Capítulo I: La sublevación en marcha: los años republicanos

[1] Manuel Ballbé, Orden público y militarismo en la España constitucional, Alianza Universidad, Madrid, 1983, p. 470. <<

[2] Este género, orientado casi exclusivamente al acopio interno del clan que lo produce y asociado al viejo sistema de la cooptación, se caracteriza por la utilización espuria de los recursos formales de la investigación histórica. En su interior, pese a las apariencias, late la herencia ramplona y reaccionaria de la historiografía franquista. <<

[3] Franz Neumann, Bebemoth. Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 38. Neumann comenta que mientras que la caída de la república bávara en 1919 se saldó con unas dos mil condenas, el golpe de Kapp del año siguiente quedó sin responsabilidades y el de Hitler de 1923 con suaves condenas sólo para algunos de sus responsables. <<

[4] La expresión, perteneciente al lenguaje del poder, representa una fórmula encubridora de un hecho criminal, al que trata de dar un carácter legal. La realidad es que ni había tal ley ni había tal fuga. Remite a un personaje, Julián Zugasti Sáenz, que instituye dicha práctica desde su cargo de Gobernador Civil, y a la represión antibandolera de los años setenta del siglo XIX en Córdoba, Sevilla y Málaga. Va en nuestro siglo volvió a ser práctica habitual en varias ocasiones, aunque especialmente en los años del pistolerismo en Barcelona, los años de Severiano Martínez Anido y de su discípulo predilecto, Lisardo Doval Bravo. <<

[5] Los primeros días republicanos en Sevilla fueron muy tensos, produciéndose graves incidentes en la noche del 14 al 15. Las nuevas autoridades denegaron a la C. N.T. la celebración de un mitin en la Plaza Nueva, creándose una tensa situación entre los allí congregados y las fuerzas de Seguridad. A pesar de los enfrentamientos callejeros con armas sacadas de las armerías e incluso de los «asaltos» al cuartel de La Alameda y al Cuartel de Soria, entre las docenas de heridos hubo una sola víctima mortal. A esto se añadió un mes después, en consonancia con lo ocurrido en Madrid, los asaltos e incendios a ciertos edificios civiles y religiosos: la residencia de los padres Píos de la calle Jesús, la sede de la Unión Comercial en Sierpes, el local de La Unión, el colegio Villasis, la Iglesia del Buen Suceso y la capilla de San José. Pero aunque las evidencias indicaban que aparte de los incendiarios hubo extraños inductores y algún detenido peculiar —Antonio Medina Lafuente fue cogido con un arma en la mano cerca del Villasis y los monárquicos Ángel de la Hoz y Carlos González fueron detenidos en la Plaza del Buen Suceso—, no se investigó. Como siempre, se recurrió al estado de guerra. <<

[6] La desigualdad de la lucha queda patente en sus resultados provinciales: entre los muertos, tres militares y diecisiete paisanos; entre los heridos, un soldado, un cívico y treinta y nueve paisanos. <<

[7] Blas Infante Pérez, La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía, Publicaciones de la Junta Liberalista de Andalucía, Sevilla, 1931, p. 22. <<

[8] Enrique Vila, Un año de República (Jornadas de un periodista), Sevilla, julio de 1932, pp. 160-161. El libro, uno de los típicos ejercicios de catastrofismo tan al gusto de la derecha y que debe utilizarse con todo tipo de prevenciones, salió a la calle el 10 de julio. Sabiendo lo que ocurrió exactamente un mes después, adquiere un sentido especial que podría resumirse en la última frase de la obra: «¿Urge la rectificación de la República en Sevilla?»… Vila, que aquí se muestra como ferviente antirrepublicano, sería bajo el seudónimo «Guzmán de Alfarache» el cronista de julio de 1936 desde la páginas de FE, luego agrupadas en un libro. Precisamente desde ese periódico, que no era otro que el gran periódico sevillano El Liberal engullido por Falange, escribiría uno de sus más conocidos artículos sobre la Sevilla ya rectificada: «Cómo funciona el Ayuntamiento de Sevilla sin concejales y sin política de ninguna clase» (FE, 9-9-36), conjunto de tópicos derechistas de gran predicamento y de larga duración. <<

[9] Miguel García-Bravo Ferrer, La situación social en Sevilla. Discurso pronunciado en el Congreso por el Diputado Radical el día 9 de junio de 1932, Editado por el Círculo Cultural de Izquierda Republicana, Raimundo Blanco, Sevilla, p. 14. <<

