La noche vuelve a ser tranquila en la capital de los tidnums y el cielo brilla gracias a miles de estrellas. Al no existir construcciones ni edificaciones, porque la raza felina vive en las cuevas naturales que han acondicionado en las colinas, Glik es la capital de región en la que se ve el cielo más espectacular por la noche, tan sólo superado por algunos lugares deshabitados de las Hursag. De hecho, es la única región que se podría sobrevolar sin darse cuenta de que es una zona habitada.
Esta noche, sin embargo, hay un pequeño gran detalle que traiciona ese camuflaje natural de las colinas de Glik: la presencia de un felino gigante, que ha llegado a ser equiparado a una diosa mitológica y que en estos momentos duerme enrollada, tapándose la cabeza con una pata y respirando profundamente, después del día agotador que ha vivido. Es Grati, la gata de Ishtar.
Si avanzamos algo más, una ojeada más detallada nos revelará que no es la única que se encuentra bajo el cielo estrellado de Glik. En la entrada de una de las cuevas, se ve a un ziti, en posición de flor de loto. Es Nakki.
—Entonces, ¿estáis seguros de que ésa es la cueva?
—Sí. No hay la menor duda —transmite Zuk—. Ullah ha percibido la esencia de Nirgal. Es la cueva en la que ha estado cautiva.
—¿Y esa muerte que ha detectado es la suya?
—No lo sabemos. Esperamos y deseamos que no pero, en todo caso, no hemos encontrado ningún cadáver; ni el suyo, ni ningún otro. Ni siquiera el de un pingüino.
—De acuerdo. Nos tocará aunar esfuerzos para sacar algo en claro de todo este asunto. Quedaos ahí. Reuniremos a los anzuds con más habilidad mental de la zona y trataremos de hacer una Fusión de Factores. Me pondré en contacto con Vizvi para que presida la operación.
—Muy bien. Yo voy a hacer una rueda de telecomunicación con todos los equipos de kuzubis para que aborten la Misión Nirgal. ¿Quieres que avisemos a alguien para la Fusión de Factores?
—No. De eso ya me encargo yo. Vosotros dedicaos a investigar la isla. Repasad detenidamente todos los rincones de la cueva en busca de cualquier indicio que nos pueda ser de utilidad, para saber qué pasó ahí. Y después…
—¡Hola, guapos…! —interrumpe Golik cruzándose en la charla telepática.
—¿Golik? —preguntan a la vez Nakki y Zuk, sorprendidos.
—No, soy un kushu que sabe telepatía. ¡Claro que soy Golik! ¡Lo sabéis perfectamente!
—Dinos, Golik —dice Nakki.
—No querría interrumpir este idílico momento entre vosotros mientras organizáis esa fiesta en una deliciosa isla del Ksir, pero tenemos un pequeño problema y es que el ejército de Usumgal ya ha salido.
—¿Ya? —se sorprende Nakki—. ¿Tan rápido? ¿Cuándo ha salido?
—Hará unas cinco o seis horas. No he podido avisar antes porque Usumgal habría captado la transmisión. Pero ahora parece bastante ocupado en mantener su proyección astral y seguramente no nos captará. Y si lo hace… pues, mierda. Ahora ya da lo mismo.
—Pero ¡no nos deja tiempo de reacción! —exclama Zuk con frustración—. ¡Si el ejército de Usumgal está ya cerca de Boma, no podremos enviar refuerzos antes de que lleguen!
—¡Y a mí qué carajo me explicas! —se queja Golik—. ¡Yo sólo os aviso! Y tened en cuenta que la primera unidad es un ejército de civiles voluntarios.
—Nakki… ¿Qué hacemos? —pregunta el kuzubi—. ¿Tratamos de movilizar un ejército para ayudar a los sutums, aunque no lleguemos a tiempo?
Pero nadie responde.
—¿Nakki? —insiste Zuk.
