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Reunión extraordinaria

Pero… ¿cómo ha podido pronunciar ese discurso? Pero… ¿cómo ha podido culpar a los sutums de robar el agua de Zapp? —pregunta con desesperación uno de los encapuchados de la reunión—. Y, peor aún… ¿cómo han podido creerle los musdagurs?

—Eso no debe sorprenderte, Geula… —responde el presidente de la resistencia, que lleva máscara como todos—. Usumgal ha dado respuestas y ha señalado a los culpables. El pueblo musdagur no necesita nada más. ¿No ves que están desesperados? Lo único que quieren es beber agua potable. Y si su jefe supremo les dice que en Boma la van a encontrar, no piden más explicaciones.

Ocho enmascarados se sientan a la mesa de la reunión secreta de la resistencia. Han vuelto a reunirse de forma extraordinaria, coincidiendo con el día en que Usumgal ha hecho el discurso a su pueblo.

—Sí, pero… ¿por qué Boma? ¿Por qué atacar a los sutums? ¡No suponen ningún peligro ni han interferido nunca en sus planes!

—¡Oh! Usumgal quiere matar a dos pájaros de un tiro. Por un lado pretende tranquilizar a los ciudadanos y ahorrarse las rebeliones populares y, por el otro, aprovecha para recordar a los sutums que es él quien manda. Está furioso desde que perdió la batalla del valle del Oráculo y alguien debe pagar por ello. Él es así.

—Bien… Y ¿qué debemos hacer ahora? —pregunta otro encapuchado.

—¿Pedimos unas pizzas? —propone otro.

—¡No, no! —lo corta el primero—. Me refiero a esto del ataque.

—¡Ah! De momento, avisar a los sutums. Deben conocer los planes de Usumgal a la mayor brevedad.

—¿No lo hemos hecho todavía? ¿A qué estamos esperando? ¡Usumgal ya lo ha dicho a todo el pueblo, así que podemos transmitir el aviso sin poner en peligro a la resistencia! ¡Cualquier ciudadano puede hacerlo! ¡Avisémoslos! —se exalta un encapuchado, hablando por primera vez.

—No será tan fácil, Umuskur. Ya lo hemos intentado. Pero Usumgal ha establecido un bloqueo telepático en todo el perímetro de Boma y no conseguimos comunicarnos con ellos.

—¿Un bloqueo?

—Sí, exacto. Este ataque no es fruto de la improvisación. Lleva mucho tiempo preparándolo. Y ha querido asegurarse de que ningún musdagur, con un mínimo de conciencia, avise a los sutums. Por eso ya hace más de una semana que las unidades que están en Boma y las Agaam han establecido bloqueos en toda la región. Los sutums están incomunicados telepáticamente.

—¡Hijo de la gran Karkid! ¿Y cómo los podremos avisar? ¡Debemos hacer algo! ¡Enviad a un mensajero inmediatamente! ¡Si no los avisamos, será un genocidio!

—¡Lo haré yo! —responde Geula.

—¿Tú, Geula? ¿Y como piensas hacerlo? ¿Irás hasta Boma?

—Mandaré un musen. O dos, si hace falta. Pasarán inadvertidos; la región está llena de ellos. Es la forma más rápida de dar la noticia. Cualquiera de nosotros que saliera ahora de Zapp tardaría mucho más, y sería difícil que lograra pasar debido a todos los controles que hay.

En la sala se hace un breve silencio.

—¡Que así sea, pues! —acepta al fin el presidente—. Geula mandará dos musens para avisar a la gente de Boma, y les pedirá respuesta para saber que les ha llegado el mensaje.

—Sí… Pero, aunque les advirtamos, ¿de qué servirá? ¡La población de Boma está a años luz de ser capaz de hacer frente al ejército de Usumgal! ¡Aunque dispusieran de años para prepararse, no tendrían ni la más mínima posibilidad! Y no creo que quieran marcharse de su ciudad. ¿Adónde irían? ¡No pueden abandonar sus hogares!

—De eso ya me encargo yo —afirma el presidente—. Dejadlo en mis manos. Ahora lo que todos vosotros debéis hacer es hablar con nuestros restantes colaboradores y ponerlos en contacto con los musdagurs. Hemos de decirles la verdad. No puede ser que el pueblo continúe engañado como lo está ahora, y mucho menos que hagan el juego a ese cerdo dictador. No hay nada peor que un enfrentamiento entre pueblos. Y Usumgal ya ha abierto listas para crear un ejército popular de voluntarios civiles.

—¿Un ejército de voluntarios civiles?

—Sí, exacto. Pretende enviar varias unidades de voluntarios a luchar contra los sutums. Y, seguramente, serán los primeros en atacar. De esa forma utilizará el número de bajas que se produzcan para aumentar más la rabia entre las dos razas. Usumgal es así. ¡Y ya ha empezado a movilizar sus tropas!

