EL PATIO
Era la ciudad que había conocido antaño,
La antigua ciudad leprosa donde multitudes mestizas
Cantan en honor de extraños dioses y golpean gongos impíos
En criptas bajo infectas callejuelas cercanas a la orilla.
Las casas carcomidas con ojos de pescado me miraban de reojo
Inclinándose a mi paso, ebrias y medio animadas,
Mientras sorteaba inmundicias hasta franquear la puerta
Del patio negro donde debía estar el hombre.
Las oscuras paredes se cerraron sobre mí, y empecé a blasfemar
A gritos por haber entrado en aquel antro,
Cuando veinte ventanas de repente estallaron
En una luz salvaje y se llenaron de hombres que bailaban:
¡Locas piruetas mudas de la muerte les arrastraban,
Pues ningún cadáver tenía manos ni cabeza!