Capítulo 10: Sobre la represión
[1] Archivo de la Prisión Provincial de Sevilla (APPS). Aunque casi todo lo relativo a estos años fue destruido, entre otras cosas los Libros de Entrada y Salida, se conservan datos de unas 15 000 personas que pasaron por allí entre 1936 y 1940. En 1936 debieron ser muchas más de las 3107 que constan. La distribución por años sería los 3107 de 1936, 2430 de 1937, 2185 de 1938, 2056 de 1939 y 5380 de 1940. <<
[2] La represión que se abatió sobre Córdoba se encuentra sobradamente documentada en los trabajos de Francisco Moreno Gómez, del que puede verse La guerra civil en Córdoba (1936-1939), Ed. Alpuerto, Córdoba, 1985, p. 284 y ss. Granada cuenta con los trabajos ya clásicos de Ian Gibson y, más recientemente, con los de Rafael Gil Bracero. Es también interesante el de Francisco Vigueras, Granada, 1936. Muerte de un periodista, Ed. Comares, Granada, 1998, dedicado al exalcalde republicano y director de El Defensor de Granada Florentino Ruiz Torner. <<
[3] Ronald Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, Crítica, Barcelona, 1979, p. 219. <<
[4] José Pettenghi Estrada, «LX Aniversario…» (Diario de Cádiz, 18-7-96), p. 6. Según el autor la misión no era otra que la determinación de acabar con la vida del Gobernador Zapico. La supuesta intercesión de López Pinto sólo consiguió camuflar al asesinato del Gobernador con un Consejo de Guerra. Como cada 18 de julio, el Sr. Peftengui siguió ofreciéndonos entregas de su misterioso archivo hasta su fallecimiento en 2004. Nos quedamos sin saber cómo llegó hasta él tan interesante documentación oficial y, lo que es más importante, qué será de ella ahora. <<
[5] Francisco Moreno Gómez, La guerra civil en Córdoba, Ed. Alpuerto, Córdoba, 1985, p. 296 y ss. <<
[6] Arcángel Bedmar González, Lucena: de la Segunda República a la Guerra Civil, Imprenta Vistalegre, Córdoba, 1998, p. 135. <<
[7] Tomo la cita de Rafael Gil Bracero, «Granada, en manos de los militares», en AA. VV., La guerra civil en Andalucía Oriental (1936-1939), Ideal, Granada, 1987, p. 100. <<
[8] Con ayuda de la documentación del ATMTS he reconstruido este proceso en dos localidades onubenses: Rociana y Lepe. Véase F. Espinosa Maestre, «Vida y muerte en retaguardia: Hinojos y Rociana. Dos historias del 36», IV Encuentro del Entorno de Doñana, Fundación Odón Betanzos, 1999, pp. 105-146, y «Lepe, 1936», artículo que sigue esperando aún su publicación por el Ayuntamiento de Lepe. <<
[9] Además, cuando no las había, se las inventaban. Sólo así puede explicarse la existencia de lápidas repletas de nombres en pueblos donde la izquierda no cometió asesinato alguno. En ellas incluían a personas relacionadas con la localidad, a víctimas de acciones de guerra o incluso a personas representativas a escala provincial o nacional. Ejercían función tranquilizadora y a la vez justificadora de la masacre llevada a cabo en cada localidad. <<
[10] El primer esbozo de esa idea lo ofreció Lemkin precisamente en Madrid en octubre de 1933 durante la V Conferencia Internacional para la Unificación del Derecho Penal. Véase Alicia Gil Gil, El genocidio y otros crímenes internacionales, Centro Francisco Tomás y Valiente-UNED, Alzira, Valencia, 1999, p. 125 y ss. <<
[11] Servicio Histórico Militar, Cuartel General del Generalísimo, Leg. 273, carp. 6. <<
[12] Las venganzas recaídas sobre familiares de izquierdistas huidos trajeron en ocasiones consecuencias nefastas. Fuentes como la Causa General demuestran que detrás del asesinato de derechistas se encontraban gentes procedentes de otras localidades, ávidas de tomar la revancha. En algunos casos, víctimas y verdugos son de la misma localidad: las primeras pagan con su vida la muerte de los familiares y amigos de los segundos. De cualquier forma, no debe olvidarse nunca quién inicia la cadena de violencia. <<
[13] Esta historia de 1936 la contó el capitán José Robles Alés en un informe que realizó sobre los sucesos en Rosal de la Frontera en 1937. <<
[14] Pese a la férrea censura, los soldados comentaban en ocasiones estas actividades, dando lugar a serios correctivos cuando no a la amenaza de Consejo de Guerra, linos cuantos fueron reprendidos en Sevilla en 1937 cuando hablaban entre ellos de fusilamientos contemplados en lugares tan dispares como la Gran Plaza de Sevilla o Riotinto. El documento aporta una letrilla estremecedora cantada por uno de los soldados:
Va corriendo la sangre por las calles de Sevilla, por el Espumarejo y parte de la Enramadilla. Un momento de silencio, la Falange va a entrar con el yugo y las flechas repartiendo libertad. Nosotros los militares empezamos a luchar con la canalla marxista que no quería trabajar. Nosotros los militares decimos en alta voz: Viva la Falange de las Jons.
Concluido el conflicto y ya entrados los años cuarenta, se implicó en el fusilamiento de los condenados en Consejo de Guerra a los jóvenes que se encontraban realizando el servicio militar. A veces, cuando el soldado y el condenado eran paisanos, el primero intentaba, no siempre con suerte, cambiar su nombre de la lista ofreciendo una cantidad de dinero a algún compañero y acordando el cambio con el oficial encargado.<<
[15] Este caso de Sanlúcar fue común a muchos sitios. Según el «Diario de Sanlúcar» un día de finales de febrero de 1937 una señora de Sanlúcar comentó al comandante militar: «Parece mentira, cuando ha muerto tanta gente y ahí está Antonio Maestre por las calles». Fue una maldición. A los pocos días, Antonio Maestre Rodríguez, Jefe de Unión Republicana y concejal frentepopulista, palidez de muerte, cabello blanco, enteco y triste, fue detenido y trasladado a Cádiz. Diversas ayudas recibidas le permitieron salvar la vida. <<