba más deprisa de lo habitual. Acababa de recibir un mensaje en su habitación (en clave y transmitido por ondas de baja frecuencia), y tenía que pasárselo enseguida al agente de Deep Storm.
Dentro de veinte minutos salía la Bañera para el fondo del mar. Si se daba prisa podía llegar a tiempo.
Al llegar a su despacho, encendió la luz y cerró la puerta con llave. La saca del correo estaba encima de la mesa, lista para su entrega en la plataforma de carga del nivel más bajo de la plataforma. Wallace la abrió y hurgó en su interior hasta encontrar un CD con una etiqueta escrita a mano: RADIOGRAFÍAS 001136001152.
Archivos de imagen. Justo lo que necesitaba.
Metió el disco en el ordenador y cargó una imagen al azar en la memoria. Después sacó el disco, lo guardó otra vez en la caja y lo metió en la saca de correo. Acto seguido escribió una breve rutina para inscribir un mensaje en los bits menos significativos de los píxeles de la radiografía. Tardó cinco minutos en teclear el programa informático y revisarlo por si había errores.
Pulsó una tecla de función que hizo que se ejecutara la rutina. Apareció un signo de interrogación en la pantalla. La rutina pedía datos. Tecleó con cuidado el mensaje que le habían mandado transmitir. Acercó el dedo a la tecla Enter, pero antes de pulsarla comprobó que el mensaje fuera correcto.
SI NO SE INTERRUMPEN LAS OPERACIONES
DESTRUIR EL COMPLEJO EN 24 HORAS
Pulsó la tecla, dándose por satisfecho. El mensaje desapareció de la pantalla. Hubo una breve pausa mientras el programa convertía el mensaje en su equivalente binario y lo escondía en el código digital de la radiografía. Un pitido corto le indicó que el proceso había finalizado con éxito.
Wallace sonrió.
Abrió un cajón, sacó un CD grabable, lo metió en el ordenador y le dio instrucciones para que hiciera una copia de la radiografía manipulada. Mientras el ordenador trabajaba, Wallace se apoyó en el respaldo y se limpió las gafas con el faldón de la camisa. No era una imagen demasiado grande. El nuevo disco quedó grabado en pocos minutos. Lo extrajo y apagó rápidamente el equipo, con lo que destruyó al instante cualquier rastro de lo que acababa de hacer. Después sacó una nueva caja de CD del cajón abierto, metió el disco, escribió el nombre del destinatario con un rotulador negro y lo introdujo en la saca de correo.
Se levantó mirando su reloj, a la vez que se echaba la saca al hombro.
Disponía de doce minutos. Estupendo.
Abrió la puerta con llave y se encaminó silbando a Recepción, donde esperaba la Bañera.