VI

DESESPERACIÓN

Llorando sobre los páramos tenebrosos,

Suspirando a través de los bosques de cipreses,

Volando insensatamente en brazos del viento de la noche,

Formas infernales con cabellos ondulantes;

Crujiendo en las estériles ramas,

Susurrando en las ciénagas estancadas,

Gritando más allá de los acantilados del litoral,

Demonios malditos de la desesperación.

Recuerdo confusamente que en otro tiempo,

Antes de los grises cielos de noviembre,

Apagadas las llamas de mi juventud ambiciosa,

Existía en esta tierra algo parecido al éxtasis;

Cielos hoy oscurecidos refulgían en lo alto,

Oro y azur, aparentemente espléndidos,

Hasta que aprendí que todo era un sueño…

Un mortal ensueño del Hades.

Pero el Tiempo, que transcurre vertiginosamente,

Engendra el tormento de la semiconsciencia…

Se precipita turbulento, avanza a ciegas,

Más allá de las praderas transitadas;

Y el viajero, doliente, observa

El lúgubre resplandor de las hogueras de la muerte,

Escucha el aciago graznido del pretel

Mientras deriva hacia el mar, desamparado.

Alas funestas baten en el éter;

Buitres sombríos roen el espíritu;

Engendros sin nombre que se agitan eternamente,

Negras siluetas contra el obsceno cielo.

Pálidas sombras de la alegría pasada,

Demonios desgarrados de la tristeza venidera,

Confundidos en una nube de locura,

Para siempre incrustados en el alma.

Así el viviente, aislado, víctima de la incertidumbre,

Se debate en medio de estremecimientos de angustia,

Mientras las nauseabundas furias le despojan

Noche y día de paz y descanso.

Pero, más allá de los lamentos y pesares

De esta Vida detestable, espera

El dulce Olvido, culminación

De tantos años de búsqueda infructuosa.