—¿Hasta dónde llega el sadismo de ese tirano, que pretende enviar a voluntarios civiles a luchar contra sus hermanos? ¡No podemos permitir una nueva Guerra de los Reptiles!

—De eso se trata, precisamente. Por eso os pido que habléis con el pueblo para tratar de contrarrestar las palabras de Usumgal. No debemos consentir que vuelva a generar odio entre nosotros, como ya hizo su padre tiempo atrás. Tenemos que abrir los ojos a la población.

Todos los asistentes asienten, convencidos.

—Muy bien. Ahora todo el mundo sabe qué debe hacer. Geula avisará a la gente de Boma, yo buscaré refuerzos y los restantes os dedicaréis a hablar con todo el mundo para dar a conocer la verdad. —El presidente suspira y deja pasar unos instantes—. Os seré franco. No sé cuándo volveremos a reunirnos, ni si lo haremos jamás, porque lo más seguro es que el ataque a Boma sea inminente. La guerra está a la vuelta de la esquina y no sabemos cuántos estaremos aquí cuando haya acabado el conflicto. Así pues, si nadie ha recibido una carta negra dentro de un mes, quiero que volváis a esta estancia a la misma hora que hoy os he convocado.

Todos escuchan con gran atención las palabras del presidente. Son trágicas, pero pretenden asegurar la continuidad de la resistencia más allá del previsible resultado del conflicto bélico.

—Para terminar tan sólo quiero agradeceros vuestra fe en la resistencia y haceros partícipes de la esperanza de que un día Ganzer quede libre del tirano que actualmente la gobierna.

El silencio vuelve a hacerse protagonista hasta que el presidente lo rompe de nuevo.

—Y ahora… ¡Vamos! ¡Haced vuestro trabajo! ¡Viva Ganzer! ¡Viva Zapp!

—¡Viva Ganzer! ¡Viva Zapp! —gritan todos. Entonces abandonan los asientos y desaparecen de la sala de uno en uno, dando tiempo suficiente para que nadie vea adónde se dirige cada uno al salir.

Poco rato después el presidente es el único que permanece en la estancia. ¿O no?

Sin que nadie fuera consciente de ello, un décimo musdagur ha asistido a la reunión de la resistencia. Y justo en ese instante se desprende de golpe la reja del conducto de ventilación de la sala. El presidente se da la vuelta, asustado, y ve cómo un musdagur salta desde el techo hasta el suelo.

—Me fascina la utilidad de estos conductos de ventilación para espiar. Creo que deberé reducir los de mi club para evitar que me espíen —afirma Golik desempolvándose la camisa de flores.

La máscara que lleva el presidente le oculta el rostro, pero es fácil imaginar que, tras ella, hay señales evidentes de sorpresa y preocupación por innumerables razones. Golik se ajusta las gafas de sol y se acerca con tranquilidad al intranquilo presidente.

—¡Hola! Mucho gusto. Yo soy Golik —se presenta alargándole la mano—. Usted debe de ser el presidente de la resistencia, ¿verdad? Encantado.

El presidente, inmóvil desde la extraña aparición de aquel curioso musdagur, valora la posibilidad de escapar. Pero sabe perfectamente que lo tiene crudo. Y mucho más si tiene que correr provisto de la túnica, la capucha, la máscara y el alterador de voz. Además, aquel intruso, que está esperando frente a él con la mano tendida, tiene aspecto de ser muy fuerte y muy rápido.

—¿Y, pues? No me responde…

Con un rápido movimiento, el presidente saca una daga y ataca directamente al cuello de Golik.

Éste, con la misma rapidez de movimiento, aparta la cabeza, sujeta a su atacante por la muñeca, le dobla el brazo, lo desarma y todavía le sobra tiempo para arrancarle la máscara con la mano que le queda libre, dejando al descubierto el rostro de la señora de Zapp.

—¡Oh! Pero… ¿Qué modales son éstos? ¿Éste es el protocolo real, Musnin? —comenta Golik sin demostrar el menor asomo de sorpresa al hacerse evidente la identidad del presidente de la resistencia.

—¿Cómo sabes quien soy? ¡Ggggggrrr! ¡Déjame! —grita con rabia la musdagur que, pivotando sobre su cola, se deshace de la llave de Golik y se da impulso para propinarle un puntapié a la altura de la cabeza, pero él la detiene con el brazo, dando lugar a que su oponente pierda el equilibrio y caiga aparatosamente al suelo.

—Pero… ¿qué te pasa? —dice Golik sonriendo—. ¿Acaso tienes complejo de tidnum? ¿Te he atacado yo?

Musnin, tendida en el suelo, encuentra la daga, la coge a toda velocidad y se la lanza a Golik, quien la detiene en el aire gracias a sus rápidos reflejos.

