Capítulo Veintitrés

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Media hora más tarde, Barrent no había encontrado todavía un camino para esquivar la escuadrilla de comprobación. Habían terminado de inspeccionar los niveles inferiores y estaban subiendo hacia el puente de la sala de control. Barrent podía oírles andar por los pasillos. Siguió vigilando y andando, unas cien yardas hacia adelante, tratando de encontrar algún lugar donde esconderse.

Al final de aquel pasillo tenía que haber una escalera. Por ella podría bajar a un nivel inferior, a una parte de la nave que ya hubiera sido comprobada. Corrió hacia allí, preguntándose si se equivocaría al situar en aquel lugar la escalera, Todavía tenía una idea poco clara del equipo de la nave. Si se equivocaba, podrían descubrirle.

Llegó al final del corredor y respiró aliviado al comprobar que allí estaba la escalera. Los pasos tras él le parecían cada vez más próximos. Empezó a bajar, mirando hacia atrás, por encima del hombro.

Chocó su cabeza contra el enorme pecho de un hombre.

Barrent se echó atrás, apuntando con su arma de plástico aquella enorme figura. Pero se detuvo antes de disparar. Lo que estaba frente a él no era un ser humano.

Tendría unos siete pies de altura y vestía un uniforme negro con las letras de EQUIPO DE INSPECCIÓN - ANDROIDE B 212 marcado en su frente. Su rostro era una estilización del rostro humano, inteligentemente esculpido y formado en plástico. Sus ojos brillaban con un rojo agudo e imposible. Se sostenía sobre dos piernas, balanceándose cuidadosamente, mirando a Barrent, mientras avanzaba lentamente hacia él. Barrent retrocedió preguntándose si el arma que llevaba podría detenerle.

Nunca tuvo oportunidad de saberlo, ya que el androide pasó por su lado continuando subiendo las escaleras. Pintado en su espalda, sobre el uniforme, habían las letras: DIVISIÓN CONTROL ROEDORES. Aquel androide particular, comprendió Barrent, estaba dedicado única y exclusivamente para buscar ratas. La presencia de un polizón no le había hecho ninguna impresión. Por lo visto habrían otros androides con especialidades similares.

Continuó en la sala de almacenaje vacía, situada en uno de los pisos inferiores hasta que oyó el ruido de los androides que se alejaban. Entonces corrió de nuevo a la sala de control. No había ningún guardia a bordo. Exactamente a la hora prevista, la gran nave despegó del puesto de comprobación. Destino: la Tierra.

El resto del viaje fue tranquilo. Sin acontecimientos de ninguna clase. Barrent dormía y comía y, antes de que la nave entrara en el subespacio, contempló de nuevo el espectáculo maravilloso de las estrellas. Trató de imaginarse el planeta al que se acercaba, pero a su mente no acudía imagen alguna. ¿Qué clase de personas serían las que construían naves tan enormes, pero que no se preocupaban de equiparlas con una tripulación adecuada? ¿Por qué deportaban a una porción considerable de población y luego dejaban de controlar las condiciones en las que los deportados vivían y morían? ¿Por qué les era necesario hacer el lavado de cerebro a los prisioneros antes de sacarlos de la Tierra?

Barrent no sabía responderse.

Los relojes de la sala de control seguían marcando, señalando los minutos y las horas de viaje. La nave entraba y luego emergía del subespacio entrando en una órbita de deceleración alrededor de un mundo azul y verde que Barrent observaba con mezcladas emociones. Le parecía imposible comprender que al fin regresaba a la Tierra.