[10] Han sido muy utilizadas las memorias del diputado socialista Juan Simeón Vidarte, Las Cortes Constituyentes, 1931-1933, Barcelona, 1976, muy críticas sobre los hechos para con las autoridades republicanas. La importancia histórica de los sucesos del Parque fue resaltada por Manuel Tuñón de Lara en Luchas obreras y campesinas en la Andalucía del siglo XX. Jaén (1917-1920). Sevilla (1930-1932), Siglo XXI, Madrid, 1978, pp. 190-203. Al crearse una Comisión Parlamentaria para la investigación de los hechos —sigo a Tuñón, que destaca la particularidad del caso—, se cuenta con información de gran valor en el Diario de Sesiones de agosto de 1931. La descripción más completa, aunque muy dependiente de la visión ofrecida por la prensa conservadora, se encuentra en José Manuel Macarro Vera, La utopía revolucionaria. Sevilla en la Segunda República, Monte y Caja de Ahorros de Sevilla, 1985, p. 147 y ss. Macarro cree que fue necesario «recurrir a civiles en los momentos de mayor tensión social» (p. 156). Leandro Álvarez Rey —véase La derecha en la II República: Sevilla, 1931-1936, Universidad-Ayuntamiento, Sevilla, 1993— menciona que una de las casas asaltadas en agosto de 1932 fue la de José García Carranza «El Algabeño», «señalado a nivel popular como uno de los que habían participado en los sucesos de Parque de María Luisa, en julio de 1931» (p. 261), pero sin embargo no hace mención alguna a tales «sucesos», dándolos por sabidos (p. 161). Ciertamente no parece baladí esta persistente colaboración civil, constatable en julio de 1931, agosto de 1932, octubre de 1934 y julio de 1936. Creo por otra parte que el retrato de familia de la derecha sevillana durante la República no estaría completo sin tener en cuenta que dos personajes tan significativos como Manuel Díaz Criado y José García Carranza «El Algabeño», claves el 18 de julio de 1936, ya estaban presentes en los «sucesos del Parque» en julio de 1931. <<

[11] Cuesta actuó de enlace. Ya tenía experiencia: en abril de 1931, siendo comandante del Estado Mayor, fue nombrado ayudante del general Cabanellas cuando éste fue enviado para controlar la delicada situación. Después del golpe de Sanjurjo pasó un tiempo en Madrid. <<

[12] Un ejemplo interesante puede verse en Fernando Romero Romero, «Levantamiento en Prado del Rey. La revolución de octubre en la Sierra de Cádiz», Historia 16, n.º 281, pp. 52-63. <<

[13] Manuel Ballbé, Orden público…, p. 381. <<

[14] Véase Manuel Barrios, El último virrey, Ed. Argos-Vergara, Barcelona, 1978; también del mismo autor «Cuando Queipo de Llano aparece en Sevilla», Diario 16, 16-18 de julio de 1986. <<

[15] Esta leyenda, que tiene un primer referente en la entrevista concedida por Queipo de Llano al ABC con motivo del primer aniversario del golpe militar, se basa fundamentalmente en la Historia de la Cruzada coordinada por Joaquín Arrarás al término de la guerra. No parece arriesgado aventurar —en caso contrario podríamos hablar de plagio— que la parte relativa al «18 de julio» sevillano fue realizada por Antonio Olmedo Delgado, más tarde director de ABC, y por José Cuesta Monereo. Basta con mirar la biografía de Queipo realizada por ambos en 1957, General Queipo de Llano (Aventura y Audacia), Ed. AHR, Barcelona, para comprobar que se repiten textualmente pasajes completos de la Historia de la Cruzada. Más evidente resulta aún si consultamos la curiosa conferencia pronunciada en mayo de 1968 en la SER de Barcelona por el teniente general Cuesta con el título «Una figura para la historia. El general Queipo de Llano, primer locutor de radio en la guerra de liberación». <<

[16] En este sentido, y sin entrar en valoraciones de tipo alguno, conviene recordar que la obra de Nicolás Jesús Salas es ajena, tanto en métodos como en objetivos, al mundo de la Historia. Curiosamente no ha sido el propio Salas, quien siempre se ha autotitulado cronista, el más interesado en hacer pasar su obra por lo que no es. Salas lucha claramente por sacar a Queipo y a Sevilla de un supuesto «complot de silencio» que, según él, impide que se reconozcan sus méritos en el «Alzamiento» del 18 de julio de 1936. En pocas palabras: «Ese talante [se refiere al de Queipo y los suyos] ha resultado muy difícil de comprender con el paso de los años. El concepto de Patria se ha devaluado hasta extremos increíbles, y las Fuerzas Armadas, entonces admiradas y consideradas garantes de los valores más nobles de la sociedad, han pasado a ser cuestionadas» (Sevilla fue la clave, tomo II, p. 558). <<

[17] ATMTS, L. 145/5446; L. 205/9477 y 9489; Causas 243/38 y 333/38. Desgraciadamente no se ha podido contar con el proceso del general Villa-Abrille. <<

