Hay una historia mucho más antigua que la que nos ocupa en la que dos cuervos —considerando a los cuervos primos lejanos de los grajos— eran compañeros y consejeros del gran dios del norte. Uno de los pájaros se llamaba Huginn, que en aquel lugar y en aquella época significaba «pensamiento»; el otro se llamaba Muninn, que significaba «memoria». Vivían en un fresno mágico donde confluían las fronteras de diversos mundos, y desde sus ramas volaban entre universos con desenvoltura reuniendo información para Odín. Otras criaturas no podían cruzar las fronteras de uno a otro mundo, pero Pensamiento y Memoria volaban donde les apetecía y regresaban riéndose.

Pensamiento y Memoria engendraron una prole numerosa, cada uno de cuyos integrantes fue dotado de un tremendo poder mental que les permitía acumular y transferir buena parte del conocimiento de sus antepasados.

Los grajos que vivían en el roble de Will Bellman eran descendientes de Pensamiento y Memoria. El que cayó abatido de la rama era uno de sus tataratataranietos.

El día que Will Bellman cumplía diez años y cuatro días, aquellos grajos hicieron lo que había que hacer para señalar su pérdida y despertaron algo en la conciencia de Will. A continuación partieron hacia un peligroso lugar.

No volvieron jamás. El árbol sigue allí. Todavía hoy podéis ir a verlo —sí, ahora mismo, en vuestra época—, pero no veréis un solo grajo posado en sus ramas. Saben muy bien lo que sucedió allí. Los grajos están hechos de pensamiento y memoria. Lo saben todo y no olvidan nada.

Ya que hablamos de cuervos, un sustantivo colectivo que los define es «brusquedad». Es algo que intrigaba un poco a Pensamiento y Memoria.