Los primeros vislumbres de Los hijos de Ahiris me vinieron hace cinco años, cuando por entonces tenía catorce, y estaba en pleno proceso de presentar en las editoriales mis dos primeras novelas y, entre contratos y brindis, de tropezar con la densidad de la madurez. En la niebla que me envolvía, en mi mundo lleno de sombras, empezaron a perfilarse unas siluetas. Primero Alasar con un inicio y Yelanah con un final, después Revyn con un corazón y por fin Ardhes con una razón, en un mundo en el que el sueño y la magia se entrelazaban y confundían inevitablemente.
Los hijos de Ahiris me ha acompañado mucho más tiempo, y de un modo más sutil, que mis otras historias: sus diferentes tramas, sus personajes y sus distintos ambientes se entrelazaron con mis pensamientos y me trajeron recuerdos del pasado. La dulce evaporación de la infancia, la abertura a una nueva etapa, lo efímero, lo reiterado… Son las cosas que veo al recordar esta historia, que más que la historia de otros es la mía propia; la del paso de la niñez a la madurez. Si Los hijos de Ahiris ha logrado convertirse en el libro de fantasía y realidad, oscuridad y esperanza que pretendí escribir, solo se debe a la inestimable ayuda de las personas que enriquecen mi vida.
Mamá y papá: todo ha empezado con vosotros, y por eso debéis estar aquí. Gracias por enseñarme a aprender sola, pero sobre todo, gracias por vuestro amor. Kim-Mai: eras y eres una parte muy importante de mi vida, tanto si estabas a mi lado como si no. Creo firmemente en ti. Mikel: Mahojong, cariño. Podría llorar de lo mucho que te quiero. Bo: un abrazo bien fuerte, por todo lo que te debo. (¡De hecho, estoy abrazándote físicamente ahora, porque estás sentado a mi lado!) Gracias también a mi Lizzy, la persona con la que puedo hablar de arte, capitalismo y puntuación literaria. Un agradecimiento especial a Olivia Fritz: ella inventó a los dar’hana y echó al traste mi desinterés por los dragones. Gracias a los dibujantes de cómics de Múnich, que no solo han influido en el estilo de mi escritura, sino también en mi personalidad. Muchas gracias a Thomas Montasser, mi astuto agente literario, que me allana el camino de la publicación de mis obras. Sin ti no habría conseguido nada. Susanne Evans, gracias por el excelente trabajo de correctora. ¡Ya tengo ganas de empezar nuevos proyectos! Gracias también a Susanne Krebs, Renate Grubert, Jürgen Weidenbach y a todos los colaboradores de cbk por su compromiso y confianza.
Y mis últimas palabras van para ti, lector: es en tus ojos donde el papel y la tinta se convierten en un mundo. Gracias por apoyarme tanto con mi primera obra, Niyura, y haber hecho posible la aparición de Los hijos de Ahiris. Espero que esta historia haya sido una buena compañera de viaje por vuestros propios bosques interiores.
JENNY-MAI NUYEN, mayo de 2007