Crane se quedó mirando la pantalla. La sonrisa del doctor Asher era amistosa y casi paternal, pero no parecía una sonrisa de bromista.
—No podía decirle la verdad hasta que estuviese físicamente aquí, ni antes de que le hubiéramos investigado a fondo. Hemos aprovechado la duración de su viaje para completar el proceso. En realidad sigo sin poder explicarle gran cosa.
Crane miró por encima del hombro. La biblioteca estaba vacía.
—¿Por qué? ¿No es segura la línea?
—Segura sí es, pero tenemos que cerciorarnos de que se implica a fondo en el proyecto.
Crane esperó sin decir nada.
—Lo poco que puedo contarle es estrictamente confidencial. Aunque rechazase la oferta, seguiría teniendo que cumplir los compromisos de confidencialidad que acaba de firmar.
—Lo entiendo —dijo Crane.
—Muy bien. —Asher vaciló—. Verá, Peter, debajo de la plataforma donde está hay algo más que un campo petrolífero. Mucho más.
—¿Qué? —preguntó automáticamente Crane.
Asher sonrió de un modo misterioso.
—Solo le diré que hace cosa de dos años los perforadores descubrieron algo tan fabuloso que la plataforma dejó de extraer petróleo de la noche a la mañana y pasó a desempeñar una nueva función, en el más riguroso secreto.
—A ver si lo adivino. No puede entrar en detalles.
Asher se rio.
—No, de momento no, pero es un descubrimiento tan importante que el gobierno no está reparando en gastos para obtenerlo. Literalmente.
—¿Obtenerlo?
—Está enterrado en el lecho marino, justo debajo de esta plataforma. ¿Se acuerda de que lo he calificado del mayor descubrimiento de todos los tiempos? Básicamente, lo que se está haciendo es una excavación, una excavación arqueológica sin precedentes. Estamos haciendo historia en el sentido literal de la expresión.
—Pero ¿a qué viene tanto secreto?
—Si se divulgase lo que hemos encontrado, aparecería instantáneamente en los titulares de toda la prensa mundial, y en cuestión de horas esto sería zona catastrófica. Media docena de gobiernos reivindicarían la soberanía, acudirían periodistas, curiosos… Es un descubrimiento tan fundamental que no podemos ponerlo en peligro. Así de sencillo.
Crane se apoyó en el respaldo de la silla, pensativo. El viaje estaba adquiriendo un cariz surrealista. Los planes de vuelo a toda prisa, una plataforma petrolífera que no lo era, secretos por doquier… Y ahora aquel rostro en la pantalla, hablando de un descubrimiento de una importancia crucial…
—Quizá le parezca anticuado —dijo—, pero me tranquilizaría mucho que se tomara el tiempo de verme en persona y hablar cara a cara conmigo.
—Por desgracia no es tan fácil, Peter; ahora bien, si se implica en el proyecto tardará muy poco en verme.
—No lo entiendo. ¿Por qué es tan difícil, si no es indiscreción?
La respuesta de Asher fue otra risa socarrona.
—Porque ahora estoy miles de metros por debajo de usted.
Crane miró fijamente la pantalla.
—¿Quiere decir que…?
—Exacto. La plataforma petrolífera Storm King solo es la estructura de apoyo, la base de suministros. Lo importante está mucho más abajo. Por eso le hablo por vídeo.
Crane tardó un poco en asimilarlo.
—¿Qué hay abajo? —preguntó sin levantar la voz.
—Imagine un centro de investigación enorme, de doce plantas, lleno de instrumentos de ultimísima tecnología, construido sobre el lecho marino. Pues eso es el CER, el corazón del proyecto arqueológico más espectacular de todos los tiempos.
—¿El CER?
—Complejo de Exploración y Recuperación, aunque nosotros lo llamamos «el Complejo», a secas. El ejército, que, como ya sabe, es muy aficionado a las palabras ampulosas, lo ha bautizado como «Deep Storm»[1].
—Sí, ya me he fijado en la presencia militar. ¿Qué falta hacen los soldados?
—Podría decirle, sin mentir, que el Complejo es propiedad del gobierno, y que la NOA es un organismo gubernamental, pero la auténtica razón es que gran parte de la tecnología que empleamos en el proyecto de recuperación es secreta.
—¿Y los hombres que he visto trabajar arriba, sobre la plataforma?
