V

MADRE TIERRA

Una noche, paseando, descendí por el talud

De un valle profundo, húmedo y silencioso,

Cuyo aire estancado exhalaba un tufo de podredumbre

Y una frialdad que me hacían sentir enfermo y débil.

Los árboles numerosos a cada lado

Se cernían como una banda espectral de trasgos,

Y las ramas contra el cielo menguante

Tomaban formas que me daban miedo, sin saber por qué.

Seguí avanzando, y parecía buscar

Alguna cosa perdida como la alegría o la esperanza,

Pero pese a todos mis esfuerzos no pude encontrar

Más que los fantasmas de la desesperación.

Los taludes se estrechaban cada vez más,

Hasta que pronto, privado de la luna y las estrellas,

Me vi comprimido en una grieta rocosa

Tan vieja y profunda que la piedra

Respiraba cosas primitivas y desconocidas.

Mis manos, explorando, intentaban rastrear

Los rasgos del rostro de aquel valle,

Hasta que en el musgo parecieron encontrar

Un perfil espantoso para mi mente.

Ninguna forma que forzando los ojos

Hubiera podido ver, habría reconocido;

Pues lo que tocaba hablaba de un tiempo

Demasiado remoto para el paso fugaz del hombre.

Los líquenes colgantes, húmedos y canosos,

Me impedían leer la antigua historia;

Pero un agua oculta, goteando tenuemente,

Me susurraba cosas que no habría debido saber.

«Mortal, efímero y osado,

En gracia guarda para ti lo que cuento,

Pero piensa a veces en lo que ha sido,

Y en las escenas que han visto estas rocas desmoronadas;

En conciencias ya viejas antes de que tu débil progenie

Apareciese en una magnitud menor,

Y en seres vivientes que todavía alientan

Aunque no parezcan vivos a los humanos.

Yo soy la voz de la madre tierra,

De la que nacen todos los horrores».