—Me estás empezando a cansar, Musnin. ¿No ves que si hubiera querido hacerte daño lo habría hecho hace rato? —cuestiona Golik con un poco de rabia y, lanzando la daga entre las piernas de la musdagur, la clava en el suelo atravesándole la túnica.

—Entonces… por qué nos espiabas, ¿eh? —pregunta Musnin tratando de desclavar la daga del suelo con gran esfuerzo y sin resultado—. ¿Crees que no sé que eres un espía de mi marido? ¿Y que ahora te irás corriendo a explicarle lo que has escuchado?

—Te montas bien tus películas, ¿eh? ¡Llevo años espiando vuestras reuniones! ¡Lo sé todo de vosotros! Los graffiti en las paredes, las cartas negras, ¡incluso lo del ataque con kushu al castillo! ¡Si hubiera querido, os habría podido traicionar hace mucho tiempo! ¡A ti y a Mirnin!

Al oír esto, Musnin deja de forcejear con la daga, clavada todavía en el suelo, y mira a Golik.

—¿También sabes lo de Mirnin? —pregunta despacio, muy triste, porque se ha descubierto aquel secreto tan bien guardado.

—Sí. Claro está… Os conozco a la gran mayoría… pero no a todos, pues hay alguno que consigue llegar a bloquear su identidad…

Pero el resto no pasa del nivel tres mental. Para mí es como si llevarais vuestros nombres escritos en las máscaras.

—¿Y qué quieres? —pregunta la señora de Zapp—. ¿Quién eres? ¿Por qué nos has estado espiando?

—Uy, uy… Haces muchas preguntas. Por si acaso, primero empiezo yo, ¿de acuerdo? Comencemos hablando de uno de tus encapuchados… Este tal… Umuskur.

—¿Umuskur? ¿Qué pasa con él?

—Es uno de los pocos que consigue ocultarme su identidad… Y tengo la curiosa impresión de que ya hemos coincidido en otra ocasión, hace unos meses. Podríamos decir que… me ayudó. Desde entonces noto que me es familiar. Ya que tú conoces la identidad de todos los miembros… Dime… ¿Quién es, Umuskur?

—¿Umuskur te ayudó? —dice Musnin, sorprendida—. ¿Sin conocerlo? Nada más fácil… Umuskur es…

Cuando Musnin va a desvelar la incógnita, Golik capta una transmisión lejana que le llama la atención. Es una comunicación telepática desde Zink. ¿Quién debe de querer comunicarse con Zapp? El musdagur se concentra al cien por cien para tratar de captarla.

—Señor, el emisario ya ha hecho la entrega.

—Perfecto, Aku. Ya sabes qué debes hacer. Trae los documentos protegiéndolos con tu vida si hace falta.

—Sí, señor Usumgal.

La transmisión acaba así y el rostro de Golik transmite rabia y frustración.

—¡Mierda! ¿Qué estaba haciendo Aku en Zink? —dice, rabioso.

—¿Aku? ¿En Zink? ¿Cómo lo sabes? —pregunta Musnin, que no ha captado la transmisión.

—¿Tú ya sabías que estaba allí? —pregunta Golik, sorprendido.

—Sí. Bueno… —murmura ella arrepintiéndose en el acto de haber hablado demasiado ante aquel desconocido.

—Musnin, ¡ya va siendo hora de que empieces a fiarte de mí! ¿Cómo debo hacértelo entender? ¡¡No estoy contra ti!!

—Mmm… Quizás… —balbucea finalmente Musnin—. Me lo dijo el mismo Aku hace unos días. El día que Usumgal mandó a Kurgo a buscar a Kisib.

—¿A buscar a Kisib? —repite Golik sonriendo—. ¡Je, je! Pues lo tiene crudo para encontrarlo…

—¿Tú sabes dónde está Kisib? ¿Y por qué destruyó el laboratorio de Usumgal? ¿Es de los nuestros quizás?

Durante unos segundos, Golik permanece pensativo. Al final, da un paso hacia Musnin, desclava la daga del suelo con una mano y le ofrece la otra para ayudarla a levantarse.

—Señora Musnin… Creo que vos y yo tenemos muchas cosas de qué hablar… —afirma sonriendo—. ¿Me acompañáis a un lugar más seguro?

La noble musdagur acepta su ayuda y se pone de pie.

—¿Un lugar más seguro? —repite, y se dirige a la puerta con Golik al lado, quien la abre caballerosamente.

—Uy, sí… Es un edificio ruinoso muy acogedor, con vistas al castillo, que estoy seguro de que os gustará. Incluso os lo puedo prestar algún día para una de esas reuniones tan interesantes que celebráis.

—¿Cerca del castillo? —pregunta la señora de Zapp, curiosa al escuchar las palabras del personaje que acaba de conocer.

—Sí… Pero antes tendréis que contarme un par de cosas… sobre el tal Umuskur…