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El Lago de las Nubes era el lugar más ideal para disfrutar de unas vacaciones. Al entrar en el distrito todas las armas eran retiradas en la verja principal. Bajo ninguna circunstancia se permitían los duelos. Las riñas eran arbitrariamente decididas por el barman más cercano y el asesinato era castigado con la pérdida inmediata de toda posición social.
En el Lago de las Nubes era posible toda clase de diversiones. Habían exhibiciones tales como el asalto de armas, torear, y acosar a un oso. Había deportes, tales como la natación, escalar montañas y esquiar. Por las noches, se celebraba baile en las principales salas, tras paredes de cristal que separaban a los residentes de los ciudadanos y a estos de la élite. Había una especie de bar bien provisto de toda clase de drogas, donde podían satisfacer sus deseos los elegantes adictos, así como algunas novedades que pudieran desear probar. Para los gregarios cada miércoles se celebraba una orgía, así como los sábados, por la noche, en la gruta del Sátiro. Para los tímidos, la dirección preparaba unas citas en el sombrío pasadizo subterráneo del hotel, a la cual acudían enmascarados. Pero lo más importante de todo eran las suaves colinas y los umbríos bosques por donde pasear, libres de las tensiones de la lucha diaria para la existencia en Tetrahyde.
Barrent y Moera tenían habitaciones contiguas y la puerta que las comunicaba estaba abierta. Pero a la primera noche, Barrent no atravesó aquella puerta. Moera no había dado señales de desear su compañía. Y en un planeta en el que las mujeres manejan con tanta facilidad los venenos, un hombre debe pensar dos veces antes de imponer su compañía allí donde puede no ser deseada. Incluso el propietario del establecimiento de antídotos tuvo que tener en cuenta la posibilidad de que quizás no fuera capaz de diagnosticar los síntomas a tiempo, si llegaba el caso.
Al segundo día, se fueron a las colinas. Comieron en el campo, tumbados sobre la hierba que cubría un declive que descendía hasta el mar gris.
Después de haber comido, Barrent preguntó a Moera la razón por la que le había salvado la vida.
—No creo que le guste la respuesta —le dijo.
—No importa. Sigo queriendo saberlo.
—Bien. Parecía usted tan ridículamente vulnerable aquel día en la Sociedad de Víctimas… Hubiera ayudado a cualquiera que hubiera ofrecido un aspecto como el suyo.
Barrent movió la cabeza asintiendo, con cierta incomodidad.
—¿Y la segunda vez?
—Esa vez me pareció que sentí cierto interés hacia usted. No un interés romántico, comprenda. No soy, en absoluto, romántica.
—¿Qué clase de interés? —preguntó Barrent.
—Pensé que tal vez fuera usted buen material de reclutamiento.
—Me gustaría que me contara algo más sobre el particular —dijo Barrent.
Moera permaneció silenciosa durante unos momentos, observándole sin pestañear, con sus maravillosos ojos verdes.
—No es gran cosa lo que puedo decirle —comenzó la muchacha—. Soy miembro de una organización. Estamos siempre atentos a las buenas esperanzas. Por lo general, nos fijamos ya desde las naves prisión. Después, reclutadores como yo, salen en busca de personas que puedan sernos útiles.
—¿Qué clase de personas buscan?
—No de su tipo, Will. Lo siento.
—¿Por qué no?
—En un principio pensé seriamente en reclutarle —dijo Moera—. Parecía la clase de persona que necesitamos. Entonces fui a comprobar en sus informes.
—¿Y qué?
—Nosotros no reclutamos asesinos. A veces nos servimos de ellos para trabajos específicos, pero no les hacemos entrar en nuestra organización. Existen ciertas circunstancias atenuantes que reconocemos: defensa propia, por ejemplo. Pero, aparte de esto, opinamos que un hombre que ha cometido un asesinato en la Tierra no es el hombre adecuado para nosotros.
—Comprendo —dijo Barrent—. ¿Serviría de algo si le dijera que no procedo, respecto al crimen, de la manera usual en Omega?
—Ya lo sé —dijo Moera—. Si de mí dependiera, le haría entrar en la organización. Pero no se trata de mi opinión… Will, ¿está seguro de ser un asesino?
—Creo que sí —dijo Barrent—. Probablemente lo sea.