—Casi todo es una puesta en escena. Tenemos que parecer una plataforma petrolífera en activo.
—¿Y AmShale?
—Han cobrado una fortuna por dejarnos usar la plataforma, estar de cara al público y no hacer preguntas.
Crane cambió de postura en la silla.
—Éste Complejo del que habla… ¿Es donde estaría yo?
—Sí. Es donde viven y trabajan todos los científicos y técnicos. Sé que ha pasado mucho tiempo en entornos subacuáticos, Peter, y creo que se llevaría una sorpresa muy agradable. Más que sorprenderse, se quedaría de una pieza. Hay que verlo para creerlo. El Complejo es un milagro de la tecnología submarina.
—Pero ¿tan necesario es? Me refiero a trabajar en el fondo marino. ¿Por qué no se puede dirigir la operación desde la superficie?
—Es que los… restos están enterrados a demasiada profundidad para la mayoría de los sumergibles; además, el rendimiento por inmersión de estos últimos es abismalmente bajo. Créame, lo entenderá cuando lo sepa todo.
Crane asintió despacio.
—Supongo que solo queda una pregunta: ¿por qué yo?
—Por favor, doctor Crane… Es demasiado modesto. Como ex militar con experiencia en submarinos y portaaviones, sabe qué es vivir bajo presión en espacios cerrados. Y lo de presión lo digo en ambos sentidos, el literal y el figurado.
«Evidentemente ha investigado», pensó Crane.
—Quedó segundo de su promoción en la Facultad de Medicina Mayo, y su experiencia en la Marina, entre otras cosas, le hizo conocer a fondo los trastornos de los buzos y otros trabajadores del mar.
—O sea, que sí hay un problema médico…
—Por supuesto. Hace dos meses que están terminadas las instalaciones, y el proyecto de extracción funciona a todo gas, pero en las últimas semanas varios habitantes de Deep Storm han manifestado síntomas inhabituales.
—¿Síndrome de descompresión? ¿Narcosis por nitrógeno?
—Más lo primero que lo segundo; digamos que su doble condición de médico y ex oficial le hace más adecuado que nadie para tratar la dolencia.
—¿Duración de la misión?
—El tiempo que haga falta para diagnosticar y tratar el problema. Yo calculo que estará con nosotros entre dos y tres semanas; de todos modos, aunque lograse una curación milagrosa, el mínimo de tiempo que pasaría en el Complejo serían seis días. No entraré en detalles, pero a estas profundidades la presión atmosférica es tan fuerte que hemos creado un proceso de aclimatación muy especial. El lado bueno es que permite trabajar mucho más a gusto que hasta ahora; el malo es que se invierte mucho tiempo en entrar y salir de la estación. Como supongo imaginará, en este caso son inútiles las prisas.
—Me lo imagino.
Con la de casos mortales de descompresión que había visto, a Crane le bastaba y sobraba.
—En fin, es todo lo que tenía que contarle. Solo me queda recordarle una vez más que incluso si decidiera rechazar el encargo existe un compromiso en firme y muy estricto que le prohibe revelar que ha estado aquí, y el contenido de nuestra conversación.
Crane asintió con la cabeza. Sabía que Asher recurría a evasivas porque no tenía más remedio, pero no dejaba de ser irritante disponer de tan poca información. Lo que le estaban pidiendo era invertir varias semanas de su vida en un trabajo del que no sabía prácticamente nada.
Por otro lado, carecía de otros compromisos que le impidieran pasar unas semanas en Deep Storm. Se había divorciado hacía poco, no tenía hijos y en aquel momento se debatía entre dos propuestas de trabajo como investigador. Seguro que Asher también lo sabía.
«Un descubrimiento de una importancia crucial». A pesar del secretismo (o a causa de él), Crane se dio cuenta de que la simple idea de participar en semejante aventura le aceleraba el pulso. Comprendió que la decisión ya estaba tomada, aunque no fuera consciente de ello.
Asher volvió a sonreír.
—Bien —dijo—, si no tiene más preguntas corto la comunicación y le doy un poco de tiempo para pensárselo.
—No hace falta —contestó Crane—. Puestos a hacer historia, no tengo que pensar nada. Dígame dónde hay que ir y punto.
La sonrisa de Asher se amplió.
—Abajo, Peter, siempre abajo.