XXXIV

RECAÍDA

El camino descendía por un oscuro brezal ralamente arbolado

Donde piedras grises de musgo sobresalían del mantillo,

Y unas gotas curiosas, inquietantes y frías,

Salpicaban desde arroyos invisibles que corrían a mis pies.

No hacía viento, ni se oía el menor ruido

Entre los arbustos enmarañados y los árboles de extrañas formas,

Y ninguna perspectiva se extendía ante mí… hasta que de pronto

Vi un túmulo monstruoso en medio del camino.

Sus lados escarpados se erguían amenazantes contra el cielo,

Cubiertos de hiedra tupida y hendidos por una escalera en ruinas

Que ascendía hasta la altura pavorosa con escalones de lava

Demasiado grandes para cualquier pie humano.

Di un grito… ¡y supe qué estrella y qué año primigenios

Me habían vuelto a arrebatar de la esfera humana de sueños efímeros!