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¡Piratas!

Apreciada Ishtar, comprendo la importancia de vuestra presencia en Shapla, en especial en la torre de los Conceptos, y también la necesidad de vuestra asistencia a la clase de nivel básico de teoría kuzubi…

Satam, el director de la escuela kuzubi, se encuentra de pie ante la pared de vidrio contemplando los jardines de Shapla, mientras habla mentalmente con Ishtar, sentada en una silla ante su mesa; muestra una expresión de falso arrepentimiento por todo el follón que el día anterior causaron los xíbits. Sin dejar de hablar, el director rodea la mesa.

—… Aun así, debéis comprender mi posición como principal responsable del buen funcionamiento de esta torre en concreto… No es normal que los alumnos abandonen sin más los pupitres ni que se pongan a cantar, aunque no dudo de la calidad musical de la canción que entonaban…

—Bueno… De hecho, empezaron los xíbits… Los niños y yo misma tan sólo nos añadimos… Es que era una melodía tan pegajosa…

—Sí, precisamente este pequeño asunto de los xíbits es el otro aspecto que quería tratar… Querida Ishtar… ¿Sois consciente de que, aunque sin duda son tan «monos» como decís, no tenemos espacio para una colonia de más de tres mil animales, por pequeños que sean? Estaréis de acuerdo conmigo en que no es coherente, ni posible, ni sostenible.

—Sí, sí, claro, claro… Si ya lo entiendo… ¡Pero es que no hay manera de sacármelos de encima! ¡Se lo juro! ¡Lo he intentado todo! Les he dicho mil y una veces que no me pueden seguir, que yo debo hacer mis cosas, pero es que esos bichos ni siquiera me entienden…

—Sí. En efecto. El lenguaje de los xíbits es uno de los muchos misterios por resolver en el planeta… Por eso, hasta que no asistáis a clase sola —sin ninguna colonia numerosa de seres vivos que os siga—, me veo obligado a pediros que no volváis al curso básico de teoría kuzubi…

¡Oh, no! ¿Me está expulsando? Pero que dirán mis papis… Ay, quiero decir… ¡Qué dirá Nakki! ¡Debo seguir el curso! ¡Todavía he de adquirir dos niveles en cada plano! Además, era muy interesante todo eso de los archivos kakásicos —asegura Ishtar simulando un interés que no tiene, pues tan sólo está preocupada por la cara que pondrá Nakki cuando le digan que la han expulsado el primer día de clase.

—¿Archivos kakásicos?

—Sí, los que integran la memoria del mundo y todo eso.

—¡Ah! ¡Queréis decir los archivos akásikos! ¡No los kakásikos!

—Sí, sí… ¡Ésos! ¡Era muy interesante! ¡Hablaban de un explorador que encontraba una planta en la selva! Yo me lo imaginaba como si fuera Harrison Ford, ¿sabe?, haciendo de Indiana Jones y descubriendo la planta. ¿Usted no?

Por un instante Satam se queda pensativo, fuera de juego, intentando comprender la totalidad de la historia que le ha contado la reina de los zitis, pero al fin desiste de ello y vuelve a la carga.

Bueno… No tiene importancia. Reina Ishtar, debo pediros que no asistáis más a clase hasta que arregléis el asunto de los xíbits. Lo siento. Mientras tanto, podéis quedaros en Shapla sin ningún impedimento. Sin embargo, deberéis aseguraros de que los xíbits no entren en las torres y permanezcan en los jardines. Y ahora, si me disculpáis, debo atender otros asuntos —concluye el director invitando a Ishtar a irse.

Vale, vale… Voy a ver si puedo comunicarme con ellos de alguna forma… O quizás consigo esquivarlos o encerrarlos en una caja… o algo así… —murmura ella suspirando. Se levanta de la silla y coge su cetro—. Hasta la vista señor Satán. Vigile y no hable con desconocidos, ¿eh? Aunque le ofrezcan caramelos.

—Satam, apreciada reina Ishtar… Me llamo Satam.

Eso, eso… Satam. Hasta la vista —dice ella, abriendo la puerta.

Al salir del despacho, el color amarillentoanaranjado le invade de nuevo las pupilas. Y es que el corredor entero está lleno de xíbits que la miran con una simpática sonrisa de oreja a oreja.

—¿Otra vez? —se sorprende Ishtar—. Pero… ¿Cómo habéis subido ahora? ¡¡Si estabais en el jardín, al pie de la torre!! ¿No sabéis que no podéis venir aquí? ¡Está prohibido! ¡No aceptan colonias de xíbits! ¿No habéis visto una señal en la que pone que no se aceptan perros y otra que indica que no se permite fumar?

Aunque ella los regaña señalándolos con el dedo, los xíbits no cambian su feliz expresión tras haber encontrado otra vez a su ziti. Parecen contentos sólo por el hecho de que les hable y algunos dan pequeños saltos mientras observan el movimiento del dedo de la reina, emocionados.

