II

PERSECUCIÓN

Llevaba el libro apretado bajo el abrigo,

Escondiéndolo como podía en semejante lugar,

Mientras apretaba el paso por las viejas calles del puerto

Volviendo con recelo la cabeza a cada instante.

Ventanas sombrías y furtivas de tambaleantes casas de ladrillo

Espiaban extrañamente mi paso apresurado,

Y al pensar en lo que cobijaban ansié violentamente

Una visión redentora de puro cielo azul.

Nadie me había visto cogerlo… y sin embargo

Una risa hueca seguía resonando en mi aturdida cabeza,

Dejándome adivinar qué mundos nocturnos de maldad

Acechaban en aquel volumen que había codiciado.

El camino se me hacía extraño, los muros demenciales…

Y a mi espalda, en la distancia, se oían pasos invisibles.