—Bueno, Zuk —dice Golik, satisfecho—, creo que Nakki ya ha respondido a tu pregunta…
Efectivamente, en cuanto Nakki ha recibido la noticia, corta la doble conexión y sale disparado. La puerta de la cueva de Nimur se abre de golpe, golpeando la pared, y Nakki entra a grandes zancadas.
—¡Nimur! ¡Dónde estás, Nimur! ¡Rápido!
El rey de los tidnums se encuentra en el séptimo cielo, durmiendo como un tronco en el sofá del comedor porque, caballeroso como es él, ha cedido la cama de su habitación a Ishtar. Al oír los gritos de Nakki, se despierta de sopetón y, adoptando la clásica posición de ataque, pega un puñetazo al televisor y lo rompe en mil pedazos.
—¡Nimur! Pero ¿qué haces aquí? —dice Nakki, sorprendido al ver que dormía en el sofá—. Deja el televisor en paz y escúchame. ¡Debes convocar a tu ejército de forma inmediata! ¡Tenemos que llegar a Boma antes que Usumgal o habrá un genocidio en Ki como no ha vivido el planeta desde la Guerra de los Reptiles! ¡Vamos!
—¿Eh? ¿Qué? ¿Cómo? —masculla el tidnum, medio dormido, con la carcasa de la tele todavía incrustada en su puño—. ¿Convocar al ejército? ¿Ahora? Pero… ¿qué hora es? ¿Ha terminado ya la Fiesta de los Fríjoles?
—¡Es de noche todavía! ¡Pero es igual! ¿Me oyes? ¡Debemos ir a luchar contra Usumgal! Ya sé que es muy apresurado, pero…
—¿Luchar contra Usumgal? ¿Estás de broma?
—¡Qué manía tenéis todos con las bromas! ¡Cómo debo deciros que yo no hago nunca bromas! ¡No! ¡No es ninguna broma! Ya sé que luchar contra Usumgal es un riesgo, pero…
—¡VIVAAAAAA! ¡LUCHA! ¡¡LUCHAAAA!! —ruge contento el rey de los tidnums cuando, al fin, comprende la situación—. ¡Groaaarrrg! ¡Hace tiempo que no luchamos! ¡Ya era horaaa! ¡JA, JA, JA!
—Vaya, ¡veo que te lo has tomado a bien! Avisa al ejército. Yo iré a despertar a Ishtar. Cuando tengamos listas las tropas, partiremos hacia…
—¡¡LUCHAAA!! ¡¡LUCHAAA!! ¡JA, JA, JA! ¡¡VIVAA!! —sigue gritando el tidnum mientras sale de la cueva, todavía con la mano metida en el televisor, para convocar al ejército del poblado de la forma tradicional siguiendo el protocolo tidnumita. Es decir, gritando a todo pulmón.
—¡PUEBLO DE GLIIIIIIIIIK! ¡¡VAMOS A LUCHAAAAR!! ¡¡GROAAAAARRRGGG!! —ruge Nimur con tanta fuerza e intensidad que el suelo tiembla y las paredes vibran debido a la fuerza del sonido.
Poco a poco las puertas de las cuevas del poblado se abren una a una y, en un momento, la llanura se llena de tidnums que corren y saltan en todas direcciones celebrando las buenas noticias.
¡Al fin algo de acción! Seguramente ha sido Grati, la diosa del amor y de la guerra, la que les ha ofrecido esta lucha como agradecimiento por los víveres que le han dado, después de que Ishtar, domadora de la diosa, la tranquilizara.
—Bien, ya veo que tu ejército también se lo ha tomado con alegría —comenta Nakki viendo cómo los tidnums saltan contentos y empiezan a reunir las armas—. Creo que con todo este escándalo no hará falta que despierte a Ishtar… —Y abre la puerta de la habitación de Nimur, en la que duerme la reina.
Pero Nakki no encuentra nada más que una estancia vacía.