—Va… Vamos, vamos, antes de que alguien nos vea aquí y me echen definitivamente de Shapla… —masculla ella, y echa a andar por el corredor pisando a los xíbits, después de haber comprobado que es imposible hacerles daño de ninguna forma por mucho que los estires o los aplastes—. Todavía no entiendo cómo sois tan resistentes y, en cambio, el picotazo de aquel gusum casi matara a uno de la pandilla…

Entra en el ascensor y unos doscientos o trescientos xíbits se apresuran a colarse con ella, hasta que se cierran las puertas. Los animalitos siguen sonriendo y emiten sonidos ininteligibles, mientras que los restantes que se ha quedado fuera por problemas de espacio mascullan malhumorados desde el corredor:

—Kuishki! Kuishki! Kurrupulo!

—¡Estoy abajo! —les grita ella—. Seguro que encontraréis la forma de bajar… Si habéis podido subir… no puede ser mucho más difícil…

Ishtar está a punto de pulsar el botón que la conducirá hasta el nivel cero, pero se queda mirando el número diez. De pronto tiene la sensación de que DEBE PULSAR EL BOTÓN DE ESE NIVEL. Y no se trata de una sensación suave, ni ligera, sino muy fuerte… Casi tan fuerte como la telepatía. Pensándolo bien, no descubre ninguna razón para pararse ahí, pues es donde se halla el aula del curso básico de teoría kuzubi y, como le ha dejado muy claro el director, ella no tiene nada que hacer allí. A pesar de todo encuentra la excusa de pasar un momento para decir adiós a los alumnos, antes de irse. Además, ahora sólo la rodean dos o tres centenares de xíbits…

Así pues, pulsa el botón del nivel diez.

El ascensor se pone en marcha y algunos xíbits saltan de emoción al notar que están bajando. Ishtar no se puede sacar de la cabeza la extraña sensación que ha tenido y todavía no sabe muy bien por qué ha decidido volver a ese piso. Sin embargo, piensa que seguramente no entrará en el aula.

Una ligera nota musical del ascensor anuncia que ya han llegado a su destino, y las puertas se abren franqueando el paso. En el momento en que la reina de los zitis pone el pie en el pasillo, como si con su gesto hubiera activado un mecanismo automático, todo explota.

O al menos ésa es la sensación que tiene ella cuando las paredes y las columnas del corredor y de las aulas revientan ruidosamente y se desperdigan trozos de ellas por todas partes. Por instinto la joven reina se lanza al suelo y se cubre la cabeza con los brazos mientras mira de reojo a su alrededor para tratar de entender qué está pasando.

Es entonces cuando se percata de un hecho bastante extraño: las paredes no estallan en su totalidad, sino parcialmente; parece como si se rompieran horizontalmente en un punto, una línea recta de unos diez centímetros de altura. Así pues, se ha producido un gran corte que atraviesa por completo la torre, igual que si la hubieran segado con una espada gigante. Pero eso no es todo, puesto que el corte está hecho ligeramente en diagonal y provoca que la mitad superior del edificio se desplace de lado, primero despacio y luego más rápido, hasta que cae al vacío.

De modo que el que hasta ahora era un décimo piso de un total de veintiuno se ha convertido en una terraza improvisada, y ha dejado a todos sus ocupantes a la intemperie.

Ishtar, absolutamente patitiesa, levanta la cabeza cubriéndosela aún con las manos y trata de comprender qué ha ocurrido. Pero el caos y la confusión son terribles y desde su posición no puede ver qué pasa en el exterior. Casi sin pensar, su entrenada mente actúa:

Análisis de la situación - la torre de los Conceptos ha sido destruida. Once pisos de los veintiuno que la formaban han caído al vacío y se mantienen en pie los diez primeros.

Diagnóstico - sus propios puntos fuertes están claros: es la reina de los zitis y posee quince factores de habilidad (raramente existen kiitas que pasen de los cinco factores), además del cetro, del cual ha hecho bien en no separarse. Su punto débil es el desconocimiento de lo que está pasando. Sea quien sea quien haya realizado esta acción terrible, ha contado sin duda alguna con el factor sorpresa.

Estrategia - es doble: Primero, ayudar a la evacuación del edificio empezando por los niños que hay en esta planta, segundo, enterarse de qué está ocurriendo.

Plan de acción - tras el análisis, el diagnóstico y la estrategia, el plan de acción sale solo. Nakki tiene razón, como siempre. Ishtar sabe perfectamente qué debe hacer a continuación.

Cierra los ojos y se concentra. Su habilidad sensorial detecta el terrible miedo de los ocupantes del edificio y la rabia de un grupo de gente que, aunque se halla en el exterior, se está acercando con rapidez. Son docenas, quizás setenta u ochenta… ¡Y todos kuzubis! Debe saber quiénes son. ¿Por qué unos kuzubis quieren destruir sus propias torres? Cambiando al plano mental, Ishtar trata de leerles el pensamiento. Le resulta sencillo, puesto que en todos se repiten tres factores clave: destruir, saquear y la imagen de un niño. Bueno, también piensan en mujeres kuzubi de grandes pechos, pero esto no viene a cuento. Ishtar se concentra en el niño; se concentra en la imagen. ¡Es Kinnim! ¡Uno de los que se sentaba en primera fila en la clase de teoría kuzubi! Pero ¿por qué lo buscan? ¿Quién es ese niño?

