XV

EL MENSAJERO

El Engendro, dijo, vendría esa noche a las tres

Desde el viejo cementerio que se extiende al pie de la colina;

Pero yo, acurrucándome al benévolo calor de un fuego de roble,

Intenté convencerme a mí mismo de que era imposible.

Seguramente, reflexioné, se trata de una broma macabra

Urdida por alguien que no conoce el verdadero

Signo de los Antiguos, legado de tiempos pretéritos,

Que libera las perversas formas de las tinieblas.

Él no había querido decir eso… no… pero yo encendí

Otra lámpara mientras el constelado León surgía

Por encima del Seekonk, y resonaba un campanario…

Las tres… y el resplandor del fuego se apaga poco a poco.

Entonces, aquel augurio vino a golpear la puerta…

¡Y la delirante verdad me devoró como una llama!