—¿Ishtar? —la llama el consejero, mientras repasa sensorialmente todo el cuarto—. ¡¿Ishtaaaaaar?! —repite gritando más fuerte.
No recibe ninguna respuesta, ni verbal, ni sensorial. Ishtar no está por allí. Y según le parece percibir, hace muchas horas que se ha ido del lugar.
Nakki sale de la cueva de Nimur a toda velocidad. En la entrada cierra los ojos y vuelve a concentrarse. Nada, ni rastro. Ni la más mínima presencia.
—¡Nimur! —grita Nakki, y busca al rey de los tidnums, evitando a los que todavía corren y saltan por el césped celebrando que van a la batalla—. ¡Nimur! ¿Dónde está Ishtar? ¿No estaba durmiendo en tu habitación?
—¿Eh? ¿Qué quieres decir? ¡Claro que sí! ¡Está allí!
—No, no está allí —contesta el consejero, enfadado—. ¡Y no la percibo por ninguna parte! ¿Se puede saber dónde se ha metido esta chica?
—¿No la percibes? Pero esto no puede ser… ¡Si no ha salido! Vaya… Como mínimo mientras estaba despierto…
—¡Oh, Nimur! Pero cómo puedes ser tan… ¡Grrrrr! Vamos, da lo mismo, reúne a todo el ejército y vete hacia Boma inmediatamente. Las unidades de Usumgal son cinco: tres de musdagurs, una de urgugs y los musens. Estáte al quite con la primera unidad de musdagurs porque son civiles que no saben ni cómo empuñar un arma, ¿de acuerdo? Yo ya iré cuando haya encontrado a Ishtar. Apresuraos… Usumgal tardará cinco o seis horas en llegar y debéis estar allí a tiempo.
—¿Cinco o seis horas para llegar a Boma? Es una broma, ¿no? ¡Pero si hemos de atravesar las Hursag! ¡En cinco horas como mucho las habremos cruzado, pero después están los pantanos Amudur! ¡Es una zona complicada y difícil! ¡Tardaremos mucho más aún en cruzarlos! ¡Dudo que lleguemos antes de doce horas! ¡Y eso sacando el hígado por la boca!
—¡Aaarrrggg! Pero ¿se puede saber por qué se ha precipitado tanto este ataque? ¿Y por qué sólo envía cinco unidades? ¡Yo había calculado que no movería ficha hasta mañana y desplazaría a todo el ejército, con lo que avanzaría con mayor lentitud! —se recrimina Nakki.
—¿Para atacar Boma necesita a todo el ejército? ¡Oh! ¡Pero si sólo es un pueblecito! ¡Con las cuatro unidades tiene de sobra!
—¡No, Nimur, no! Boma es una ciudad subterránea. ¡Viven más de cien mil sutums, allí dentro!
—¡Oh, no! ¡Por los bigotes de Kalitpos, qué desgracia! —exclama Nimur, visiblemente afectado.
—¿Qué pasa ahora? —pregunta Nakki.
—¡Que no sabía eso de la ciudad subterránea de Boma y no les he mandado suficientes invitaciones para la Fiesta de los Fríjoles!
—¡Nimur! ¿No te das cuenta de que eso es irrelevante ahora? Lo que pasa es que yo creía que Usumgal lo sabría y que mandaría a todo su ejército para asegurarse la victoria. Pero, en cambio, ha enviado a un ejército ligero… ¿Es posible que desconozca la verdad? Si es así, ¿por qué ataca a un pueblo tan pequeño? ¡Aaarrrggg! ¡No entiendo nada de nada!
—Entonces, ¿qué? ¿Tendremos lucha o no tendremos lucha? —pregunta Nimur mientras se pone el hacha de doble filo a la espalda, con el televisor todavía colgándole de la mano.
—Sí, sí… ¡Debemos ir o se producirá la extinción de los sutums!
