I

EL LIBRO

El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido

En un laberinto de viejas callejuelas junto a los muelles,

Que olían a cosas extrañas traídas de ultramar,

Entre curiosos jirones de niebla que el viento del Oeste dispersaba.

Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha,

Dejaban apenas ver los montones de libros, como árboles retorcidos

Pudriéndose del suelo al techo… ventisqueros

De un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo.

Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas

Cogí el volumen más a mano y lo hojeé al azar,

Temblando al leer raras palabras que parecían guardar

Algún secreto, monstruoso para quien lo descubriera.

Después, buscando algún viejo vendedor taimado,

Sólo encontré el eco de una risa.