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Según Eylan, el Grupo Dos tenía por lo menos una seria falta: los hombres que lo componían, en su mayoría, habían pasado ya de su primavera física. Había algunos miembros jóvenes, naturalmente, pero estos habían tenido poco contacto con la violencia, y pocas posibilidades de desarrollar rasgos de bastarse a sí mismos. En la seguridad del subterráneo, la mayoría de ellos no habían empleado jamás un arma, ni nunca se habían visto obligados a correr para salvar su vida, ni jamás se habían encontrado en situaciones tan críticas como las que había protagonizado Barrent. Eran bravos pero no lo habían probado. Ellos habrían deseado tomar parte en las expediciones a la Tierra; pero habrían tenido pocas probabilidades de éxito.
—¿Y usted cree que yo puedo tener alguna probabilidad? —preguntó Barrent.
—Creo que sí. Usted es joven y fuerte, razonablemente inteligente y extremadamente ingenioso. Posee un sentido de supervivencia mucho más elevado de lo normal. Si algún hombre puede triunfar en esta empresa, creo que es usted.
—¿Por qué un hombre solo?
—Porque no tendría sentido enviar un grupo. La posibilidad de que les descubrieran aumentaría considerablemente. Al utilizar un hombre, obtenemos máxima seguridad y mayor número de oportunidades. Si usted triunfa, recibiremos valiosa información acerca de la naturaleza del enemigo. En caso contrario, si usted fuera capturado, su intento sería considerado como una acción individual más bien que de un grupo. Nosotros quedaríamos todavía en libertad de empezar un alzamiento general desde Omega.
—¿De qué manera se supone que yo pueda regresar a la Tierra? —preguntó Barrent—. ¿Es que tienen alguna nave estelar oculta en algún lugar?
—Me temo que no. Planeamos transportarle a la Tierra a bordo de la próxima naveprisión.
—Me temo que es imposible.
—En absoluto. Hemos estudiado bien los aterrizajes. Siguen una pauta. Los prisioneros desembarcan, acompañados por los guardias. Mientras ellos están reunidos en la plaza, la nave está sin defensa, aunque rodeada por un cordón de guardias. Para subir a bordo, nosotros promoveremos un poco de jaleo. Ello distraerá la atención de los guardias lo suficiente como para permitir a usted subir a bordo.
—Suponiendo que pueda hacerlo, me atraparán tan pronto regresen los guardas.
—No será así —dijo Eylan—. La naveprisión es una construcción inmensa, con muchísimos lugares propios para esconderse como polizón. Y el factor sorpresa será un buen tanto en su favor. Este puede ser el primer intento de fuga, que haya tenido lugar en la historia de Omega.
—¿Y cuando la nave llegue a la Tierra?
—Se disfrazará como uno de los miembros del personal de la nave —dijo Eylan—. Recuerde, la inevitable ineficacia de una enorme burocracia estará trabajando para usted.
—Eso espero —dijo Barrent—. Supongamos que llego a la Tierra sano y salvo y consigo esa información que ustedes desean. ¿Cómo se la envío a ustedes?
—La envía en la siguiente naveprisión —dijo Eylan—. Tenemos el propósito de capturarla.
Barrent se pasó la mano por la frente.
—¿Qué es lo que les hace suponer que tanto mi expedición como su alzamiento puedan triunfar contra una organización tan perfecta como la Tierra?
—Tenemos que intentarlo —dijo Eylan—. Conseguirlo o sucumbir en un vacilante paso sangriento junto al resto de Omega. Comprendo que las circunstancias están más bien en contra nuestra. Pero nuestra probabilidad es intentarlo o bien morir sin haber intentado nada.
Moera movió la cabeza, afirmando.
—Además, la situación tiene otras posibilidades. El Gobierno en la Tierra es obviamente represivo. Esto significa la existencia de grupos de la resistencia escondidos en subterráneos en la misma Tierra. Tienes que ponerte en contacto con ellos. Una revuelta conjunta aquí y en la Tierra les daría algo en qué pensar a los señores del Gobierno.
—Tal vez —dijo Barrent.
—Tenemos que esperar lo mejor —dijo Eylan—. ¿Estás de acuerdo con nosotros?
—Por supuesto —repuso Barrent—. Siempre será mejor morir en la Tierra que en Omega.
—La naveprisión aterrizará dentro de seis días —explicó Eylan—. Durante este tiempo que nos queda hasta entonces, le facilitaremos toda la información que poseemos acerca de la Tierra. Parte de ella es simple reconstrucción memorial, y otra parte ha sido obtenida gracias a las adivinadoras mutantes, y el resto por deducciones lógicas. Eso es todo lo que poseemos, y creemos que da una imagen razonablemente adecuada de las condiciones corrientes en la Tierra.
—¿Cuándo empezaremos? —preguntó Barrent.
—Ahora mismo —repuso Eylan.
Barrent recibió un informe general sobre la estructura física de la Tierra, su clima y centros de poblaciones mayores. Luego fue enviado al coronel Bray, antiguamente miembro del Earth Deep Space Establishment. Bray le habló acerca de la probable fuerza militar en la Tierra representada por el número de naves vigilantes alrededor de Omega y su aparente nivel de desarrollo científico. Le dio su opinión sobre la talla de las fuerzas terrestres, sus probables divisiones en la tierra firme, mar y grupos espaciales, así como su pretendido nivel de eficiencia.
Un ayudante, el capitán Carell, le habló de las armas especiales, sus probables tipos y extensiones, su eficacia para la población general de la Tierra. Otro ayudante, el lugarteniente Daoud, le habló de los sistemas de alarma, sus probables situaciones y cómo evitarlos.
Luego Barrent regresó junto a Eylan para la cuestión política. Por él, Barrent supo que en la Tierra se suponía que imperaba una dictadura. Le explicó los métodos de una dictadura, sus puntos de apoyo y sus puntos flacos peculiares, el papel de la policía secreta, el empleo del terror y el problema de los informantes.
Cuando Eylan hubo terminado con él, Barrent fue enviado a un hombre, pequeño, de ojos espumosos que le informó acerca del sistema empleado en la Tierra para anular los recuerdos almacenados en la memoria. Teniendo en cuenta que la destrucción de memoria había sido planeada generalmente para conseguir que la oposición fuera ineficaz, el hombre había llegado a la conclusión de que debían existir algunos grupos subterráneos, con los que Barrent tendría que ponerse en contacto. Le explicó también la competencia de todos esos grupos.
Al fin, le dieron toda clase de detalles del plan trazado por el Grupo Dos, para que él pudiera subir a bordo de la nave.
Al llegar el Día de Desembarco, Barrent sentía una definida sensación de alivio. Estaba realmente fatigado de las incesantes sensaciones que había tenido durante aquellos días. Cualquier clase de acción le parecía una mejora.