—¿Aunque lleguemos tarde? Recuerda que tardaremos esas doce horas como mínimo, ¿eh?
La mente de Nakki trabaja a toda velocidad analizando, diagnosticando y creando una estrategia y un plan de acción. Todos los elementos entran en juego: la misteriosa desaparición de Ishtar, las unidades del ejército de Usumgal, el número de efectivos tidnums que salen de Glik, la distancia desde la capital de Urgal hasta la de Kibala y docenas de variables más, que sería pesado mencionar aquí.
Pero una de las variables más importantes es una incógnita: la posición real del ejército de Usumgal. Si Nakki supiera con exactitud dónde están, podría definir mucho mejor su plan de acción. Pero algo impide que sea posible detectarlos.
Este algo es el mismo Usumgal, que en estos momentos está ejerciendo un bloqueo a sus tropas para que lleguen a Boma de forma discreta, sin ser captados por nadie, hasta que sea demasiado tarde para detenerlos.
—¡Ja, ja, ja! —ríe Usumgal, sentado en su trono—. ¿Para qué necesito consejeros, si me tengo a mí mismo? ¿Para qué necesito a un Kisib, o a un Kurgo, si sólo saben dar malas noticias y peores consejos? Esta vez nadie me detendrá: ni zitis, ni anzuds, ni tidnums. Mi plan es perfecto. ¡Y después seré tan poderoso que nadie podrá impedirme que haga lo que me venga en gana!
A pesar de estar sentado en la sala del trono, la proyección astral de Usumgal, que viaja en el segundo kushu, ve a la perfección la silueta de Boma. Aunque los refuerzos de los sutums estuvieran en camino, ya es prácticamente imposible detener a los musdagurs. En pocas horas el ejército de los voluntarios, sedientos de venganza, atacará a los sutums, y de esta forma Usumgal conseguirá que dos pueblos, que habían sido hermanos, luchen entre ellos ferozmente y sin tregua.
Tras la primera escaramuza, cuando los dos bandos estén debilitados por la lucha, enviará a los musens que, equipados con explosivos, bombardearán el campo de batalla y eliminaran tanto a los sutums como a los musdagurs del ejército voluntario, los dos colectivos que más lo molestan.
Y cuando los musens hayan suprimido a los escasos supervivientes, las dos unidades de musdagurs y los urgugs terminarán el trabajo y entrarán en la ciudad para tomarla.
La ciudad subterránea de Boma será suya y con ella tendrá el dominio absoluto de la totalidad de Ereshkigal. Y así, los sutums aprenderán a no esconderle nunca más la verdad. Él conoce el secreto de la ciudad de las bolsas de magma desde los inicios de su construcción. Pero en lugar de atacarlos al principio, ha esperado con paciencia y fría crueldad a que los sutums acabaran de construirla para él. De este modo, ahora que ya está terminada, sólo tendrá que conquistarla y apropiarse de ella. Y después trasladar a su pueblo allí.
Ya está pensando en el discurso que inventará cuando acabe todo y deba hablar a los musdagurs. Les contará cómo el ejército civil luchó heroicamente contra los sutums; cómo éstos los atacaron a traición, en una emboscada, con bombas y armas de destrucción masiva, y cómo el ejército musdagur triunfó al fin sobre los sutums porque, reconociendo éstos la superioridad de la raza a la que se enfrentaban, huyeron como cobardes y abandonaron la ciudad a su suerte.
Así también dirá a su pueblo que los sutums eran en realidad unos traidores, que construyeron una ciudad rica y próspera, oculta al exterior. Utilizará aquella ciudad en contra de los sutums y no le será difícil inventarse una teoría, según la cual las bolsas de magma están conectadas a través de galerías a los ríos subterráneos y los pozos que llevan el agua a Zapp, y demostrará que la gente de Boma les había estado robando el agua.
Todo está donde tiene que estar. En pocas horas la sangre salpicará Boma.