[18] Incluso en su última charla radiofónica, la pronunciada el día 1 de febrero de 1938 desde el balcón del Ayuntamiento de Sevilla, Queipo de Llano, introductor en España del principio base de la propaganda nazi: una mentira repetida mil veces acaba siendo una verdad, volvió a la carga con una de sus leyendas favoritas: «Por eso la canalla marxista (aplausos y vítores ensordecedores), cobarde como tal, prefirió dedicarse a los saqueos antes que enfrentarse con nosotros, que siendo sólo catorce o quince, éramos capaces en aquellos momentos de conquistar Sevilla y después, acompañados de los sevillanos dignos, conquistar el mundo entero (una atronadora ovación y numerosos vítores entusiastas)». <<

[19] Detrás de esta costumbre de apodar a los barrios obreros o incluso a ciudades enteras con referencias soviéticas, existía un claro deseo de deshumanizarlas. La Macarena sería «el Moscú»; Triana, «La Roja», y Cádiz, «La Rusia Chica». Este hábito heredado del imaginario fascista tendría larga vida, llegando hasta nuestros días. El caso de La Macarena muestra también la contrariedad, pliegue freudiano, de que la imagen que estuvo en San Gil y más tarde se trasladó a la Basílica construida sobre la Casa Cornelio, y cuya corona de oro pasó a engrosar las arcas de los golpistas, sea denominada con el mismo nombre del barrio obrero que vio nacer y albergó a socialistas, comunistas y anarquistas. Paralelamente, en curiosa operación de lenguaje, en este caso de apropiación, se habla de «etapa de exilio» en referencia al periodo en que ciertas imágenes fueron ocultadas para no ser pasto de la furia iconoclasta; también se dice la «Internacional» de tal o cual orden en relación con el colectivo de sus seguidores de los diferentes países. <<

[20] Los primeros elementos del Ejército de África llegaron a Cádiz el sábado 18 de julio. Se suele mantener erróneamente que no fue hasta el lunes 20 cuando dichas fuerzas hicieron su aparición en Sevilla. Aunque el grueso de esas tropas llegara ese día, puede asegurarse que ya el domingo 19 hubo tropas africanas en Sevilla, ya que Varela, que se impuso en Cádiz sin grandes problemas desde el 18, «creyó oportuno enviarlo [el Tabor de Regulares n.º 3 de Ceuta] a Sevilla… porque ésta pasaba por trances inquietantes», tal como se lee en Manuel Aznar, Historia Militar de la guerra de España, Ed. Nacional, Madrid, 1969, p. 158. Por si hubiera alguna duda, la llegada de los primeros legionarios el domingo 19 fue recogida por Manuel Sánchez del Arco, El Sur de España en la reconquista de Madrid, Ed. Sevillana, Sevilla, 1937, p. Sánchez del Arco, periodista de ABC, fue testigo de dicha llegada. <<

[21] Lo único que apareció fue Avance de memoria. Situación de la provincia de Sevilla a partir del 16 de febrero de 1936 y hasta su liberación. III Año Triunfal, p. 99 y ss. <<

[22] De esta forma, los Avances de la Causa General hubieron de contentarse con airear unos cuantos sitios del sur de España. Los resultados generales, pueblo a pueblo y provincia a provincia, nunca llegarían a conocerse por una sencilla razón: la abundancia de lugares donde la izquierda no incurrió en delitos de sangre frustraba las expectativas de los golpistas, que consideraron oportuno insinuar que los selectos «Avances» constituían la norma. Esto condujo a una nebulosa que todo permitía. Incluso se han llegado a utilizar fotografías de manera un tanto peculiar. En Sevilla fue la clave, de Nicolás Jesús Salas, pp. 578-579, pueden verse juntas tres fotografías que muestran siete víctimas de derechas en Triana. Esto representa un problema, pues que sepamos fueron cuatro las personas asesinadas por la izquierda en dicho barrio. La Causa General elaborada por los vencedores menciona a Luis Mensaque Arana, Francisco de la Osa Ledesma, Manuel Díaz Ramos y Raimundo Álvarez Vigil. Es posible, pues, que más que víctimas de las milicias frentepopulistas se trate de víctimas de las milicias fascistas de Castejón. Por otra parte, resulta un tanto extraño que de ser derechistas asesinados no hubieran sido utilizadas desde un primer momento para documentar el terror rojo como se hizo con tantas otras fotografías similares. Más llamativo es el caso de la fotografía de la detención incluida por Salas en la página 286 de la edición de 1999 de Morir en Sevilla. Esa fotografía, adjudicada al fotógrafo sevillano Cecilio Sánchez del Pando y que complementa uno de los dibujos sevillanos de Jovinge, el del obrero detenido con los brazos en alto, pertenece a la Agencia Keystone y fue tomada en Irún en septiembre de 1937. Aunque existen serias dudas sobre su autenticidad, es sobradamente conocida y puede verse, por ejemplo, en Thomas Hugh, La guerra civil española, Ed. Urbión, Madrid, 1979, T. II, p. 257. <<