IX

EL PATIO

Era la ciudad que había conocido antaño,

La antigua ciudad leprosa donde multitudes mestizas

Cantan en honor de extraños dioses y golpean gongos impíos

En criptas bajo infectas callejuelas cercanas a la orilla.

Las casas carcomidas con ojos de pescado me miraban de reojo

Inclinándose a mi paso, ebrias y medio animadas,

Mientras sorteaba inmundicias hasta franquear la puerta

Del patio negro donde debía estar el hombre.

Las oscuras paredes se cerraron sobre mí, y empecé a blasfemar

A gritos por haber entrado en aquel antro,

Cuando veinte ventanas de repente estallaron

En una luz salvaje y se llenaron de hombres que bailaban:

¡Locas piruetas mudas de la muerte les arrastraban,

Pues ningún cadáver tenía manos ni cabeza!