—Es una lástima —dijo Moera—. Sin embargo, la organización necesita tipos resistentes, sin tener en cuenta lo que hayan hecho en la Tierra. No puedo prometerle nada, pero veré qué puedo hacer. Sería una ayuda si pudiera conseguir averiguar algo más acerca del porqué cometió ese crimen. Tal vez hubieran circunstancias atenuantes.
—Tal vez —dijo Barrent, dubitativamente—. Trataré de averiguarlo.
Aquella noche, poco antes de que él se acostara, Moera abrió la puerta comunicante y entró en su habitación. Sutil y cálida, se deslizó dentro de su cama. Cuando él iba a hablar, ella le puso una mano sobre la boca. Y Barrent, que había aprendido a no hacer preguntas a la buena fortuna, se mantuvo callado.
El resto de las vacaciones transcurrió demasiado rápidamente. La cuestión de la organización no volvió a ser tratada; pero, tal vez, como compensación, la puerta comunicante estuvo siempre abierta de par en par. Al fin, a última hora del séptimo día, Barrent y Moera regresaron a Tetrahyde.
—¿Cuándo volveré a verte? —preguntó Barrent.
—Ya me pondré en contacto contigo.
—Esa no es una respuesta muy satisfactoria.
—Es lo mejor que puedo decir —dijo Moera—. Lo siento, Will. Veré qué puedo hacer acerca de la organización.
Barrent tuvo que contentarse con eso. Cuando el vehículo le dejó en el establecimiento, todavía no sabía dónde vivía ella, ni qué clase de organización representaba.
De nuevo en su apartamento, meditó cuidadosamente los detalles del sueño experimentado en el establecimiento de Sueños. Todo se resumía en eso: su odio por Therkaler, el arma ilícita, el encuentro, el cadáver, y luego el informante y el juez. Sólo faltaba una cosa. No tenía recuerdo alguno del asesinato en sí, ni recordaba haber apuntado el arma y dispararla. El sueño se había interrumpido al encontrarse con Therkaler y había comenzado de nuevo cuando aquel estaba ya muerto.
Tal vez el momento real del asesinato había quedado bloqueado en su mente. Pero quizás había habido alguna provocación, alguna razón satisfactoria por la cual él hubiera dado muerte a aquel hombre. Tendría que averiguarlo.
Existían sólo dos medios de conseguir información sobre la Tierra. Uno a través de las horribles visiones facilitadas en el establecimiento de Sueños, pero él estaba resueltamente determinado a no volver jamás allí. El otro, era a través de los servicios de «pitonisa» facilitados por un mutante.
Barrent sentía la repulsión normal hacia los mutantes. Eran otra raza por completo, y sus rangos sociales de intocables no eran simples prejuicios. Era bien conocido que los mutantes transportaban muchas veces enfermedades extrañas e incurables. Eran esquivos y habían reaccionado a la exclusión con exclusiva. Vivían en el Distrito de Mutantes, que era prácticamente una ciudad propiamente dicha, dentro de Tetrahyde. Los ciudadanos tenían el buen sentido de mantenerse alejados de aquel distrito, en especial cuando había anochecido. Todos sabían que los mutantes podían ser vengativos.
Pero sólo los mutantes poseían la habilidad de ver el pasado, el presente y prever el futuro. En sus cuerpos desgraciados habían poderes y talentos poco corrientes, habilidades extrañas y que los hombres normales esquivaban durante el día, pero que requerían por la noche. Los mutantes, se decía, estaban en armonía muy particular con el Negro. Algunas personas tenían la impresión de que la Magia Negra, acerca de la cual tanto alardeaban los sacerdotes, sólo podía ser realizada por un mutante; aunque nunca se dijera tal cosa en presencia de un sacerdote.
Los mutantes, a causa de sus extraños talentos, tenían la reputación de recordar mucho más sobre la Tierra que lo posible entre hombres y mujeres normales. No sólo podían recordar sobre la Tierra, sino que podían ver retrospectivamente un pasaje de la vida de un hombre en particular, a través del tiempo y del espacio, penetrar en la pared del olvido y decirle lo que le había sucedido en realidad.
Otras personas creían que los mutantes no poseían habilidades extraordinarias en absoluto. Consideraban que eran tipos inteligentes que vivían a expensas de la credulidad de la gente.
Barrent decidió averiguarlo por sí mismo. A última hora de la noche, convenientemente disfrazado y armado, salió de su apartamento dirigiéndose hacia el Distrito de Mutantes.