Salta al plano conceptual. Se concentra en él. En el nombre, en la imagen y, finalmente, en su esencia. ¡Ya lo tiene! Sigue concentrándose para saber quién es y la respuesta es inmediata. ¡Kinnim es el heredero de los kuzubis! ¡Es nada más y nada menos que el sucesor de Kuzu! Pero ¿para que lo quieren esa gente rabiosa? ¿Quiénes son esos kuzubis, que no dudan en utilizar semejantes métodos para raptar a su propio heredero?

Sin abandonar el plano conceptual, Ishtar separa la esencia del grupo de violentos que se encuentra prácticamente junto al edificio. ¡Ya lo tiene! Son… ¡Piratas!

—¿Piratas? —dice Ishtar en voz alta, y abre los ojos al salir del estado de concentración que había sido capaz de mantener hasta el momento—. ¿Piratas kuzubis? Pero ¿desde cuándo hay piratas kuzubis? Maldito Nakki… Me lo podría haber dicho, ¿no?

Entonces, arrojados desde el exterior del edificio, unos ganchos se incrustan en las paredes cortadas. Parece que los lanzan los piratas kuzubis, pero desde su posición, Ishtar no ve nada. Así que cierra los ojos y trata de visualizar el edificio desde otro ángulo, para saber por dónde quieren entrar y cómo pretenden hacerlo. No lo consigue y, dándose por vencida, abre de nuevo los ojos.

Al hacerlo, su visión ha cambiado por completo: ya no contempla el suelo ni la pared derruida, como hace unos segundos, sino los jardines de Shapla y la torre de los Conceptos, y comprueba que la gran torre está cortada por la mitad y los once pisos superiores se han precipitado a los jardines y al río. Los jardines, no obstante, son un caos, pues los kuzubis corren en todas direcciones, aunque se da cuenta de que están organizados: unos recogen y atienden a los heridos, otros ayudan a salir de las ruinas a los que han quedado atrapados y un tercer grupo se ha armado y hace frente a los piratas.

Ishtar echa un vistazo a sus pies que parecen colgar en el aire. ¡Está volando! Se halla exactamente en medio del cielo de Shapla, a unos quinientos metros de altura, viendo cómo la ciudad reacciona ante el ataque pirata. Y de repente lo entiende todo: está realizando un viaje astral. Aunque su cuerpo físico está en la torre que ve ante sí, su proyección astral flota por encima de la ciudad. Y entonces… distingue los barcos.

Éstos son dos y están anclados a la entrada de la ciudad, donde el río todavía es navegable. Los cascos están construidos con un gran caparazón de kushu e Ishtar recuerda que Nakki le contó que esas tortugas gigantes casi se extinguieron debido a tal práctica, y por ello se declaró ilegal. Desde su posición, vislumbra una especie de catapulta instalada en las cubiertas. Se concentra con facilidad y deduce que es el arma que los piratas han utilizado para atacar y destruir la torre de los Conceptos.

Con esa arma se puede lanzar una cadena explosiva, que sale disparada y, cuando un objeto se pone en su camino, se enrolla a su alrededor y explota. Es habitual utilizarla en batallas navales, pues es muy útil a la hora de «cortar», literalmente, los barcos enemigos, pero los piratas han adoptado el mismo sistema para abatir la torre de los Conceptos.

Después de atacarla, se han aproximado a ella rápidamente y con unas potentes ballestas han lanzado los ganchos con cuerdas que están utilizando para escalar la fachada y llegar al décimo piso.

Pero ¿cómo han conseguido los piratas llegar hasta la mismísima entrada de Shapla sin que nadie los viera? ¿Tan poderosos son que han podido llegar de incógnito sin que nadie haya detectado su presencia? La respuesta a esta cuestión aparece a su lado.

¡Ishtar! —La reina oye que alguien la llama.

Se da la vuelta y ve al rey Kuzu, de pie a su lado, volando como ella por encima de la ciudad, aunque ya sabe que no es él, sino su proyección astral.

¡Hola, rey Kuzu! —responde, feliz—. ¿Qué hace usted por aquí, fuera de su bonito cojín? Oiga, ¿sabe que tiene piratas en esta ciudad? Yo que usted estaría al tanto, ¿eh?

—Ishtar, ¡los piratas quieren secuestrar a Kinnim, mi heredero! A mí han conseguido inmovilizarme. El líder de los piratas es extremadamente peligroso y también muy poderoso, y ha logrado llegar hasta aquí gracias a un bloqueo mental colectivo. Debes evitar que vayan a…

Pero entonces, sin acabar de oír las palabras de Kuzu, la proyección astral de Ishtar desaparece del cielo de Shapla.